«Mándamelo a mí o ponme en copia. Ya sabes que siempre te respondo con un OK para que sepas que recibí el correo». Pues espero que me mandes un OK, Marce, de que estos dispersos recuerdos te han llegado ahí arriba
«Me parece muy interesante, ¿te parece si nos vemos y lo comentamos?». Así era Marcelino y así ha sido siempre conmigo -y con todo aquel en quien veía algo-, una auténtica esponja abierta a recibir ideas de proyectos y publicaciones. ¿Quién le iba a decir que no al director del medio de comunicación más importante que tenemos en Asturias? Eso sí, lo de tomamos un café y lo de «¿tienes un minuto?» siempre era para calcular tres cuartos de hora, mínimo.
Lo que viene a continuación es una sucinta glosa sobre la figura de una persona que fue muy importante para mí y que, eso es lo de valorar, estuvo en el peor de los momentos de mi vida y en los mejores, de los que fue partícipe y hasta culpable, aunque él dijera que no. Por todo eso, que es lo que se sitúa a la orilla de lo profesional, es por lo que me parece insustituible. No voy en la línea de valorar su trayectoria como periodista, que particularmente me importa menos, sino que me quedo con la persona. Porque Marcelino se dedicó a informar y a formar. Seguro que son las peores líneas y las más inconexas que puedo escribir en un momento de llanto y estupefacción como este, pero no tengo mayores expectativas ni tampoco busco que nadie encuentre eso por aquí.
Dice un proverbio chino que si no tienes algo que decir que mejore un silencio: guarda silencio. Marcelino era eso, o hablaba o aguardaba silente con los oídos bien abiertos y las ideas en movimiento. Un líder es eso, es alguien que da ejemplo y por ello todos le siguen. Silente, tranquilo, dialogante y hasta inquietante con esos silencios mientras tú disparabas. Sin embargo, ese humor ácido se tornaba rápidamente en sonrisa y carcajada contagiosa. Se detiene, mira el teléfono, un mensaje, un mensaje de un importante presidente deportivo en modo quejoso: «La una y media de la tarde, ya debe estar desayunando». Buscaba tu mirada cómplice y exportaba la carcajada. Te ganaba.
En 2014 publiqué una página completa por primera vez en El Comercio, gracias a la aprobación de Leticia, seguimos en 2015. En 2016 entró un nuevo director. ¿Cómo sería? ¿Se me terminarían las posibilidades? La primera reunión fue enfrente del periódico, tomando un clásico café que nunca te dejaba pagar. Al principio, algunas veces tocó esperar por él, hasta media hora un día que se durmió y otro que se había equivocado de hora. Pero luego vaya que si recuperaba ese tiempo contigo. Un folio con una larga lista de proyectos editoriales (programas, exposiciones, suplementos especiales, iniciativas de colaboración…) y temas para publicar. Él te iba indicando un guion de prioridades y al día siguiente ya estaba moviendo los hilos necesarios para que tus proyectos vieran la luz, porque todo lo que un servidor le proponía siempre le gustaba y luchaba por ello. Cada vez que el periódico gestionaba un gran proyecto editorial, era él quien me llamaba incluyéndome forzosamente en el barco con papeles muy protagonistas. Por otra parte, no hubo un solo proyecto que le propusiera a Marcelino que no saliera adelante.
Las oportunidades laborales y mediáticas que Marcelino nos brindó a los jóvenes jamás se podrán agradecer. Pero no queda ahí la cosa, él miraba mucho por los suyos y te ratificaba que El Comercio era tu casa; por lo que cuando algún dirigente municipal se quería aprovechar de ti, de tu proyecto, del proyecto que ya era del periódico: Marcelino no lo toleraba y se anticipaba a la defensa de tu dignidad y tus valores, y de los de su empresa. Efectivamente, como decía Carantoña, era un paraguas bajo el que resguardarse cuando había tormenta.
Allá por septiembre de 2021, este que suscribe fue nuevamente engañado por otro dirigente municipal, ¿quién acudió al rescate y a la defensa de un tema que le pareció superinteresante? Marcelino. Desde Gijón, desde Asturias, hicimos algo único y pionero en este país: investigar y encontrar todos los jardines botánicos privados de la región, un año y medio de recorrido, una sonoridad aplastante que acabó siendo noticia en algunos de los principales medios de comunicación nacionales, como El País y La 2.
Marcelino metió en un buen fregado a Miguel Rojo, que cada semana tenía que soportarme, meterme prisa, indicarme cómo recibir los textos de cada versión y las fotos…. Pero hicimos algo único y con un grado de atracción gigantesco y cada vez más creciente. Hasta que en mayo de este año me concedieron por unanimidad el Premio de Investigación Rosario Acuña por presentar ese mismo tema. Ese premio no hubiera sido posible sin Marcelino, sin Miguel y sin el altavoz de El Comercio. «Profesionales como tú hacen grande a este periódico», decía. Lo de siempre. No, sin valedores como Marcelino y sin gente como él que apostase por este joven, nada de esto hubiera sucedido.
Una de sus últimas peticiones -y voluntades- fue a colación de una pregunta del director general del periódico: ¿A ese chaval que firmó los suplementos de la catedral y el Campoamor no se le ocurrirá algo más sobre Oviedo y Gijón? Marcelino me lo trasladó y al día siguiente le di una respuesta: tengo estos tres temas. Este martes, día 26, era cuando nos íbamos a reunir para tratar uno de ellos.
Produce vértigo y asombro pensar que fue quien lideró la salida del decano de la prensa asturiana en formato digital, el primero periódico online del país, y quien hace poco siguió influyendo en su actualización. A Marcelino le gustaba cuidar las cosas, hacerlas a su gusto y con muy buen gusto. Nada de troquelar fotos y montar unas sobre otras en la edición impresa. Contenidos específicos para suscriptores, porque había que darles un elemento de calidad diferencial, valorar a tus clientes suscriptores con algo valioso.
También fue otro gran apasionado del suplemento gastronómico El Yantar. Como sabía que mi debilidad y mi salvación profesional fue la cocina: siempre me mandaba la invitación a Las Calderetas de Don Calixto y me guardaba el recopilatorio especial del Yantar.
Cuando soltamos la exclusiva sobre el traslado de la maqueta del cuartel del Simancas, en connivencia con otro grandísimo apoyo como Marcos Moro, se le hinchó el pecho y fue su prioridad a lo que espetó: «¡Vaya tanto de delantero!».
«Mándamelo a mí o ponme en copia. Estoy yo sobre el tema. Aunque esté muy liado, ya sabes que siempre te respondo con un OK para que sepas que recibí el correo». Pues espero que me mandes un OK, Marce, de que estos dispersos recuerdos te han llegado ahí arriba.
¿Qué vamos a hacer ahora sin Marcelino? ¿Qué va a pasar con tantos proyectos pendientes y en mente por los que él apostaba y apostaría? Pues como esgrimió otras grandísima persona como Julio Valle, su director comercial, «ahora más que nunca hay que sacarlos adelante por él», por Marcelino. Porque, en prensa, «el que golpea primero, golpea dos veces», me enseñó Marce.
OK. Nos vemos el martes. Gracias por todo lo que me diste, Marcelino.