Superada la tempestad interna que azotó su partido, la única representante de Podemos en el Pleno se ha convertido en una de las voces de la oposición más críticas con lo que entiende como un alejamiento del diálogo por parte del Gobierno
Quienes gusten del placer de la literatura y, al tiempo, observen la historia de Podemos en Asturias quizá encuentren en su deriva reciente algo de tragedia clásica, un toque entre dramático y romántico, y la constatación de que, como en la ficción, los peores augurios no siempre se cumplen. Desgajado poco antes de los comicios del 28 de mayo por una guerra interna entre su coordinador autonómico, Rafael Palacios, y la ahora suspendida de militancia diputada Covadonga Tomé, los efectos de esa tempestad, replicados en otros lugares de España al calor de la pugna sobre la integración en en la plataforma Sumar, también se hicieron sentir en varios municipios de la región. Sin embargo el partido, cuya desaparición no pocos pronosticaron, aún hoy se mantiene en la escena política, herido aunque no vencido, mermado en apoyos pero conservando buena parte de la influencia de sus mejores tiempos. Y, en Gijón, el puntal de esa resistencia lo encarna Olaya Suárez Fernández (Gijón, 1993). Perfecta representante de esa hornada de políticos jóvenes que saltaron a la palestra política con la convicción de regenerar el anquilosado sistema tradicional, esta contable de profesión, única representante en el Pleno de los ‘morados’ tras haber perdido dos concejales en las pasadas elecciones, continúa trabajando «por el bien de los gijoneses», decidida a dar la batalla a un Gobierno local en el que su grupo detecta una peligrosa merma de la predisposición democrática y, a larga distancia, un riesgo para el conjunto de los ciudadanos.
Contable de oficio, una carrera razonablemente sólida en su haber… ¿Qué le llevó a lanzarse al mundo de la política?
La verdad, me hizo ilusión el proyecto de Podemos. Vi que era un partido que sí me representaba, al que no sentía como al resto. Venía a cambiar las cosas, y con una vocación de transformación que me ilusionaba. Así que fueron pasaron los años, y hace seis desde que me afilié, como militante de base hasta que, en un momento dado, hubo posibilidad de dar un paso más… Y aquí estoy.
¿Nunca se ha arrepentido de su decisión?
En ningún momento. Y de dar este paso para representar a Podemos en las instituciones, tampoco. Sí que me faltan más horas de sueño que hace unos años, pero sigo aquí, y espero hacer lo posible para mejorar la situación de mis vecinos y vecinas.
Y, aun así, el golpe que recibió Podemos en mayo fue considerable. Sólo en Gijón su partido pasó de tres concejales en el Pleno a uno. ¿Le sorprendió ese resultado?
Esperábamos el retroceso en la representación en todos los territorios, como acabó pasando. Sí que hubo resultados peores de los esperados, sitios en los que nos quedamos fuera, como el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Los sondeos eran preocupantes, pero conseguimos mantener la representación viva en Gijón, por lo que estamos contentos. Y eso ha hecho que, pese a bajar el número de concejales, ha aumentado la militancia. Ahora tenemos a casi cincuenta personas en los grupos de trabajo, que son los que alimentan de contenidos las Comisiones y los Plenos.
Hace pocos días se produjo un hecho curioso, y muy comentado: en el Pleno extraordinario convocado para explicar la situación de Oliver Suárez al frente de Divertia la alcaldesa, Carmen Moriyón, al referirse a la oposición de izquierdas diferenció al PSOE y a Izquierda Unida de Podemos. Su expresión fue que ustedes son «otra cosa distinta». ¿A qué cree que se refería?
A mí también me sorprendió la respuesta. Creo que mi cara lo evidenciaba. Pero creo que se refiere al tono que utilizamos, sobre todo fuera de la escena pública, en las Comisiones y por los pasillos. Tengo buena relación con todos los concejales del Gobierno. Hemos podido hablar de diferentes temas, y eso nos ha llevado a conseguir pequeñas cosas. Quizá Moriyón criticaba el tono de los otros dos grupos, que puede que sea más bronco, o busca el ataque por el ataque, en lugar de tratar de sacar iniciativas adelante.
Desde el actual Ejecutivo se hizo hace pocas semanas el balance de sus primeros cien días en el poder. ¿Qué valoración hace usted?
Lo que percibimos es que han apostado por el retroceso. Lo hemos visto en medidas de movilidad y de medio ambiente, como eliminar los bolardos en los colegios. También la incapacidad de afrontar unas cuentas difíciles como las de Gijón, queriendo congelar todas las tasas y precios públicos en un momento en que necesitamos aumentar la financiación para garantizar esos servicios. Vemos empresas públicas con problemas, y cerrar los ojos nunca es la solución. Sinceramente, esperamos que lo reconduzcan. Confiamos en ver el proyecto de presupuestos, pero nuestra posición actual es crítica.
