«En esas uniones que salen solas en la cabeza, enlacé a Maricuela con la Marcha por el encuentro internacional de coeducación al que asistí en Avilés o el Día de la Mujer Rural, pero todo me giraba en torno a la mujer, a lo fundamental de una parte de la sociedad que sigue estando discriminada por cuestión de género»
Amanecimos ayer con la noticia de la otorgación de un espacio verde a la figura de Ángeles Flórez Peón “Maricuela”. Un jardín cercano a su casa, cercano al lugar en el que quiso estar, en el quiso vivir. Un jardín repleto de vida como era Ángeles. Pequeño, pero con toda la fuerza que da el verde ante los grises. Alegre, riéndose de cómo sus árboles intentan pisar las alfombras tejidas con su sombra. Acogedor, en donde las personas cuentan anécdotas para facilitar la escucha. Un jardín, un espacio para estar, un lugar donde poder pararse. Ángeles era eso, un lugar para estar, para pararse, para disfrutar de su fuerza en ese cuerpo tan menudo. Alegre, como su sonrisa permanente excepto en la lucha. Acogedora, donde, a pesar de su socialismo impregnado en cada poro, todas las ideologías tenían cabida, excepto la extrema derecha por ser sinónimo de intolerancia. Ángeles tendrá su espacio en Xixón para que sea recordada, para que forme parte de los vecinos y vecinas de su ciudad, de donde eligió estar.
Cuando leí la noticia, la alegría fue enorme. Feliz por el cariño hacia una mujer admirable y por la importancia de preservar la memoria de aquellas personas que lucharon por lo que somos. Pero también, en esa misma noticia, pude ver otras figuras que, por sus logros, por su manera de ser, por su labor, merecen ser recordadas para siempre. Merecen que formen parte del mañana en nuestras calles. Ahí está Julio Ramos, fundamental en el mundo cultural gijonés y en la renovación de la música asturiana, básico en el socialismo de su ciudad y en la lucha de derechos para todos y todas, Fernando Cadavieco, fundador del Club Santa Olaya, e Ignacio Echevarría ese héroe del monopatín que dio su vida por los demás. No obstante, a pesar de alegrarme enormemente por, en un futuro próximo, poder pasear por lugares tan bien nombrados como Julio, Fernando o Ignacio, me quedé en la Marcha de Hierro, que también leímos ayer su presencia en nuestro futuro callejero urbano. Quizás, en esas uniones que a veces nos salen solas en la cabeza, enlacé a Maricuela con la Marcha por el encuentro internacional de coeducación al que asistí este fin de semana en Avilés o quizás por el cercano Día Internacional de la Mujer Rural, pero todo me giraba en torno a la mujer, a la importancia de la mujer en nuestra historia, a lo fundamental de una parte de la sociedad que sigue estando discriminada por cuestión de género.
Asturias es rural, su pasado, su presente y su futuro están ligados al campo, a la tierra, a la agricultura y a la ganadería. Y en esa historia inacabada la mujer fue, es y será fundamental. El cambio de ruralidad no puede existir sin las mujeres, como no pudo existir el campo asturiano sin ellas. Trabajadoras, luchadoras que se multiplicaban para abarcar todas las tareas necesarias en una sociedad mucho más patriarcal que la actual, cuidadoras por exigencia cultural en un mundo desigualitario. Mujeres invisibles que cultivaban, iban a la pación, esbillaban el maíz sentadas entre diálogos, mecían las vacas, además de dedicarse a esas “tareas de mujeres” entre las que estaba ser buena madre, esposa, hija. La masculinización del campo debe y es irreal, no puede existir el campo sin la enorme labor callada de las mujeres. Seguimos vendiendo la potenciación de la participación de los hombres en los campos olvidándonos de esa mitad de la ciudadanía que hizo posible la vida rural de nuestro ayer y construyó nuestro hoy. Colocando como referente las actividades consideradas “masculinas”, se ningunea e infravalora el papel de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, también en el campo. Oscurecidas, buena parte de los trabajos realizados por las mujeres en espacios rurales se han llevado a cabo en lugares privados, lo que hizo que no fuera reconocido socialmente, al ser considerado costumbre y, por lo tanto, no laboral. Si hablamos de pasado, debemos hablar de futuro. Los cambios generacionales son impensables sin la mujer, sin la presencia pública de la mujer en el campo. El emprendimiento, facilitar el autoempleo y la financiación, empoderar a las agricultoras y ganaderas, apostar por la sostenibilidad, ofrecer servicios de conciliación en el medio rural (como “les escuelines”, proyecto innovador del Gobierno del Principado), visibilizar su trabajo en todos los sectores, también en el rural, hacer red…. Las mujeres fueron, son y serán básicas en el medio rural porque fueron, son y serán importantes si queremos vivir mejor en sociedad, si queremos tener una sociedad más fuerte, si queremos una sociedad justa, si queremos una sociedad mejor.
