El punto de partida es la victoria de ese señor de derechas muy derechas, Donald Trump, y lo es porque ha construido su campaña electoral entorno a difundir innumerables noticias falsas
Anda uno escribiendo estas líneas con la confirmación de que Donald Trump, el nuevo presidente más viejo de la historia de EEUU ha ganado las elecciones americanas. Hace no mucho, otro señor de características similares llegó a la presidencia de otro país que nos es conocido, es el caso de Javier Milei en Argentina.
Supongo que muchos de vosotros no daréis crédito a que semejantes personajes, que han dicho verdaderas barbaridades sobre sus oponentes o han anunciado medidas racistas, clasistas y machistas sin ponerse colorados, hayan llegado al poder en sus respectivos países, pero así ha sido. Otros de vosotros, quizá los que me leéis por algún tipo de extraña penitencia difícil de entender, os parecen ambas maravillosas noticias y para celebrar. En fin, seguro que sería difícil ponernos de acuerdo, pero en lo que sí me gustaría coincidir con la inmensa mayoría es en tener claro que es esto de las ‘fake news’, o noticias falsas, de las que hoy me gustaría hablaros.
El punto de partida es la victoria de ese señor de derechas muy derechas, Donald Trump, y lo es porque ha construido su campaña electoral entorno a difundir innumerables noticias falsas.
Esto no es nuevo, es más viejo que el mundo y suele dar resultado en muchas ocasiones. Básicamente, consiste en decir una mentira no con el objeto de que esa mentira pase por verdad, sino con el objetivo aún más sibilino de que esa mentira, unida a otros tantos miles de mentiras, convierta en un lodazal impracticable el día a día de la información que reciben los ciudadanos a quienes van dirigidas. Sea utilizando las redes sociales -TikTok, X, Facebook, Instragram, …- la publicidad, las apps de mensajería o los medios de comunicación.
En este último caso la cosa es más triste. Es más triste porque mucho del éxito de las proclamas falsas reside en que los medios de comunicación tradicionales se hacen eco de ellas, bien por la falta de pericia – y de personal- bien por los propios intereses del medio de comunicación en cuestión. Cierto que no pasa con todos, ni todo el tiempo, pero si lo suficiente como para generar que las noticias falsas formen parte de nuestro día a día.
Trump o Abascal, lo mismo tiene, señalan que el mayor problema de EEUU o de España es la inmigración ilegal, o que esa inmigración es responsable de la mayor parte de los delitos, pero es mentira. Una mentira enorme. Y el asunto no es que sea una mentira, sino que, a base de repetir miles de mentiras así, el dato real, estadístico, de que los inmigrantes no son ni un problema de seguridad, ni laboral, ni en España ni en EEUU; directamente se niega por los mismos que abrazan la mentira. Porque la verdad no dice lo que quieren escuchar.
Un porcentaje enorme dentro de la población que vota a las ideologías pseudo fascistas, o fascistas directamente, que proclaman barbaridades contra el feminismo o contra la inmigración a lo que dan rienda suelta con su voto es a su rabia por, posiblemente, llevar una vida que no es la que esperaban o la que ellos creen que se merecen. Y esto resume su felicidad en que es mejor que todo el mundo esté jodido y especialmente aquellos que les resultan “diferentes”.
Ese odio que se genera a través de las noticias falsas tiene como objetivo que acabemos buscando a un salvador que nos diga lo que queremos oír, perdón, (me he venido arriba en meterme en el papel del otro) lo que quieren oír. Que no es otra cosa que España o EEUU volverá a ser grande (nunca, jamás en la historia, España ha tenido ni mejores condiciones económicas, ni sanitarias, ni educativas, ni laborales ni de ningún tipo y menos aún todas ellas juntas para la inmensa mayoría de la población). Y pese a que todos los indicadores señalan esto, hay gente en España -generalmente además se trata de gente que sin el soporte del Estado no podrían acceder a una educación de calidad, ni tener atención médica, ni mil cosas más- que quieren ver a los Tercios conquistar Flandes (así, de paso, el cuñado por excelencia, Arturo Pérez Reverte, ya tendría otra novela que escribir).
¿Y que os voy a decir de lo de Valencia? Más allá de lo único importante, las pérdidas humanas y el desastre de lo que allí ha sucedido, esta semana ha sido imposible no ver en cualquier formato noticias falsas a tutiplén. He visto a exconcejales del Ayuntamiento de Gijón compartir barbaridades sobre que la DANA era obra de un radar, he leído que la cosa no fue peor porque Franco construyó pantanos, he leído que había miles de muertos pero que no lo querían decir… Salvajadas, barbaridades, mentiras, una tras otra, para generar el hastío entre todos y que todo nos dé igual. Y, de esta manera lograr, en la oportunidad que surja, sacar rédito político sin mayor esfuerzo, sin principios y sin fundamento, colonizar las instituciones públicas, como es el caso de VOX o los de ‘Se acabó la Fiesta Pérez’, para no hacer nada más que cobrar un salario público a base de decir sandeces y, especialmente, mentiras.
Sé perfectamente que para los que tenemos claro que existe la ciencia, el cambio climático y que Trump es un mal negocio para la humanidad, nada de lo que he escrito es nuevo, ni va a cambiar nada, pero no lo hago por eso. Lo hago por algo que la historia nos ha enseñado, que si bajamos los brazos y dejamos que las mentiras rijan nuestra sociedad, los únicos que ganarán son los que viven al margen de la sociedad, que son los que logran engañar a una mayoría suficiente para que los acerque al poder colectivo para luego ejercer SU poder individual, interesado y, sobre todo, inhumano.