«Nos falta ver a esa Carmen Moriyón que buscaba el consenso. Se ha atrincherado en gobernar con un tránsfuga, y eso es decepcionante»
¿Y qué decir de sus propios cien días iniciales?
Estamos haciendo una oposición responsable, llevando muchas iniciativas tanto a las Comisiones, como el Pleno. Incluso más que otros grupos con mayor número de concejales. Eso demuestra la capacidad de trabajo en Podemos, de esa militancia que desarrolla esas iniciativas. Algunas cosas, como la iluminación de la pasarela de Nuevo Roces, la reforma del parque Electra o el cierre del parque para perros en el ‘Solarón’, el Gobierno nos las ha comprado, y las va a ejecutar. Se puede ser duro en el fondo y en las formas en ocasiones, así lo hemos hecho saber, pero después hay que sentarse a hablar para sacar adelante cosas positivas para Gijón.
En ese sentido, la oposición ha criticado en alguna ocasión que no percibe a aquella Moriyón dialogante de sus dos legislaturas anteriores como regidora. ¿Qué opina al respecto?
Las negociaciones las hemos desarrollado con los distintos concejales, pero sí que nos falta ver a esa Carmen que buscaba el consenso. Se ha atrincherado en gobernar con un tránsfuga, y se niega a negociar con la oposición para sacar adelante los grande proyectos. Pienso, además, que esa posición resulta decepcionante. No sólo para la oposición, que es algo más lógico, sino también para muchos de sus propios votantes.
Ya que menciona la palabra ‘tránsfuga’, y al margen de sus conocidas posturas críticas en el Pleno y ante los medios de comunicación, ¿cuál es su análisis de la situación en Divertia?
Yo creo que a Moriyón le va a pasar factura. Demuestra que es incapaz de pactar con los grupos de la oposición. Y, la verdad, creo que lo que le lleva a hacerlo es la inseguridad. La alcaldesa no cree que sea ella misma capaz de llegar a grandes acuerdos, como hizo en el pasado con el Plan General de Ordenación. No se ve capaz de hacerlo con los antiguos terrenos de Naval Gijón, o con el uso del ‘Solarón’, o con el proyecto del Muro, y eso hace que se escude en lo que es una estafa para todos los votantes en Gijón: pactar con un tránsfuga. Y no olvidemos que su partido firmó el pacto antitransfuguismo…
La alcaldesa se ampara tanto en el ajuste de su decisión a la ley, como en lo que entiende como una solvencia de Oliver Suárez como gestor…
Bien, a la vista de la mala gestión empresarial que se ha demostrado del señor Suárez… ¿En base a qué se ha determinado que pueda ser un buen gestor de una empresa pública? Al final, se le ha dado la llave de una caja que contiene un presupuesto de casi ocho millones de euros… La cuestión está clara: se hace no porque crean que sea un buen gestor, sino en pago a su voto favorable en el Pleno.
Y, sin embargo, en el Consejo de Administración de Divertia sólo Podemos votó en contra de su nombramiento como presidente; PSOE e IU no secundaron su rechazo, a pesar de sus reiteradas críticas, amparándose en que no querían bloquear el ente municipal.
Ante todo, aclaremos algunas cosas. En el Consejo se tenían que otorgar los poderes al presidente. En Divertia hay nueve consejeros, y se necesitaba mayoría cualificada de dos tercios, seis síes, a toda costa. De esos nueve, faltaba el consejero de Vox, por lo que éramos ocho, aunque seguía bastando con seis votos a favor. El Gobierno ya aportaba cinco, pero con tres votos desfavorables de la oposición, el mantenimiento de Oliver Suárez se tumbaba. Podríamos haberlo paralizado, evitar dar los poderes a un tránsfuga que carece de la legitimidad. Y, entonces, desde el Gobierno se intenta hacer un chantaje emocional, hablando del pago de los trabajadores, de que se se puede poner en peligro la celebración del FICX si se bloquea Divertia… En ese momento yo intervengo, y digo que se puede nombrar a otro presidente, a alguien de Foro o del PP, y me comprometo a acudir el lunes y darle los poderes, como ya hice en el Consejo de la EMTUSA con Pelayo Barcia. Pero los representantes del PSOE y de IU cambian de idea, ceden y apoyan a Oliver Suárez. Y es que ese mismo día la alcaldesa podría haber nombrado otro presidente. La empresa se habría bloqueado, sí, pero sólo dos días.
De todos modos, ¿sospechaba que podría llegar a producirse ese giro de timón por parte de PSOE e IU?
