Profesor de filosofía en el colegio San Eutiquio de Cimavilla, Infante nos desgrana el cinismo:
«El deseo no puede estar por encima de la integridad, la independencia y la autonomía»
«Llegado un momento determinado, que es cuando triunfa en nuestra cultura el cristianismo, el modelo de hombre y el modelo de vida quedan reducidos a un solo discurso»
Por Víctor Guillot. Afirma Peter Sloterdijk en su libro Crítica de la razón cínica que una cultura en que el endurecimiento hace de la mentira una forma de vida, el proceso de la verdad depende de si se encuentran gentes que sean bastante agresivas y frescas para decir la verdad. La frase de Sloterdijk se convierte en lema a la introducción del último libro de Eduardo Infante Perulero que bajo el titulo No me tapes el sol. Cómo ser un cínico de los buenos (Ariel, 2021) analiza la validez de la escuela socrática de Diógenes de Sínope en nuestro tiempo. Diógenes hizo del sarcasmo y la ironía un método de pensamiento en la Atenas de Platón para desvelar las contradicciones de las convenciones sociales y las leyes. Perulero, profesor de filosofía, es ya un auténtico superventas después de publicar su primer manual Filosofía en la calle (Ariel, 2019). Este andaluz imparte clases en el colegio San Eutiquio, en Cimavilla, pero su ágora está en las redes sociales, donde miles de alumnos y curiosos de la filosofía, participan con sus juegos, dilemas y asuntos de orden político y moral. Entre Perulero y yo se ha fraguado una amistad profunda, honesta, de gran camaradería. A continuación extraemos una charla durante un desayuno dominical que habla sobre Diógenes, Camus, Casablanca, Platón o Foucault.
-Que haya sacado un libro dedicado a Diógenes el Perro después de haber triunfado con Filosofía en la calle significa que tienes una vocación enorme por divulgar la filosofía en el espacio público. Aunque el foco es distinto, el espíritu parece seguir siendo el mismo.
–Filosofía en la calle era el manual de filosofía que me hubiera gustado estudiar a mí cuando era joven. Efectivamente, hay esa conexión que indicas. Pero el primero es un libro en el que no me mojo.
-Es cierto, parecía un libro de filosofía blanco, en el sentido de que no te metías en un sólo charco.
-Ese era el propósito. Yo planteaba problemas y argumentos para que fuera el lector quien dialogase con los filósofos. Como autor no me mojo. Sin embargo, no escapó a la polémica. Como sabes, en mi colegio se prohibió. Luego me llamaron para pedirme disculpas. Y como les decía a los responsables, yo no estaba en ese libro, estaban los filósofos, desde Nietzsche a Tomás de Aquino. En este segundo, ya estoy yo y me expreso realmente con mi pensamiento. Y a la hora de mojarme, punto cardinal desde el que proyecto mi visión filosófica y el contexto es con la escuela que me tocó siempre el corazón: la de los cínicos.
-Cual es la chispa que inicia el libro
-La historia de este libro viene de tomar un café con mi madre en Gijón. En un momento determinado me dijo que su ex nuera era un cínica y yo le respondí que no se podía tener tan mal concepto de los cínicos. Pues de ahí arranca el libro. La pregunta principal es por qué se ha tergiversado tanto el concepto de los cínicos.
-En alguna ocasión yo he comentado que no se debía confundir a los cínicos con los hipócritas. Pienso en Rick Blane y el prefecto Renault, en Casablanca. El primero utiliza la ironía desde su propio compromiso personal y el otro desde la autoridad y siempre en en su propio beneficio.
-El cínico tiene un compromiso absoluto con la verdad. Curiosamente, hipócrita significa en griego actor o el que actúa. Es cierto que los cínicos son unos auténticos performers filosóficos, discípulos de Sócrates. Curiosamente se ha presentado a Platón como el verdadero discípulo de Sócrates y yo creo que es todo lo contrario. Los cínicos encarnan mejor que nadie el pensamiento. Cuando digo encarnar el pensamiento quiero decir que realizan actos para provocar el pensamiento y manifestar la verdad. En griego, la verdad es la areteia que significa desvelamiento. Esto quiere decir que la verdad es algo que está oculto. Los cínicos, con su acción logran desvelar en la plaza pública aquello que está oculto.
-Una de las performance más escandalosas de Diógenes tuvo lugar cuando decidió masturbarse en el ágora, lo que provocó que lo tacharan de pervertido.
-Tal como se ha transmitido esa anécdota uno tiene la sensación de que se masturbaba todos los días. Pero los textos nos indican lo que hizo una sola vez. Era una “intervención” y ciertamente no en una calle cualquiera sino en un lugar sagrado, allí donde se reunía la asamblea, el centro político donde se elegían los cargos, se emitía justicia, se llevaban a cabo los grandes acuerdos comerciales. Y realmente se masturbó en la asamblea legislativa de Atenas, pero lo hizo una vez.