En esa importancia del pasado y la lucha de la igualdad, quiero recordar la Marcha de Hierro. Sí, fueron dos mujeres, pero dicen mucho de la situación de lo que ocurría en las fábricas de aquella época de principios de los noventa. Industrias patriarcales hasta el tuétano. Por eso deben recordarse a esas dos mujeres de hierro dentro de la Marcha de Hierro. Se debe reivindicar ese caminar de dieciocho etapas, pues lucharon junto con 238 asturianos por los derechos de la sociedad, de la ciudadanía. Gracias a cuatrocientas ochenta pisadas acompasadas, hasta completar el camino de Oviedo a Madrid, se salvaron miles de puesto de trabajo y el fututo de la industria siderúrgica asturiana. Dos mujeres, dos luchadoras, dos personas que batallaron con sus pasos por la igualdad. Es una alegría que la Marcha de Hierro tenga un espacio en esta ciudad y se debe dar las gracias al esfuerzo de aquellos que impulsaron el reconocimiento que ayer pudimos leer. El PSOE de Xixón propuso la creación de un lugar que recuerde lo que significó esa Marcha de salvaguarda de la industria, y se debe reconocer, no por medallas, en política se quitan más que se ponen, sino por el trabajo y la visión de hacerlo posible. Quiero, en este punto, dar un reconocimiento a todas las mujeres que rompieron puertas y ventanas durante esos años en donde no se veía apenas la luz. Si en la zona rural miro a mi tía como persona que encarna la mujer de campo, amante de la tierra, de su huerto, de su vida arraigada a su yo, en la industria, en ENSIDESA, debo mirar a mi madre que, en un mundo de hombres, llegó a espacios poco transitados por las mujeres.
Por último, y ligando con Maricuela, debemos recordar a la mujer en los conflictos bélicos, más en estos días de sinrazón. De nuevo invisibilizadas, de nuevo tapadas, de nuevo ocultas entre el patriarcado. Siempre presentes en las guerras como madres, hermanas, esposas, cuidadoras, enfermeras, espías o combatientes sufren la violencia por la propia barbarie de la contienda y por su condición de mujer. Ellas, veladoras de sus familias, tienen menos capacidad de huida cuando llegan los ataques. Ellas, objetos, pueden ser sometidas a violaciones o vejaciones por razón de género. Ellas, mercancía, son botín de guerra para los combatientes que llegan a un pueblo o a una ciudad. Ellas, mujeres, tendrán para siempre impactos negativos, tremendamente negativos para su vida física, mental, sexual, vital. En Gaza el 70% de las víctimas de la barbarie son mujeres y niñas. Siete de cada diez personas. Siete de cada diez asesinadas.
Es tiempo también de agradecer al Ayuntamiento de Xixón su conformidad con las iniciativas presentadas. Mañana tendremos nuevos nombres mirando a los vecinos y vecinas gracias a iniciativas ciudadanas que batallaron por Maricuela, Julio Ramos, la Marcha de Hierro, Fernando Cadavieco e Ignacio Echevarría y a la potestad que tiene la alcaldesa para llevarlo a cabo.
Ayer, las noticias hablaban de deporte y visión de barrio con Fernando, de mirar por los demás más que en uno mismo con Ignacio, de socialismo en mayúscula con Maricuela y Julio Ramos, y de clase obrera con la Marcha de Hierro. Ayer, las noticias hablaban de agradecimiento. Va por ellos, va por ellas.
Un último apunte para Xosefa de Xovellanos. Por fin, el apellido de su marido no tapa a una de las grandes escritoras de su época. El techo de cristal se puede ayudar a romper desde un callejero todavía desigualitario. Y Xosefa, con x, porque la llingua no es un dialecto ni es una moda de ahora, es una lengua de lo que somos.
Tu querido PSOE nunca haría lo que ha hecho la derechona de Carmen Moriyon, dedicar una calle a un «rival» político….