No me lo esperaba por parte de ninguna de las dos consejeras. Creo que la solución era sencilla. Entiendo que, si el problema es a largo plazo, te replantees una posición, pero esto se podría haber arreglado en cuestión de horas.
Aun así, los tres partidos celebraron la noticia de la expulsión de Vox del tripartito gijonés. Siendo como es la suya la fuerza más a la izquierda de la oposición, ¿cómo vivió aquel anuncio?
En un primer momento fue una alegría. Todo lo que pueda condicionar la ultraderecha siempre será negativo para nuestra ciudad; por eso la combatimos. Ahora bien, no se rompió con Vox porque la alcaldesa se quedó con los trozos. Al final, para sacar sus proyectos depende del voto de Oliver Suárez, que se ha demostrado como una persona sin principios, ni ética, que puede obviar ciertos ideales de la ultraderecha a cambio de dirigir Divertia, y en la que querrá estar esos cuatro años. Y que nadie se lleve a engaño: la ideología de Oliver es la misma que la de Vox. Hace cinco meses se presentó con ellos, y no creo que sus ideas hayan cambiado en este tiempo. Defiende unos principios machistas, racistas, negacionistas del cambio climático, homófobos… Por eso, cualquier influencia que pueda tener en el Gobierno la combatiremos. A fin de cuentas, ¿qué forma de gobernar es esa en la que se calla a alguien a cambio de gestionar ocho millones de euros? Es decepcionante.
Ha hablado antes de «problemas a largo plazo», y en estos primeros cien días ya se han abordado, no sin discrepancias, algunos de ellos. Uno de los primeros ha sido el de la movilidad, con el Consistorio decidido a rescatar plazas de aparcamiento, a derogar la Ordenanza de Movilidad, a modificar varias de las acciones llevadas a cabo en la legislatura de Ana González…
En el mandato pasado es verdad que hubo algunas medidas de movilidad que supusieron cierta polémica. Faltó diálogo por parte de la concejalía de Movilidad con los barrios, y eso provocó que la oposición de entonces lo erigiera como bandera en su lucha por llegar al Gobierno. Les salió bien, y hoy tenemos al edil Pelayo Barcia queriendo hacer de Gijón un parque temático para coches, y tratando de meter en el presupuesto 100.000 euros para un estudio sobre si se puede soterrar el tráfico en el Muro, o no. Nos esperábamos que lo hicieran, porque era su gran promesa de campaña, y parece que la única de Barcia: llevar los coche por todas las calles. Sólo le faltaba despeatonalizar la calle Corrida. Se ha puesto en contra de muchas asociaciones medioambientales, de vecinos, AMPAS… No olvidemos que hay cinco colegios que han pedido formalmente la vuelta de los bolardos.
Para usted, ¿por dónde pasaría la solución al debate de la movilidad en Gijón?
Hay que hacer una planificación, y pensar en una solución antes de actuar. Si no, provocas rechazos. Europa va a más zonas verdes, más espacios peatonales, más transporte público… No podemos ir en contra. La reordenación de las línea de la EMTUSA es algo necesario que venimos reclamando desde hace meses, pero dicen que no se va a hacer. Se van a renovar los autobuses con el Plan de Inversiones, pero no se comprarán más, por lo que reordenar sería quitar vehículos a una línea para ponérselos a otra. Es un problema que hay que abordar de alguna manera, porque no podemos pedir que la gente se mueva de manera sostenible sin alternativas. Desde Podemos abogamos por más carriles bici, más estaciones para unas bicicletas que ya suscitan dudas por su rentabilidad… Hay que buscar otras opciones. Y lo que la gente tiene que entender, y los representantes públicos debemos ayudar a hacer comprender, es que no se puede llevar el coche hasta la arena de la playa. La contaminación es un problema real, y es desorbitado. Somos una de las ciudades más contaminadas de Europa, y debemos actuar sobre todas las causas. Ahora bien, si sólo quieren triar balones fuera, que no gobiernen y dejen gobernar a quien sí quiere hacer cosas.
Bueno, tal vez la intermodal y el intercambiador formen parte de ese abanico de soluciones…
La intermodal es básica. Necesitamos que se haga cuanto antes. Y debería ser el núcleo en el que convergieran las líneas de los diferentes barrios, porque la gente podría moverse fuera del centro. Por eso no entendemos que se quiera instalar el intercambiador en el Humedal, que dejará de ser el foco en cuanto tengamos la intermodal en Moreda. Habrá que revisar el planteamiento cuando se tenga, pero para eso faltan años. Son plazos muy largos, y la obra llevará mucho tiempo de ejecución. Sin embargo, los problemas existen hoy, así que no hay que esperar diez años para resolverlos. Hay barrios, como Jove, sin transporte que vaya por sus calles. O Nuevo Roces, con mala conexión tanto desde el este como desde el oeste. Debemos pensar en soluciones para esos miles de gijoneses desatendidos.
