«Era el de Lena un guaje ‘revolvín’ cuando jugaba a la pelota en la ovetense Plaza Trascorrales, antes de tener ficha en la Juventud Asturiana»
Llegaba el tren a Madrid en una de esas mañanas celestes y aliadas del caprichoso sol que acariciaba maletas y andenes. Juanjo removía ensimismado el cortado con recuerdos de mocedad. A su alrededor danzaban clientes con prisa y camareros displicentes. Una memoria de juventud que poseía querencia madrileña y transitaba entre la Complutense, aplicándose en la Facultad de Ciencias de la Información, y en aquellas charlas sin reloj desde la barra del Triher’s, en la Calle Claudio Coello. Que resultó ser pub y ágora futbolística, regentada por José, el hermano del ídolo de su infancia: Enrique Morán Blanco, fenomenal extremo que formó un triunvirato mágico con Enzo Ferrero y otro Enrique legendario, Quini. Morán, natural de Lena (como Juanjo), los dos del mismo pueblo: Piedracea, escenario de La Flor, la mejor de las fiestas para cualquier corazón lenense.
Era el de Lena un guaje «revolvín» cuando jugaba a la pelota en la ovetense Plaza Trascorrales, antes de tener ficha en la Juventud Asturiana. El gran Eduardo Barredo «El Gemelu» apostó desde el primer entrenamiento por aquel neñu rápido como una gacela y que le pegaba al cuero de lujo con la diestra. El entrenador carbayón fue trascendental en la carrera del extremo. Y este pasó de la Juventud Asturiana al Ensidesa, y de Llaranes a la capital de la Costa Verde. Primero en el Deportivo Gijón y luego en el Sporting, para convertirse con Miera, en uno de los puntales del ascenso en la temporada 76-77. Fueron muchos y muy buenos los partidos de Morán con el club rojiblanco mas los veteranos aficionados nunca podrán olvidar el match ante el Torino en Copa de la UEFA. Con el inolvidable córner directo de Ferrero y las dos dianas de Morán que completaron un rotundo 3-0 para los locales en un Molinón enfervorecido. El fabuloso extremo diestro vivió tres temporadas de ensueño (que diría Rafa Quirós) y con la amarga resaca del subcampeonato de liga firmó por el Betis en el verano de 1979. Traspasado por 34 millones de pesetas, que engrosaron las arcas del Sporting pero dejaron huérfana la banda derecha de los gijoneses.
En Heliopólis también enamoró a la grada y se entendió a las mil maravillas con el uruguayo Hugo Cabezas, en el ataque verdiblanco, y más tarde con el paraguayo «Lobo» Diarte. Con el que protagonizó un encuentro épico a la vera del Manzanares, endosando un 0-4 a unos colchoneros incapaces de contener a los huracanados sureños. El 8 de febrero de 1981, dos goles de Morán y otros dos de Diarte vacunaron a un líder de la liga que dobló la cerviz en casa. Con el equipo bético marcó 39 tantos en 76 partidos. Dos años después el veloz futbolista fichó por el Fútbol Club Barcelona, no tuvo suerte bajo la dirección de Menotti que sentó con frecuencia en el banquillo al asturiano. En 1984 se enfundó otra elástica rojiblanca, la del Atlético de Madrid. El míster, Luis Aragonés, solía poner en liza en pos del gol a Hugo Sánchez y a Cabrera. A mediados de los ochenta se retiró en las filas del Talavera Club de Fútbol. A los 32 años dejó regates y detalles de su innegable calidad en su última campaña vestido de corto (85- 86). En La Línea de la Concepción consiguió un hat trick pero el club toledano perdió 4-3 frente a La Balona. Estas y otras historias las disfrutó Juanjo en el Triher’s, en boca de Gaspar Rosety, Toni Fidalgo, Claudio Silva y Antonio Maceda. El periodista de Lena, afincado en Madrid como Enrique Morán, llevaba en su cartera las fotos de su familia y una arrugada carta. De esas con las que jugaban los críos en los ochenta, imagen del jugador y datos físicos y estadísticos: altura, peso, edad, partidos, goles…
A la hora de pagar en un chiringuito de Punta Umbría, el pasado verano, a Juanjo se le cayó la arrugada carta de su ídolo. Alguien la recogió del suelo y se quedó mirando la foto de un jugador enfundado en la roja de la selección: «Esa foto es del día de mi debut con España, el 24 de septiembre de 1980 en Budapest, te la devuelvo si te pides dos cervezas ahora mismo».