Y llegarán los turistas a Gijón, a Cimata. Beberán la sidra helada, pedirán un cachopo gigantesco (viste mucho en Instagram) y en las madrugadas de verano podrán ver en lontananza las chimeneas de la industria «Blade Runner» asturiana
Hay una ley no escrita convertida en tradición antes de pisar las tablas de un teatro: no conviene desear la mejor de las suertes a las buenas gentes de la farándula. Es necesario lanzar un original deseo de fortuna con una sonrisa para decir «mucha mierda». Son dos las teorías que sustentan esta superstición en un mundo cuajado por los ritos: telón, marca, saludos, ovación. Una emparenta carruajes y clases adineradas con equinos y excrementos, cuantos más carruajes a las puertas del teatro, más éxito y por lo tanto más dinero. También se cuenta que el cuchu en la Edad Media jugaba un papel decisivo en la economía de villorrios y aldeas. La abundancia de estiércol en cualquier localidad indicaba feria o mercado con el consiguiente espectáculo y monedas «que de mano en mano van», como se canta en la conocida copla…
A veces, algunas veces sale de mi boca esa expresión escatológica, sin que medie encuentro teatrero cercano. Salgo de mi casa por la mañana para acompañar a mi hijo mayor al colegio, y si el sueño o un café de menos no me lo impiden, suelo esquivar o saltar como Super Mario Bros una o dos o tres cagadas de perro, algunas «bien fresquinas». Me gusta creer que son pocos los que no recogen los excrementos (me pongo fino) de sus queridas mascotas, pero luego miro con detenimiento las aceras de mi querida Cimavilla y veo colillas, chicles, pañuelos y alguna mascarilla extraviada a punto de perderse por la alcantarilla.
Ocurre en mi barrio, pasa en El Llano, Sabugo en Avilés o en La Argañosa de Oviedo, Zaragoza, Valencia, Madrid o Barcelona. No lo veremos en Estocolmo o en Tokio pero sí en nuestras calles. Hacemos lo que hace el político cuando nadie mira. Dejo de recoger la mierda de mi perro o tiro la botella o el paquete de tabaco cuando nadie me ve, acepto la mordida del constructor o llevo «mi patrimonio» a Suiza o Panamá cuando nadie mira. Ellos y nosotros, nosotros y ellos. Son el reflejo del espejo. A fuerza de ser pesado; quiero creer que son pocos, mas en ocasiones dudo, pienso y maldigo lo que somos, cómo somos…
Ellos y nosotros, nosotros y ellos. «Mucha mierda» y mucho reciclaje, del fetén, del guay. Organizaciones y consorcios nacidos con el fin de transformar residuos y lograr una buena gestión medioambiental que promueva la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente y «Dolores se llamaba Lola». Es imprescindible repetir medio ambiente hasta la saciedad para la buena marcha del negocio. Un negocio que se sostiene con alfileres y una pizquita de marketing al amparo del PRI asturiano, que copia «lo bueno» del original, del mexicano. Haciendo un homenaje a la canción ochentera de «Objetivo Birmania»: «Los amigos de mis amigos son mis amigos».
Separe sus porquerías y pague por las bolsas de plástico. Sus cascos (con perdón) y latas ya se las reciclará «El Consorcio» a ritmo de «Mocedades» que lo de poner máquinas expendedoras o vending de reciclaje es propio de australianos, neerlandeses y otras nacionalidades de «mal vivir». Aquí nos lo llevamos todito, todo, crudito, crudo. También su basura… Ellos y nosotros, nosotros y ellos. Hoy hace calor, se acerca un verano prometedor y el barrio alto despierta de su siesta al ritmo bullanguero de los visitantes de terraza. Piden sidra o cerveza fría después de unas horas de palas, toallas y baños en la playa. Esto último con suerte, si no hay vertidos de aguas fecales. A veces pasa. Y es que «el váter de King Kong» o el de Jovellanos City al completo tiene su pozo negro entre el Piles y San Pedro. Y llegarán los turistas a Gijón, a Cimata. Beberán la sidra helada, pedirán un cachopo gigantesco (viste mucho en Instagram) y en las madrugadas de verano podrán ver en lontananza las chimeneas de la industria «Blade Runner» asturiana, sin filtros, arrojando al cielo: Tolueno o Azufre que tienen nombres de electroduendes de «La bola de cristal» pero que podemos traducir como mierda, mucha mierda.