
«El azar me regaló, hace un par de días, un inesperado encuentro entre Pepe Roncón y el míster ‘sportinguista'»
Algunos aficionados son contumaces en el halago o en «la manía». Se definen como futboleros y puede que tengan razón pero lo que nunca negocian, y además con ferocidad, son sus «odios o amores» entre futbolistas y entrenadores. Aunque sean de los suyos.
Pepe Roncón, playu de La Soledad, socio del Sporting y gaitero célebre del barrio alto, era el «odiador» oficial de José Manuel Díaz Novoa. Y daba igual victoria, empate o derrota en casa. Su grito siempre se repetía sobre el minuto 55 de cada partido, justo detrás del banquillo local: «Novoa, oficinista, ¡mueve el banquillo!. Y en ocasiones el míster se daba la vuelta, mirando a la grada con cierta displicencia. Sigue Novoa ostentando un récord difícil de igualar en estos tiempos de travesía por el desierto: es el entrenador sportinguista con más partidos dirigidos al frente del primer equipo (282). Futbolista discreto en el Sporting, Novoa se marchó al Celta con 23 años, sin demasiado entusiasmo por aquello de abandonar su Gijón del alma. Debutó con los de Vigo en primera división y en 1971, con 27 años, decidió colgar las botas en el Real Avilés por culpa de una lesión de menisco. Llegó como entrenador al filial del Sporting en 1973 y a lo largo de seis temporadas en el Deportivo Gijón demostró con creces estar preparado para tomar las riendas del primer equipo. Alternó el puesto de segundo entrenador con Miera y el de míster en el Deportivo Gijón.
Durante 26 años fue un hombre de club, tomó el relevo de un equipo subcampeón y en su primera campaña(79-80) dejó tercero a un gran Sporting que inició esa liga ganando los siete primeros partidos. Hizo saltar al campo a Eloy, con 15 años, en partido de copa contra el Turón. El mismo futbolista que marcaría dos goles en el Nou Camp un 28 de febrero de 1987. En aquel inolvidable Barça 0 Sporting 4. Con otros dos goles, de Lucho Flores, abriendo el marcador, y con Luismi, cerrándolo. Novoa dio una lección táctica a un desorientado Terry Venables en un match que ya forma parte de la memoria rojiblanca. Vega-Arango utilizó a Díaz Novoa como una suerte de Luis Molowny. Si se iba Miera regresaba el gijonés, que Boskov no cumplía con las expectativas creadas, allí estaba otra vez Novoa. También entrenó al Celta y dejó grandes momentos futbolísticos en Burgos con embajada ‘sportinguista’ incluida: Jiménez, Tocornal, Emilio y Narciso. Entrenó en Sarría el año de la Barcelona olímpica. Y el Sporting reclamó por «enésima vez» su presencia en 1996, después de cargarse a Rezza. Se marchó a Málaga y en la desastrosa campaña del descenso con 13 puntos, ni Montes, ni Maceda, Ni Redondo ni el mismo Díaz Novoa consiguieron sofocar el sonrojante descenso ‘sportinguista’. Puede presumir el gijonés de ostentar un cargo de honor y asturianía, el de seleccionador asturiano en partidos de exhibición. A José Manuel Díaz Novoa, en su plácida jubilación, le gusta mucho jugar al golf y es frecuente toparselo en la Calle Corrida o cruzando la Plaza del Marqués…
El azar me regaló, hace un par de días, un inesperado encuentro entre Pepe Roncón y el míster ‘sportinguista’: caminaba sin prisa Novoa, con pantalones granate y parka acolchada, en uno de esos mediodías indescifrables de la primavera astur. Pepe Roncón, con pantalón de pana y chaqueta de lana, no dudó en espetar «al altu la lleva»: «Oficinista… ¡Mueve el banquillo!».