«Hay una contradicción entre un discurso político que busca influir en nuestros hábitos más íntimos, y el animoso ‘Bienvenido, Mister Marshall’ que nos piden para recibir a los pasajeros de un crucero de superlujo»
En la política del meme, del titular o del highlight, que es la que tenemos a ambos lados del arco político municipal, es responsabilidad de los ciudadanos cuidar y mantener su propia hemeroteca (y salud) mental. De nuevo, nuestra alcaldesa fue lo más comentado del fin de semana por lo que no ha sido otra cosa que un desafortunado ejemplo de buena praxis medioambiental, el de prescindir de mensajes innecesarios en WhatsApp y así ahorrar energía y reducir la huella de carbono. Mensajes como “ok” en los grupos de WhatsApp. El meme ya estaba hecho por varias razones, y no banales, que sí que golpean en la línea de flotación del gijonés medio. Razones que estimulan su cabreo ante una clase política que parece vivir en otra esfera, en otro mundo.
La primera de esas cuestiones es la invasión de la vida privada que la Administración y sus representantes han incrementado en los últimos años, con la excusa de la pandemia. Políticos riñendo a ciudadanos al más puro estilo ‘1984’. Ese “pórtate bien” de padre a puberto, que no deja de ser una declaración abierta del Estado a meterse sin tregua en lo que tienen que hacer los ciudadanos con sus vidas y, lo peor de todo, en lo que tienen que pensar sobre la realidad y sobre sí mismos. Lejos de populismos y de un Aznar chuleta retando a la DGT por la supuesta ‘libertad’ de tomarse unas “copas de vino” antes de conducir, sí que reivindico firmemente el ‘lujo’ de no limitarnos los mensajes de WhatsApp -a expensas, eso sí, de nuestra operadora móvil-.
No hay en mis palabras ningún ánimo de maltratar a la biosfera, ni de plantear un “libertad o barbarie” absoluto, pero es que parece que quieren que le cojamos manía a términos como “sostenibilidad” o “eco”. La letra con sangre no entra y, lejos de las palabras, la vida se abre camino en un buque de 196 metros de eslora. ‘The World’, con sus tres motores diésel, atracaba ayer en la ciudad, de forma paradójica, en el día mundial del Medio Ambiente. “Este no necesita etiqueta ambiental”, se jactaban algunos vecinos en redes sociales. No es sino digno de una comedia francesa que Gijón recibiese este domingo, precisamente este, un ejemplo del turismo vacacional más contaminante, con una gran producción de CO2 equivalente a 14.000 coches y 1.000 veces superior a un viaje en tren, según Naciones Unidas.
Dos realidades, dos formas de ver el mundo, la de los cabeza-2030 y el resto. Como me dijo uno de los responsables del Ayuntamiento en materia de movilidad y medio ambiente, la estrategia es clara: aprovechar el dinero de Europa para cambiar la ciudad lo más rápido posible. «Cambiarás Gijón -le comenté- pero no la mentalidad de la gente».
Pero lo peor son las incoherencias. Cuando todo se polariza, nada tiene sentido y surgen nuevas contradicciones: “Dar Ok en un grupo de WhatsApp aumenta la huella de carbono, tener docenas de aviones durante tres días en Xixón quemando Keroseno debe ser que perfuma, limpia y enriquece”, apuntaba también Juan Chaves, concejal de Podemos-Equo Xixón.
Hay una clara antítesis entre un discurso político puntilloso, que pretende incidir en nuestros hábitos más íntimos, y el animoso “Bienvenido, Mister Marshall” que nos piden para recibir a los pasajeros de un crucero de superlujo, con el ánimo de que “dejen perres”. Ay les perres. No hace mucho, la propietaria de un comercio de merchandising gijonudo me hablaba del término “tiendas museo”: los turistas entran, observan cual Reina Sofía y salen. No hay transacción económica y los tenderos no son sino estatuas. Estábamos con la Covid hasta las cejas y eso pudo influir en el bajo gasto del turista, todo hay que decirlo.
No obstante, el verano 2022 parece esperanzador y no será hasta finales de la temporada estival que podamos hacer un balance y proyección para los próximos años (¿post-pandemia?). Un verano sin mascarillas, por fin, en el que esperemos “nos permitan” sonreír de una vez, y en el que ojalá también nos dejen de dar la turra con el dedo que tapa el sol y todo lo importante. Por favor.
IMPECABLE ARTICULO.