«Los que en primavera eran héroes, hoy, para muchos, se han vuelto villanos«
«Si de verdad queremos ser una sociedad mejor tras la pandemia no sigan el ejemplo de lo que presencié hace unos días de paseo por Viesques«
Durante casi tres meses salimos a diario, unos más y otros menos pero casi todos, a aplaudir desde nuestras ventanas. Fue la manera que nos inventamos para poder compartir un tiempo social entonces restringido y tasado además de agradecer públicamente el trabajo del personal sanitario.
Estos minutos de convivencia balconil, ventanal o de terraceo surgieron como un movimiento popular en el que de salida nos conjuramos para asegurar que tras el confinamiento vendrían días de vino y rosas, días para consolidar las supuestas amistades gestadas todos los días durante dos minutos a las ocho de la tarde. Los del cuarto escanciaban sidra al hasta ahora desconocido vecino del tercero; el viudo de enfrente recibía entonces el saludo diario de unas niñas que no tenían nada claro lo del aplauso y menos lo del encierro; a la divorciada sometida a la crítica vecinal también se le sonreía desde el balcón de la crítica impenitente de los que no tiene más que hacer que hablar, mal, de la vida de los demás…Y todos, sin casi excepción, aplaudían a los que entonces considerábamos y calificábamos como héroes en la primera línea de exposición al virus.
«Les puedo asegurar que ninguno de ellos y ellas se considera o desea formar parte de universo Marvel»
Llegó la mal llamada nueva normalidad y los aplausos desaparecieron. Esta especie de ventana indiscreta en la que vivimos la pasada primavera dio paso de nuevo a la vida en las calles, en los bares, en los comercios. Volvimos a una especie de rutina con mascarilla en la que nos dimos cuenta de que si en algún momento hicimos propósito de enmienda mientras duró el confinamiento no quedaba más que el eco sordo de un aplauso que tuvo más de arrebato pasional que de verdadero compromiso para hacer una sociedad mejor.
Ahora que estamos de nuevo el punto más álgido de la segunda ola de la COVID; ahora que los bares vuelven a estar cerrados; ahora que volvemos a no saludar a los que durante tres meses ofrecíamos lo mejor desde las ventanas, ahora es cuando me acuerdo de los mal llamados héroes. Porque los que en primavera eran héroes, hoy, para muchos, se han vuelto villanos. Y sinceramente, ni lo uno ni lo otro.
Cuento en mi entorno personal con buenos amigos y amigas que se pegan todos los días desde hace años por salvar vidas y ofrecer el mejor servicio en la sanidad pública. Les puedo asegurar que ninguno de ellos y ellas se considera o desea formar parte de universo Marvel. Si son héroes, ya lo eran antes de la pandemia y lo serán una vez que venzamos al bicho. Su labor, como ellos mismos dicen, es la misma desde que hicieron el juramento hipocrático.
“Qué desconsideración. Qué mal educación”
Con o sin COVID, su única heroicidad es trabajar con una escasez de medios incomprensible que les ha convertido en villanos para muchos de esos usuarios que los elogiaban desde las ventanas. Un solo enfermo que ingrese en la UCI por coronavirus tiene una atención media de dos meses. De media, en España, hay un médico de familia o pediatra en los centros de atención primaria para cada 1.300 habitantes. Multipliquen y entenderán por qué cuando llaman a sus médicos la posibilidad de que lo coja se reduce exponencialmente.
Dejémonos de gestos para la galería y seamos conscientes de la realidad que vivimos para evitar que el sistema sanitario se colapse. Cumplamos las normas establecidas y veremos como la famosa curva de contagios se reduce. Si de verdad queremos ser una sociedad mejor tras la pandemia no sigan el ejemplo de lo que presencié hace unos días de paseo por Viesques. Una mujer recrimina a un hombre que caminase por la calle en pleno día sin mascarilla: “Qué desconsideración. Qué mal educación”, aseveró en un tono calmado la mujer que como respuesta solo recibió tres palabras: “Que te jodan”.
Ni héroes, ni villanos. Seamos ciudadanos.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón