
La postura de Europa de entrar al cuerpo a cuerpo con EEUU respondiendo con represalias a más aranceles es muy negativo para una economía ya esclerotizada. Hay que dejarse de tanto postureo mediático y dedicarse a lo auténticamente positivo en el nuevo orden económico mundial: desregular para competir y negociar una bajada de aranceles mutua
Por Urbano Rubio Arconada
Estados Unidos ha dejado de ser la columna vertebral del globalismo, ergo, todo el mundo ha de cambiar para adaptarse al nuevo equilibrio. Pero en Bruselas, parece ser aún no se han enterado, pasando al contubernio mediático del terror, del miedo: “todo va a ser más caro en los supermercados, todo va a ser más difícil”. Y no se refieren al balance de su gestión con la que se han cargado la industria, la agricultura, la ganadería y la pesca, sino a lo que va a ocurrir ahora por el apocalipsis arancelario. Lo que hacen los mandatarios (que no líderes) de la Unión Europea es utilizar toda esta historia para aumentar el clima del miedo, como con el cambio climático, como con la pandemia, como con la guerra. Estados Unidos ha sido el país que ‘conquistó’ Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y se repartió el continente con Rusia, y desde entonces hasta hoy las elites locales han estado viviendo para unos y para otros bajo el paraguas norteamericano. Y ahora cambian las reglas, y la oligarquía cipaya europea, se irrita diciendo que: “el amo nos abandona”. Se acabo. Ahora lo que nos debe preocupar es navegar por la eficiencia como, españoles, como europeos y como hispanos, que es lo que representa nuestra supervivencia como comunidades históricas.
Los datos de la UE muestran que el bloque exportó unos 156.000 millones de euros más de los que importó a USA, por el contrario, con China, la balanza comercial es negativa en casi 400.000millones. Respecto a España, las exportaciones a Estados Unidos se cifran en casi 20.000 mil millones de euros al año, por lo que el supuesto perjuicio del nuevo arancel a los productos españoles no llegaría a los 4.000 mil millones anuales. ¿Qué pretende realmente el presidente americano desatando una guerra comercial planetaria? El pelirrojo no se ha vuelto repentinamente loco ni da puntada sin hilo.
La idea de que la implementación de medidas arancelarias como un suicidio está ganando prominencia en muchos sitios académicos y mediáticos. Los detractores califican a Trump de demente, ignorante y de que en una economía globalizada implementar barreras arancelarias genera efectos contraproducentes para la propia economía de los Estados Unidos por el aumento de precio de insumos importados para empresas y particulares. Nadie de estos ‘expertos’ opinadores considera que alrededor de Trump se encuentra el mayor número por metro cuadrado de nobeles en Economía del mundo, que consideran que son medidas imprescindibles para corregir los desequilibrios comerciales persistentes. Lo que pretende subiendo aranceles a diestro y siniestro es, en primer lugar, incentivar la producción nacional, estimular que empresas extranjeras trasladen sus fábricas a territorio estadounidense, generando empleos y revitalizando la industria norteamericana, revitalizando riqueza no tanto desde los mercados sino desde los salarios. La segunda pretensión de Trump es recaudar para financiar un recorte de impuestos masivo. Tercero, redefinir el papel de Estados Unidos como primera potencia mundial. Cuarto, que viene de anunciar su plan como “el Día de la Liberación”, es potenciar su propia imagen como presidente fuerte y enérgico que rompe cadenas. Y quinto, los aranceles encopetados a la importación y las limitaciones a las inversiones, son acciones enfocadas a la ‘coerción económica’, como una gran caja de herramientas para evitar el colapso de Estados Unidos por el tsunami de deuda heredada.
Este ajedrez arancelario, basado en una ‘gestión gerencial’ de la Administración americana, seguramente, producirá un enfriamiento de la economía realmente pretendida para, por un lado, parar la voracidad importadora y, por otro, la obligación de refinanciar ocho trillones americanos de deuda este mismo año. Creo que le vendrá peor a Europa, encorsetada en una mayor presión tributaria, en una pesadilla regulatoria que propicia un arancel interno de la propia UE no del 20% como el de Trump, sino del 44% que carcome los cimientos de la competitividad y en una deuda pública mancomunada de 15 billones.
Con Alemania ya infectada por la recesión, Francia en la lona y España en cuidados intensivos por su déficit estructural, los aranceles efectivos que aplica la Unión Europea contra Estados Unidos son mucho más elevados en alimentación y ganadería, en bebidas alcohólicas y tabaco, en aceites animales, en todo lo que tiene que ver con aceites vegetales, química, productos manufacturados, maquinaria y transporte, y en general todas las materias primas. Un ejemplo. Si compramos una moto americana de 20.000 euros, hay que aplicarle un 10% entre seguro y transporte; sobre el total, otro 10% de arancel. Luego se aplica el 21% por IVA a la importación. Finalmente, el comprador, paga otro 21% de IVA al concesionario español. Es decir, la moto americana le cuesta al comprador español casi el doble de su valor entre aranceles e impuestos. ¿Estoy defendiendo los aranceles de Trump? No, pero viene bien darse cuenta de que todos los partidos y medios de comunicación nos están ‘vendiendo la moto’ de que en Europa estamos en un mercado libre. La postura de Europa de entrar al cuerpo a cuerpo con EEUU respondiendo con represalias a más aranceles es muy negativo para una economía ya esclerotizada. Hay que dejarse de tanto postureo mediático y dedicarse a lo auténticamente positivo en el nuevo orden económico mundial: desregular para competir y negociar una bajada de aranceles mutua; una zona de libre comercio.

De verdad, ¿de donde sacáis a semejantes personajes? Solo le falta el gorro de aluminio