El ‘bullying’ psicológico lleva a la tiranía, al chantaje, a la manipulación, a las amenazas, a la cara de un matón pegada a la de otras personas para dañar su autoestima
El acoso escolar es uno de los grandes problemas con los que se tiene que enfrentar la sociedad hoy en día, no he dicho la escuela, he dicho la sociedad, el conjunto de la misma. El ‘bullying’ es una forma de agresión, física o verbal, hostigamiento o aislamiento social intencionado, realizada de manera premeditada, personalizada, repetida en el tiempo y basada en un desequilibrio de poder entre agresor o agresora y víctima. Estos cuatro elementos son claves para diferenciar un comportamiento inadecuado e intolerable del más peligroso: el acoso. Uno debe ser tratado como contrario a las normas de convivencia, otro, por la gravedad del mismo, debe ser encauzado de diferente forma y abordarlo a través de un trabajo colectivo.
Poniendo el acento en el desequilibrio de poder. Los humanos somos seres sociales, vivimos en convivencia, interactuando entre nosotros. En muchas ocasiones, en esa relación continua, una persona influye, en mayor o menor medida, sobre otras, pudiendo usar, con el fin de lograr sus objetivos, la violencia, amedrentando, intimidando, coaccionando a una persona. Este es el modo de uso de poder más fácilmente visible. Pero también hay otros más callados, igual de oscuros, en donde incluso la preciosa belleza puede estar entre ellos, pues se puede anhelar y admirar aquel o aquella persona atractiva para los demás. Es ahí, en ese conocimiento propio de su encanto, cuando la belleza, física o espiritual, puede ser usada malintencionadamente para lograr aquello que se quiere o desea, sin importar o minusvalorando al otro u otra. Por último, otro de los elementos poderosos es el uso del afecto, individual o grupal, ejerciendo abuso emocional a través de una manipulación psicológica de una persona sobre su igual, haciéndole cuestionar su propia realidad, su manera de ser como persona y por lo tanto su relación con sus pares. El abuso de poder a través de la violencia es fácilmente observable, el emocional, es mucho más complicado, todos pueden llevar a dañar la autoestima, todos son peligrosos.
Esos poderes descritos, existentes en la sociedad, nos los podemos encontrar en el aula, pudiendo derivar en el temido acoso. El acoso físico es el más visible: golpes, empujones, tirones de pelo, robo, daño intencionado, ante una persona de manera reiterada. Es tremendamente doloroso de ver, un deleznable comportamiento, a veces grabado por valientes acompañantes, agresores incitadores, cobardes detrás de un teléfono. Pero hay otros igual de peligrosos, igual de dañinos, igual de intolerables, más callados. El ‘bullying’ psicológico lleva a la tiranía, al chantaje, a la manipulación, a las amenazas, a la cara de un matón pegada a la de otras personas para dañar su autoestima, para fomentar el temor, para menospreciar a un igual exhibiendo el poder a través de la coacción, del lenguaje sibilino, de los gestos amenazantes. Unido a este, retroalimentándose en la bajeza, podemos encontrarnos al acoso verbal con el fin de la discriminación, de los chismes mal intencionados, de las bromas insultantes, de esos apodos que no pasa nada, de esos cuatro ojos que son cosas de críos. No, no, no son cosas de críos. No, no son cosas que también nos pasaron a nosotros. No, no, es intolerable. Ya, por último, en edades más avanzadas, cada vez menos, tendríamos el ‘bullying’ sexual y el ‘ciberbullying’, muchas veces emparejados por la gran capacidad de difusión de las redes. Las redes, peligroso lugar de insultos, de montajes fotográficos, de imágenes poco apropiadas o tomadas sin permiso, sacadas de contexto, memes de desprecio despreciables. Las redes, espacio de suplantaciones de identidad para lanzar puñales de vergüenza y delito.
Todos esos tipos de poder y de acoso pueden ocurrir, como por desgracia estamos viendo crecer a partir de los años 70, en las escuelas, pero quiero hacer una reflexión para que nos demos cuenta del grave problema en el que estamos inmersos como sociedad y la importancia del colectivo para luchar contra esta lacra. El acoso surge debido a factores individuales, las vivencias de un menor pueden conllevar a construir un agresor, factores grupales, las jerarquías sociales que se forman en una configuración de grupos de iguales en donde se tienen que realizar la afirmación, definición en función de los otros, y, por último, factores sociales y culturales. Es aquí a donde quería llegar. La violencia, la agresividad, es, hoy día, un fenómeno estructural que afecta a toda la sociedad. Es decir, la infancia está rodeada de violencia, de una violencia latente, de una violencia normalizada. Como lo está del anhelante deseo de superación propio y sobre los demás. Podemos entender como positivo, dentro de los límites, lo primero y competitivo lo segundo, pero si esa competición se realiza sin barreras, ni valores, solo con la importancia del poderoso, subir escalones sociales, laborales, personales, cueste lo que cueste, estamos fomentando valores de egoísmo, en donde las metas están pisando la convivencia y a los demás. Al lado de esa situación, vemos como está creciendo de manera alarmante un pensamiento de intolerancia hacia el “diferente”, aumentando la aporofobia, la ‘lgtbifobia’, el racismo, normalizándose la resolución de conflictos a base de insultos o golpes, separándose cada vez más las clases sociales, ubicándonos, en la vida, en esa zona de confort cercana a nuestros iguales, eliminando la convivencia rica y diversa. Todo ello, refuerza modelos de conducta tremendamente negativos para las relaciones humanas, fomentando el egoísmo, vanagloriando y endiosando al poderoso, fabricando referentes de programas televisivos, aplaudiendo a condenados millonarios futbolistas en donde un gol borra los chantajes o los abusos. La escuela claro que debe trabajar de manera enérgica para erradicar el acoso escolar, los centros deben ser espacios seguros para la infancia y la juventud, pero deberíamos hacer una reflexión como sociedad para ver también aquellos comportamientos que perjudican la convivencia e interactuación con otros seres humanos, siendo espejos en donde se mira la infancia.
Tolerancia cero hacia el acoso escolar, prevención, vigilancia, no buscar la justificación con el “es cosa de niños”. Reforzar e integrar la inteligencia emocional, la autoestima, la empatía. Usar el grupo clase, colegio, como elemento activo, no pasivo, ante el acoso, trabajando con los y las espectadoras, empoderando al alumnado a la hora de resolver conflictos de convivencia a través de la mediación o resolución pacífica. Desarrollar proyectos que faciliten la confianza y el entendimiento, basados en el respeto en los demás, en la diversidad, solidaridad y tolerancia, pero necesitamos la ayuda de todos, la ayuda del colectivo, la ayuda de una sociedad que traslada sus defectos a la infancia.
La escuela y la educación deben y tienen que estar ahí, es obligado que estén con un papel protagonista y fundamental, pues ocurre en su espacio, pero no podemos dejar de hacer esa reflexión conjunta para hacer desaparecer esta lacra de los colegios porque como sociedad somos más.