Quienes llevamos mucho tiempo fuera nos preguntamos qué fue de todo lo que había en la Asturias en la que progresaron nuestros padres y abuelos. Pero basta de hablar de ello. Dejemos los ‘argayos’, la natalidad o el empleo. Que no es el momento, coime
Le preguntan al consejero de Fomento, Alejandro Calvo, si el ‘argayo’ del Huerna que ha dejado parcialmente incomunicada a Asturias sine die podría ser una oportunidad para replantear las condiciones de un peaje tan injusto como caduco. Es “precipitado”. “No es el momento”, dijo. Lo cierto es que a uno no le sorprende ya: en Asturias nunca es el momento de hablar de nada.
No es el momento de cuestionar una autopista que debió quedar liberada de concesiones en 2021 y que, a día de hoy, es una de las más caras por kilómetro recorrido de España -y subiendo-. Ni tampoco, seguramente, del estado de su mantenimiento, en vista de las toneladas de piedras que hoy la bloquean. Ni de quién va a pagar este despropósito -déjeme que les adelante algo: lo pagaremos usted y yo, no quien hace caja en La Magdalena-. Pero no es el momento.
Nunca llega tampoco el momento en Asturias de abrir los grandes melones. Como el de una Asturias que se ha convertido en un pez que boquea por falta de oxígeno en medio de un acuario -precioso, por supuesto-. Asturias se muere. Puede sonar dramático, o exagerado, pero las cifras son frías y certeras: año tras año, la región encabeza la lista de zonas con menos natalidad de Europa.
No es el momento, pero digámoslo, aunque sea por lo bajo: sólo un 14,4% de los asturianos son jóvenes menores de 20 años. Hay más asturianos entre los 80 y 84 años de edad -14.331- que niños de entre 0 y 4 años -13.024-. Larga vida a los primeros, pero permítanme que uno se preocupe también por los segundos. Todo esto ha provocado que uno de los negocios más prósperos en la región sea el de los geriátricos. Y por tétrico que suene, no hay que ocultarlo: los tanatorios son mejor negocio que las guarderías. Asturias agoniza en términos demográficos. Ha llegado el momento de dejar de hablar de “invierno demográfico”, porque los inviernos pasan y aquí no se ve la primavera al final del túnel.
Pero disculpen, no es el momento de hablar de ello. Nunca lo es. Como tampoco es oportuno hablar, seguramente, de que Asturias ya se ha resignado a ser una comunidad dependiente del sector servicios asociado al turismo. Créanme, no tengo absolutamente nada contra el turismo; es más, celebro los «No hay camas» de cada verano como si mi propio bolsillo fuese en ello. Es la vía de ingresos para miles de familias y para un gremio de hosteleros cada vez más acuciado por el fisco. Pero queda muy poco más.
Quienes llevamos mucho tiempo fuera y, de vez en cuando, fantaseamos con volver nos preguntamos qué fue de todo lo que había en la Asturias en la que progresaron nuestros padres y abuelos. Pero basta de hablar de ello. Dejemos los ‘argayos’, la natalidad o el empleo. Que no es el momento, coime.