«Los manifestantes, a los que acompañé en mi paseo, reiteraron un cantar cuyo estribillo se ha convertido en un tema machacón: que los protocolos, si se quedan en el papel, no sirven para nada»
Ya no recuerdo la primera vez que informé sobre la queja de los vecinos de la zona oeste de Gijón (léase La Calzada, Natahoyo, Jove, Pescadores…) sobre la acumulación de ceniza en sus ventanas, sobre la aparición de fuertes olores a gas o nubes anaranjadas sobre sus tejados que, por supuesto, nada tenían que ver con un bucólico atardecer de verano. Les digo que no recuerdo la primera vez, pero posiblemente me quedo corto si fecho esa información en un lejano horizonte que supera con creces el cuarto de siglo.
La del lunes fue una nueva jornada de protesta en defensa de la calidad del aire. Bajo la intensa lluvia que nos dejó durante muy pocos minutos, las calles del centro de Gijón fueron el escenario para reproducir un nuevo episodio del particular día de la marmota que vivimos en esta ciudad. La vecindad volvió a gritar basta; vecinos y vecinos volvieron a recordar que la contaminación mata y que han pasado demasiados años con ceniza en las ventanas. Los manifestantes, a los que acompañé en mi paseo, reiteraron un cantar cuyo estribillo se ha convertido en un tema machacón: que los protocolos, si se quedan en el papel, no sirven para nada.
Las estadísticas son frías, pero en este caso son necesarias. Un estudio realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona en colaboración con investigadores del Swiss Tropical and Public Health Institute y de la Universidad de Utrecht publicado en el primer trimestre de este año, afirma que en Gijón se podrían evitar cada año hasta 311 muertes prematuras asociadas a la polución atmosférica generada por las partículas finas de 10 y 2,5 micras y el dióxido de nitrógeno. Se estima que, en toda España, causan entre 20.000 y 30.000 fallecimientos prematuros, según los datos aportados por organizaciones ecologistas. Según la Organización Mundial de la Salud, siete millones de personas mueren prematuramente en el mundo a causa de la contaminación. El informe sitúa a Gijón, junto a Avilés y Castrillón como los concejos con mayores niveles de contaminación de Asturias y ocupan posiciones destacadas a nivel nacional.
¿Es compatible la actividad industrial con una buena calidad de aire? ¿Los protocolos de las grandes industrias son verdaderos instrumentos para reducir las emisiones contaminantes? ¿Son eficientes las administraciones públicas en su lucha con la polución? ¿Los colectivos ecologistas van más allá de la crítica puntual?
Todas estas y muchas preguntas exigen respuestas inmediatas. De momento, la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Gijón aprobó hace un mes el protocolo para episodios de contaminación en la zona oeste de Gijón. Las alertas se activarán en el caso de que se superen los límites establecidos en al menos una de cuatro estaciones de medición, en lugar de las dos previstas inicialmente.
La Consejería de Administración Autonómica, Medio Ambiente y Cambio Climático del Gobierno asturiano estima que la chimenea que propone construir ArcelorMittal para el sistema depurador secundario del sínter B de la planta de Veriña disminuiría hasta un 21,3 % las concentraciones anuales de partículas contaminantes PM10 en la zona oeste.
¿Son medidas suficientes? No, pero sin duda suponen paso imprescindible para abordar de verdad un grave problema que según los datos de la Alianza Europea de Salud Pública, en el caso de Gijón, supone un impacto económico anual per cápita de 1.033 euros en conceptos como tratamientos médicos, las jornadas laborales perdidas, muertes prematuras y otros costes sanitarios. Un coste que supera en más de cien euros la media nacional.
Es necesario que las administraciones responsables reaccionen para bajar los malos humos de Gijón y frenar cuanto antes los graves impactos que tienen para la salud de los vecinos. Nos jugamos mucho.
P. D. Acabo con dos cariñosos recuerdos. Al padre del Salón del Cómic. Faustino Rodríguez Arbesú (ver esquela), fallecido a los 82 años, trajo a Gijón durante casi tres décadas a los mejores autores del género. Y al histórico presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores, Dimas García (ver esquela), que nos dejaba a los 72 años.