«La idea de un Gijón convertido en permanente escenario de propaganda sin mayor polémica ni crítica convierte cualquier alegato político en una obscenidad»
Todo parque temático es la plasmación literal de una fantasía que está en el papel y que sólo tiene el mismo valor que el papel sobre el que fue diseñado. No llega a alcanzar más materialidad que la de una idea recubierta de plástico. Quiere uno decir que carece de conflicto. En la polis, se discute y resuelve a favor o en contra, apasionadamente, racionalmente, acertada o equivocadamente. Sin discusión política entre sus diferentes tramas sociales, lo único que nos queda en Gijón es el espectro de la democracia, un vaciamiento del pensamiento político, una cáscara de nuez vacía, tal y como sucede con los parques temáticos.
Sin embargo, hay algo ineludible en todo parque temático y es el carácter autorreferencial de sí mismo, un intento desesperado por ser el que uno fue en un tiempo detenido. Por otra parte, a nosotros nos sitúa en el campo de la ironía, que no deja de ser una manera subjetiva y distanciada de ver las cosas. Los bancos loft procedentes de la fría Ikea nos traen como consecuencia un ejercicio de autoconsciencia que va del sarcasmo al suicidio.
No sé hasta qué punto los bancos de Ikea son el síntoma de esa tautología en la que se han convertido los días, ecos fantasmagóricos de un pasado político que va perdiendo intensidad a medida que la ciudad comienza a recobrar un leve pulso en su electrocardiograma, sólo interrumpido por las estridentes intervenciones de la alcaldesa, Ana González. A decir verdad, sus intervenciones son notas petulantes en una partitura donde el silencio ocupa la tónica dominante entre el resto de los acordes. Alguien se ha preguntado por qué la Alcaldesa puede entrevistar a Padura en el teatro Jovellanos o a Claudia Piñeiro en la Semana Negra sin sentir que están convirtiendo un acto cultural en otro de propaganda eminentemente personal. Recuerdo que por razones similares, el concejal Rubiera fue reprobado por el pleno al incluirse a sí mismo en un acto del Arco Atlántico. En términos musicales, se me ocurre pensar que se hace necesario recuperar el silencio ominoso de John Cage, aunque sólo sea por cinco minutos.
El glam de Bowie tenía una veta camp. Susan Sontag sostiene que el camp expresa la idea de la propia vida social como una forma de teatro, como lo es este ensayo de ciudad. Esto puede desembocar en un fatalismo desesperanzado respecto a la posibilidad de encontrar una verdad. No sé hasta qué punto Gijón es camp, pero sí creo que se respira en él un aire cada vez más camp. La idea de un Gijón convertido en permanente escenario de propaganda sin mayor polémica ni crítica convierte cualquier alegato político en una obscenidad y eso es, de por sí, también muy camp.