-Y con ello me imagino lo que pretendía.
-Lo que estaba haciendo no era otra cosa que denunciar que teníamos desnortado el sentido de la vergüenza.
-¿En qué sentido?
-Nos da vergüenza contemplar a un hombre masturbándose, pero no sentimos la misma vergüenza ante la corrupción humana que se produce allí. En el ágora o en el Congreso de los Diputados sí hay actos obscenos que deberíamos señalar con el dedo pero que nadie señala por miedo a ser castigado. A ver quién se atreve a denunciar la corrupción de un corrupto. Los cínicos se diferenciaban por tanto de los hipócritas sacando a la luz la verdad, todo aquello que todo el mundo pensaba.
-La franqueza o la parresía,
-Así es, pero la parresía no era solo tener los santos cojones de decir al poderoso la verdad a la cara. Era también la franqueza de vivir la vida. De qué sirve una filosofía bien pensada, bien escrita si no es posible vivirla. Son discursos vacíos.
-Regresando a Casablanca, es fascinante esa relación entre un cínico y un hipócrita como lo son Rick Blane y Renault.
-Aunque son dos tipos que finalmente se acaban encontrando, no debemos olvidar que Renault es un irónico que sólo piensa en su culo mientras que Rick Blane siempre sucumbe a su amor por la humanidad y actúa como un medico compasivo denunciando su enfermedad.
-Cierto. Siempre me emocionó la anécdota que yo llamo Los amantes búlgaros y que casi merece una novela. Dos recién casados que se aman y ella está dispuesta a acostarse con Renault a cambio de los salvoconductos que los liberen de Casablanca. La intervención inesperada de Rick Blane permitiendo que su marido “gane” en la ruleta hasta conseguir el dinero de los pasaportes es la intervención del cínico.
-Es maravilloso. Una persona que no ama al ser humano no lleva a cabo ese tipo de acciones. Hay otra escena, cuando un empleado se le acerca para decirle a Rick que la casa está perdiendo muchísimo dinero y él afirma que no tiene importancia, que es solo dinero.
-Hay otra escena, la de Peter Lorre al principio, cuando le pregunta a su amigo Rick si lo desprecia y este le responde que sólo cuando pienso en él.
-La ironía es el arma del cínico.
-Tu crees que en nuestra vida cotidiana, un cínico no deja de ser un romántico al que le han triturado el corazón.
-Por supuesto.
-Quiero decir que para ser un cínico antes tienes que tener una idea.
-Antístenes fue otro cínico, el discípulo favorito de Sócrates y esto los manuales de filosofía no lo cuentan. Platón era otro discípulo pero no el más querido de Sócrates. Antístenes siempre fue rechazado por todo el círculo porque era un bastardo, era un mestizo y no tenía sangre pura ateniense. Las escuelas filosóficas se desarrollaban en los gimnasios. Curiosamente, Antístenes escoge el gimnasio de los no ciudadanos, a los que iban los inmigrantes, los desarrapados, los exiliados, ese es el gimnasio de los perros. De modo que Antístenes era repudiado por el círculo de Platón, en el sentido de que no podía estar con ellos porque no era de los suyos. Entonces se entendía que la filosofía era la formación del ciudadano y la ciudadanía solo correspondía a las élites. Esos jóvenes que acompañaban a Sócrates miraban con desprecio a los cínicos. Y todo esto te lo digo porque, en cierto modo, me recuerda a Camus cuando vivía en Argelia. Su familia era muy humilde. El propio Camus era un huérfano de guerra. Decía que el único lugar en el que no se sentía rechazado era en el campo de fútbol. Camus siempre fue el otro, menos en el campo. Y qué cojones es ser de los nuestros. La filosofía de Antístenes se compadecía de un cosmopolitismo y un amor verdadero al ser humano en su totalidad.
«Vivir conforme a la naturaleza significa dejar de vivir en la pura convención social, abandonar el gregarismo y preguntarse si esto que voy a hacer es lo mejor que voy a hacer»
-La cuestión es, siguiendo con la pregunta si el cínico nace o se hace.
-Yo comparto esa idea de Michel Onfrai según la cual no se puede separar el pensamiento de la vida que lo soporta. Ha habido filosofías en ese sentido, pero yo creo que no es cierto. Filosofía y vida están estrechamente conectadas. Nosotros entendemos la filosofía como un discurso filosófico, pero en la Antigüedad la filosofía era una pregunta acerca de cómo se ha de vivir y eso conllevaba una consecuente forma de vida. Ser cínico, epicúreo o estoico no era sólo pensar como cínico, epicúreo o estoico, sino vivir también como tal. Mi hipótesis es que, llegado un momento determinado, que es cuando triunfa en nuestra cultura el cristianismo, el modelo de hombre y el modelo de vida quedan reducidos a un solo discurso, lo que no deja de ser una confusión como lo sería confundir el discurso gastronómico con la gastronomía.
