Hasta la fecha, cuenta con el apoyo sindical y ha logrado reunir a aquellos que en el anterior cónclave decidieron distanciarse
Por primera vez Ana González se verá forzada a dialogar, primero con los suyos y después con todos los demás, si Monchu gana el próximo congreso
En su rostro se dibujan las arrugas de la clase obrera. Tiene la épica del perdedor y habla con el sermo vulgaris del proletariado. Se ha manchado las manos con la ruina de los pobres, la angustia de los parados y aún así su voz conserva orgullo y esperanza. Monchu es un buen representante de eso que Guide llamó la raza de los acusados. En Illinois habría sido un boxeador golpeando un saco en los gimnasios nocturnos de Chicago. En New Jersey un estibador, un rapero en Nueva York, en Detroit un mecánico. Con la gorra calada, tiene el aura del viejo obrerismo que representa los barrios de Gijón. Bruce Springsteen volvería a escribir un sueño sobre él. Efectivamente, José Ramón García, Monchu, vuelve a presentarse a la secretaría del PSOE.
El coronavirus, la cuarentena, Ana González… Sea lo que fuere, de Iván Ardura y el resto de la dirección, ni rastro, aunque en su mente sobrevuele la idea de mantenerse. Pero el PSOE está desarmado y en menos de un año habrá otro congreso que brinde a Monchu García la oportunidad de ser el próximo secretario con todo lo que eso conlleva. Hasta la fecha, cuenta con el apoyo sindical y ha logrado reunir a aquellos que en el anterior cónclave decidieron distanciarse. Sólo con esos votos lograría superar los 17 de diferencia que dieron la mayoría a Ardura.
La victoria socialista de Ana González en las últimas municipales diluyó la dirección política socialista que ha pasado a ser un espectro sin ningún tipo de influencia. La cuarentena desarticuló la estructura orgánica del partido. Ardura carece del caracter y la empatía para movilizar una organización centenaria. Tiene maneras y oficio de contable. Los núcleos de poder se concentraron en la figura de la alcaldesa y de Barbón desde las últimas elecciones y lo que el sanchismo logró unir hace más de dos años hoy ya no es exactamente igual. Los jóvenes turcos ya no son tan jóvenes ni están tan unidos. Que Ardura sea o no el candidato dependerá de una sola persona (no le apoya nadie más): Luisa Carcedo.
«Ha devuelto entusiasmo a la militancia que, paradójicamente, se sentía muerta aunque en el Ayuntamiento roce, a falta de un escaño, la mayoría absoluta»
El PSOE local aún conserva a su militancia pero una gran parte de ella no está conforme con las decisiones políticas que se han adoptado en la junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón. Ni el Plan de Vías, ni el paternalismo de González durante la cuarentena, ni el plan de regeneración con fondos de europeos presentado sin discusión ni debate, han alejado a los afiliados de la sede, más allá de las restricciones de aforo y distancia impuestas. Los militantes creen que la Alcaldesa no conoce el territorio y que no tiene o no expresa un gran afecto por la ciudad. En cualquier caso, la escasa participación a lo largo de estos trece meses ha convertido al PSOE en una organización virtual, fantasmática. Levita sobre los problemas de la calle, pero nunca los pisa.
Aún es demasiado pronto para saber qué consecuencias podría tener un cambio en la dirección local, pero es fácil prever que por primera vez Ana González se verá forzada a dialogar, primero con los suyos y después con todos los demás, si Monchu gana el próximo congreso.
Su irrupción era un secreto a voces, un rumor ardiente en la boca del partido. A lo largo de las últimas semanas ha mantenido contacto con diferentes sectores de la organización. Ha devuelto entusiasmo a la militancia que, paradójicamente, se sentía muerta aunque en el Ayuntamiento roce, a falta de un escaño, la mayoría absoluta. Este posicionamiento de Monchu, conocido desde hace unos meses, ha provocado, incluso, el acercamiento de algunos ínclitos sanchistas como Patxi Blanco que han pretendido evitar el enfrentamiento para que todo siga exactamente igual. Pero la realidad es que ya conocen de boca del propio candidato lo que les toca: pueden ponerse de frente, pueden apartarse o en el mejor de los casos, subirse al tren, con un billete «en el furgón de cola».