Inmerso en un proceso de expansión aún sostenido, el barrio, al igual que su vecino Santa Bárbara, reclamará al nuevo gobierno una puesta al día de los servicios públicos acorde al creciente número de habitantes
Para una localidad del tamaño de Gijón, con 272.013 habitantes censados en todo su término municipal a finales del año pasado, 7.900 personas pueden parecer una cifra discreta, pequeña, poco representativa de cualquiera de las realidades concretas que conviven de tan vasta ciudad. Y, sin embargo, esa cantidad, la misma que suman los barrios de Nuevo Gijón, Perchera, La Braña y Santa Bárbara, perfectamente podría inspirar un estudio detallado de sociología urbanística y política en el caso concreto de esas cuatro zonas. Representante por antonomasia de ese ‘sur gijonés’ en franco desarrollo, en contraste con el anquilosamiento que luce el fronterizo distrito seis, desde hace años ese espacio se ha convertido en uno de los máximos y, a la par, escasos referentes del progreso arquitectónico y demográfico local. Semejante condición podría ser motivo de alegría generalizada entre sus habitantes; de hecho, en buena medida, lo es. Sin embargo, también esconde una cara menos grata: la progresiva construcción de viviendas, la creciente ocupación de las existentes y, en consecuencia, la cada vez mayor concentración humana no van de la mano del desarrollo de los servicios públicos. Un hecho que, cómo no, está condicionando la valoración del gobierno saliente, y las esperanzas depositadas en el que salga de las urnas el domingo.
‘Susi’ Martínez (Nuevo Gijón, La braña y Perchera): «Esto va a crecer la de Dios, pero hay cosas que se están quedando atrás»
Probablemente en ninguna de las zonas antes mencionadas esa pugna entre desarrollo y necesidad es tan evidente como en Nuevo Gijón y, por extensión, en La Braña y Perchera, áreas satélite del primero. Todas ellas han encontrado a su representante ciudadana en la figura de María Jesús ‘Susi’ Martínez Carvajal, quien en 2021 accedió a la presidencia de la Asociación de Vecinos ‘Santiago’. Al frente de una población que supera las 4.000 personas entre los tres barrios, ese potencial humano se reparte entre un núcleo de edificios históricos, levantados en los 70 por Uninsa, auténtico centro del barrio y hogar de aquellos de edades más avanzadas, y los metros y metros cuadrados de nueva construcción que rodean el anterior, reclamo para cada vez más jóvenes. Una distribución típica de la periferia de toda gran urbe, que dibuja en la mente de muchos cierta idea, en general, poco aceptada: la de llegar a convertirse en una ciudad-dormitorio de Gijón.
«Seguir, seguimos creciendo, pero nos estamos quedando sin zonas verdes; eso es una pena aunque, por otro lado, los prados que tenemos están abandonados, así que si los edifican, al menos, lucirían mejor», reflexiona Martínez. Sus palabras son el resumen, a pie de calle, de la dualidad entre lo bueno y lo malo del desarrollo de Nuevo Gijón. Tal como la presidenta vaticina, «esto va a crecer la de Dios; frente a mi casa están levantando tres bloques, y otros más hacia Santa Bárbara. Y, mientras tanto, hay cosas que se están quedando atrás». En esa última categorías figuran proyectos largamente solicitados, como la ampliación del centro de salud, que «se nos ha quedado pequeño», o el reacondicionamiento del Soccer World, hoy tapiado y en estado de franco abandono. «Sería un sitio estupendo para hacer canchas, parques… Zonas verdes, en general, pero tendría que pasar a manos del Ayuntamiento. Mientras tanto, ahí sigue, dejado», matiza Martínez.
Pero no sólo las carencias condicionan las opiniones de los habitantes del lugar. La voluntad del Grupo Quirónsalud de construir un hospital privado en el barrio, tras la permuta de terrenos con el Ayuntamiento firmada este mes de marzo, ha dividido los puntos de vista entre quienes creen que será beneficiosos para la zona, y quienes ven en él un mero negocio ajeno a lo público que apenas reportará ventajas. «Abundan quienes creen que será positivo, pero ya veremos, porque al ser privado…», recalca Martínez. Lo que es seguro es que «nadie vino a pedir nuestra opinión, ni a consultarnos nada. Y, más que un hospital privado, nos vendría bien esa ampliación del ambulatorio, para no tener que ir al de Montevil, o un instituto en el barrio que evite que los jóvenes tengan que asistir al del Polígono».