-Foucault en la historia de la sexualidad hace referencia a como la filosofía estoica, en una tercera etapa del estoicismo, anticipa con aquellas “dietas” sexuales, maritales y aquella economía doméstica de su época, toda la doctrina cristiana posterior.
-Efectivamente. A mí me gusta mucho la expresión foucaultiana del “cuidado de sí”. Si tuviéramos que reducir el cinismo a una máxima o un propósito sería un volver a la naturaleza, un asalvajar la vida, en el sentido de entender la vida como una rebeldía, una respuesta a las injusticias humanas y sus contradicciones. Hemos confundido el vivir cómodamente con el vivir bien. Por eso los cínicos decían que volviéramos a ser el animal que somos. Todos los animales, la propia naturaleza, tienen su propio dispositivo para dictarnos qué es lo bueno y qué es lo malo. En el animal es el instinto. Y en el ser humano es, además, la razón. Por lo tanto, vivir conforme a la naturaleza significa dejar de vivir en la pura convención social, abandonar el gregarismo y preguntarse si esto que voy a hacer es lo mejor que voy a hacer.
-¿Tú crees que Foucault es el último cínico?
-Su último curso, antes de morir, es en el College du France, está dedicado a los cínicos. Considero que es su último reto filosófico.
-Tendría sentido porque en ambos está la pretensión de un pensamiento que sirva como antídoto contra el gregarismo y el discurso contra los poderes fácticos.
-También estaba Nietzsche, quien amaba profundamente a los cínicos. Defendían que el individuo debía conformar su propio ethos, que éste fuera un producto del individuo y no de la manada ni de la moda.
-¿Crees que el cinismo se ha resuelto como una síntesis del hedonismo y del estoicismo? En ese cuidado de sí, entre la gimnasia de nuestros instintos y deseos y la aceptación de la realidad para poder transformarla.
-El fundador del estoicismo era un cínico. A veces se le considera un cinismo suavizado. Diógenes se acercó mucho al hedonismo cirenaico de Aristipo. Aristipo fue un pierna suelta dispuesto a satisfacer sus impulsos, aquí y ahora, y si eso conllevaba a la destrucción… pues sin problema. Aristipo era muy amigo de los tiranos. Los grandes placeres son caros y la única manera de disfrutarlos entonces era haciéndote amigo de quienes tenían dinero. Un día se encontró a Diógenes comiendo una lechuga. Aristipo se vanaglorió de los placeres que disfrutaba y tratando de aleccionar a Diógenes, le indicó que si supiera hablar con los tiranos, dejaría de comer esa mierda. Diógenes, entonces, le respondió que si él supiera comer esa mierda no tendría que vivir a la sombra de ningún tirano.
-El deseo en sí no lo justifica todo.
-El deseo no puede estar por encima de la integridad, la independencia y la autonomía. La clave de Diógenes era alcanzar la autarquía: ser uno quien controle el deseo y.no ser el deseo quien me controle a mí. Vivimos en una sociedad donde la gente cree que satisface sus propios deseos. Pero los deseos ¿son suyos o son los de otros?
-La cuarentena y las restricciones ponen de manifiesto esa paradoja: se induce a satisfacer nuestros deseos a través de una norma que los prohíbe y sanciona.
-En el cinismo hay una gimnasia del deseo, una gimnasia física e intelectual. Diógenes practicaba el ejercicio físico para endurecer el cuerpo. Iba al gimnasio, algo que iba contra las convenciones porque sólo iban los jóvenes como culto al cuerpo y la belleza. No iban los ancianos y, sin embargo, Diógenes, que vivió hasta los 90 años, acudía todos los días a buscar conversación y ver el ambiente. La gente se reía de él cuando lo veían correr. «No corro por ti, corro por mis pulmones», decía. Luego está la gimnasia del alma que consistía en exponerse a situaciones vergonzosas. A mi me da igual lo que la gente diga de mí.
-Para ir terminando, se echa en falta una República de Diógenes como sí llegó a escribir Platón.
-Es que sí la escribió y nos ha llegado conocimiento de ella a través de algún autor cristiano. La república de Diógenes, la república canina, era antagónica a la república de Platón. Era una república sostenida sobre una ideología materialista y libertaria. La historia de la filosofía es un pie de pagina a la de Platón, se ha dicho muchas veces, pero ha sido una filosofía idealista y Hegel es un platonismo para las masas. Resulta que tenemos a los cínicos como ejemplo de materialismo libertario. Las discusiones entre Diógenes y Platón fueron memorables. Diógenes dejaba en evidencia a Platón constantemente. Una de las anécdotas cuenta que Diógenes se lanzó a las calles con una farola buscando a un hombre. Qué hombre era ese. Estaba buscando al hombre de Platón, ese hombre ideal que no existe. Platón ha sido un grandísimo escritor en la filosofía de occidente. Un gran retórico, un gran persuasor. Escucharlo debió ser una auténtica delicia. Pero dónde está ese hombre de Platón. Esa es lo que cuestión…