«Dice Gallego que la derrota de ayer fue cruel y que el fútbol le debe una al Sporting. Y seguramente será así. El problema es que en el fútbol lo único que importan son los resultados».
Tanto va el cántaro a la fuente que se acaba rompiendo. Cuanto menos se tiente a la suerte, mejor. Lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana. Más vale pájaro en mano que ciento volando. Quien de la fiesta quiere gozar, desde la víspera ha de empezar. Sol que madruga, presto se arruga…
El refranero español es muy rico en dichos y sentencias que reflejan con mucha certeza las realidades que nos rodean. Todos los arriba escritos resumen desde mi punto de vista lo que la emocionada afición sportinguista debió sentir ayer cuando poco antes de las once de la noche abandonó El Molinón en cuyas gradas volvieron a sentarse unos pocos después de más de un año sin público en los estadios asturianos.
Había que ganar y esperar que el Rayo Vallecano no lo hiciera frente al Lugo. Nuestros amigos lucenses volvieron hacer su trabajo. En 2015, el gol de Caballero en el minuto 92 regalaba en Montilivi (estadio del Girona) el ascenso a primera de un Sporting que llevaba tres años peleando por conseguirlo. El domingo, el Lugo derrotó al Rayo Vallecano. Por la mínima, pero era suficiente para que un gol del Sporting situase a los rojiblancos en unos play-off de los que no se apearon hasta la fatídica penúltima jornada.
«Ilusión que se fue encendiendo y apagando desde una nueva derrota en el derby regional«
Ni la presencia de pública; ni las plegarias del entrador David Gallego a la Virgen de la Providencia; ni las encomiendas a San Quini…Dos errores de Mariño o dos aciertos de Aketxe –tampoco quiero poner la carga de la culpa sobre un portero que lleva mucho tiempo salvándonos el culo y que se merece el título de San Mariño– fueron determinantes para un equipo que no es capaz de marcar un gol que no salga de las botas de Durdevic (22 de 37). 42 partidos jugados, 17 victorias, 14 empates y 11 derrotas, arrojan un resultado de 65 puntos que dejan al equipo con la cara de tonto que se queda quien viendo el premio no puede tocarlo después de haberlo tenido en la mano durante 40 jornadas.
David Gallego llegó al club con el recelo de la afición, de los medios de comunicación y de los “expertos de chigre”. Con un trabajo continuado, sin estridencias y dando la cara, el catalán de Suria hizo un bloque de un joven equipo que el pasado otoño aspiraba a mantenerse en una categoría con equipos históricos de primera. Pasito a pasito, el Sporting se afianzó en puestos de play-off generando además una emoción ciudadana que en pocos sitios se vive como en Gijón. Ilusión que se fue encendiendo y apagando desde una nueva derrota en el derby regional. Luces y sombras desde ese partido para un equipo que finalmente o no pudo con la presión o, simplemente, se queda en el mejor sitio de a los que puede aspirar.
Dice Gallego que la derrota de ayer fue cruel y que el fútbol le debe una al Sporting. Y seguramente será así. El problema es que en el fútbol lo único que importan son los resultados y está claro que en el Sporting aún faltan muchas cosas para volver a ser aquel equipo vencedor por los campos de España. Empezando por una directiva que, salvo vetos, despidos y silencios, ni está ni se les espera. Puede que el Sporting vuelva a triunfar, pero antes habrá que cambiar la dinámica y tener que lo barato acaba siendo caro. La afición, la que paga abonos y entradas, exige y merece ver al Sporting por el que llora, sufre y pena, un poco más allá de donde casi siempre se queda: a las puertas de todo y con las alforjas con nada.
Hablaba al principio de la riqueza del refranero y termino con el mejor. Dicho por un gran amigo: “Fui a buscar un búho a la Quinta Avenida. No se púo, no había”. Pues eso, que ayer en el Molinón ni se púo, ni había.