Todo ello, en definitiva, ha favorecido que la valoración del ejecutivo actual sea, más bien, tibia. «Con la alcaldesa, Ana González, no hablamos nunca, aunque sí con varios de sus concejales, y el trato siempre fue bueno, pero el caso que se nos ha hecho ha sido mayormente omiso», concreta. Por eso, ahora la expectativa es que la legislatura que comience tras las elecciones del 28 contribuya «a mejorar Gijón, sea del lado que sea; eso sí, de las elecciones casi no se está hablando en el barrio».
‘Mapi’ Quintana (Santa Bárbara): «Estamos saturados de ver a los políticos comportarse como niños en el colegio»
Si Nuevo Gijón, como su propio nombre indica, es sinónimo de modernidad, Santa Bárbara, en su frontera suroeste, encaja perfectamente en el modelo arquitectónico de la tradición periurbana. Nacido en la década de 1950 a la sombra de la extinta Fábrica de Moreda, como una maniobra de dicha siderúrgica para alojar a sus trabajadores con menos recursos, el barrio es una sucesión de edificios de pequeño tamaño, a menudo de una sola planta y, en no pocas ocasiones, complementados con huertos y zonas ajardinadas. Un lugar aparentemente anclado en el pasado, pero cuidado y en el que «hay mucha calidad de vida». Así lo asegura la presidenta vecinal del lugar, María del Pilar ‘Mapi’ Quintana Bellón; y ni su año escaso en el cargo, ni los sólo seis que lleva viviendo en Santa Bárbara, le impiden detectar las virtudes del área, al igual que sus carencias.
La legislatura saliente, encabezada por Ana González, no ha dejado un mal sabor de boca entre aquellos a los que Quintana representa. «Las relaciones con el Ayuntamiento han sido muy buenas; sobre todo, con la concejala de Atención Ciudadana, Distritos y Urbanismo, Loli Patón, que se volcó con nosotros», afirma. Las suyas no son palabras vacías; el ejecutivo saliente ha brindado su apoyo al proyecto de Santa Bárbara de constituir una comunidad energética autosuficiente, cimentada en la instalación masiva de placas solares para, en último término, no depender de las grandes empresas suministradoras. «Hubo que pelearlo, es verdad, pero el Consistorio se puso de nuestro lado; para nosotros, eso ha sido muy importante», recalca.
Pero no ha sido el único motivo de agradecimiento con el ejecutivo local en estos cuatro años. Una de las demandas históricas de Santa Bárbara, que la línea 18 de la EMTUSA discurriese por su interior, también se ha conseguido. El progreso que ha proporcionado es innegable, si bien la mejora de la comunicación con el centro de Gijón «todavía tiene que mejorarse, porque es insuficiente para el crecimiento que se está viviendo aquí. Y el nuevo Plan de Movilidad nos deja en una mala situación, así que esperemos que se revise». Y no sólo eso; otro de los grandes triunfos fue el reconocimiento, gracias al empuje de la Federación de Asociaciones de Vecinos (FAV), del serio impacto contaminante que los vertidos tanto de la actual fábrica Vauste, como de sus corporaciones predecesoras, ha provocado.
«Que se destapase ese asunto nos alegró a todos; ya sólo queda que alguien se haga cargo de ello». Por supuesto, aún es mucho lo que queda por hacer. De hecho, el de la contaminación es el problema que más frecuentemente ocupa los desvelos de Quintana y de su equipo. Y ese asunto se vuelve aún más sangrante a tenor de la presencia constante de un vertedero ilegal en el camino de la Torre. «Es otra de nuestras peticiones enquistada, y aún no hay gobierno que haya hecho algo a respecto», se lamenta la presidenta.
Ahora bien, ni lo conseguido, ni lo pendiente de conseguir han impedido que entre los vecinos la campaña electoral se vea con una apatía que ya parece común a todos los barrios de la ciudad. Y eso, a pesar de la variedad de perfiles que residen en Santa Bárbara; de sus casi 2.000 habitantes, buena parte son personas mayores, veteranas de los ya lejanos días de la edificación, pero muchos otros son matrimonios jóvenes, frecuentemente con hijos, atraídos por los precios asequibles de la vivienda y por el desarrollo que vive la zona. «La sensación es que la gente pasa», resume Quintana, para quien es sintomático que «de nuestro barrio, al debate organizado por la FAV sólo acudió una persona». Para ella, la explicación es clara, directa y fácil de comprender: «estamos saturados de ver a los políticos comportarse como niños en el patio del colegio. Además, tenemos algunos candidatos muy jóvenes, que aportan aire fresco, sí, pero que también suscitan desconfianza por su inexperiencia. Todo eso desencanta».