Y así es como se llega a otro gran frente en la ciudad, el de la contaminación… En el que parece que se ha cosechado una gran victoria con la confirmación del Principado de que la planta de pirólisis no cumpliría con la legislación medioambiental vigente.
La verdad es que para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Pienso que el PSOE quería modificar ese Plan Estratégico de Residuos del Principado, el PERPA, que, de todos modos, habría que cambiar el año que viene. Entonces, ¿por qué el IDEPA concedió inversiones? ¿Por qué el presidente autonómico, Adrián Barbón, se negó a reunirse con la Federación de Asociaciones Vecinales de Gijón? Hay mucho oscurantismo, mucha opacidad, y seguiremos muy vigilantes.
«En nuestros comedores escolares la calidad del producto es lamentable, además de ser cantidades escasas. La cadena fría debería dejar de existir»
Se ha hablado ya de movilidad, de contaminación, de política local, de Divertia… Quedan en el tintero las cuestiones del ‘Solarón’ y de los terrenos de la antigua Naval Gijón, para las que el Ejecutivo de Moriyón ya se ha posicionado, y con cierto apoyo del Principado. ¿Qué le parecen ambos aspectos?
En Naval Gijón lo que queremos es que se inserte industria de economía azul para atraer empresas limpias que generen empleo de calidad, y que permita que la juventud de nuestra ciudad no tenga que emigrar para buscarse la vida. Y, al mismo tiempo, veremos también qué va pasando con la compra de los terrenos. El Puerto debe recompensar a la ciudad por todo lo que ésta le da. En ese sentido, apoyaremos el proyecto municipal de otro parque científico tecnológico, pero especializado en esa economía azul, siempre que no derive hacia otro tipo de cuestiones, como la especulación o la construcción de viviendas de lujo. Ya lo he dicho: si fuera por Podemos, todos los terrenos serían para uso industrial. Obviamente, para llegar a consensos a veces hay que ceder en parte, pero hay más de 8.300 viviendas vacías en Gijón.
¿Y en cuanto al ‘Solarón’?
Parque. Exclusivamente parque. Reitero que no hacen falta más viviendas. Sí que nos abrimos a negociar para un equipamiento municipal; quizá hace falta algún local para los vecinos de la zona centro, alguna escuela infantil… En Gijón los terrenos son los que son, y en el centro está todo construido. Así que a eso podemos llegar a abrirnos, pero a que se levanten viviendas, no.
De todos modos, usted ha hecho de la mejora de los comedores su cruzada personal. ¿Ve factible un cambio de modelo?
La cadena fría debería dejar de existir en cualquier servicio. La calidad del producto es lamentable, además de ser cantidades escasas. Y la percepción de las familias es que no se está haciendo nada para cambiarlo. A mí la concejala de Servicios Sociales, Ángeles Fernández-Ahúja, me dijo que se tardaban diecisiete meses en preparar unos pliegos para cambiar de modelo, así que esperemos que hayan iniciado los trámites… Ella pide paciencia, pero es que si siguen esperando no llegará ni siquiera al curso académico de 2025. Y hablamos de nuestros niños. La falta de calidad y cantidad es constante en los menús. Los niños salen con hambre, y es que eso no se debe permitir. Desde luego, eso se tendría que haber iniciado antes, pero la concejala actual es la que debe responder ahora. Y debería empezar por convocar el Consejo Escolar Municipal. No vamos a cejar en ese empeño, y controlaremos todo lo que pase con la empresa adjudicataria.
Sí, pero… ¿Es realista pretender un cambio radical de modelo? No todos los centros educativos cuentan con recursos para disponer de cocinas propias…
En los colegios periurbanos sí se tiene, y funciona muy bien. Por eso nuestro modelo es ese, con personal que se encargue de realizar la comida el mismo día, y que atiendan a los niños de manera adecuada. Porque ese es otro gran tema, la formación de los que atienden a los niños. En el colegio Federico García Lorca, cuando yo iba a clase, había cocina; se desmanteló y ahora hay línea fría. Es algo que al Gobierno le parece más cómodo, pero ya va siendo hora de buscar alternativas. Por ejemplo, es cierto que hay centros en los que es imposible montar una cocina, como el Príncipe de Asturias, pero el Federico García Lorca está cerca; se puede cocinar allí para los dos, y seguirá siendo alimentación de proximidad. En otros casos, si no se pueden habilitar cocinas, se podrán buscar empresas instaladas en Gijón, que con productos de cercanía hagan la comida diaria.
Dejemos a un lado lo puramente local. Podemos ha superado una crisis interna que llegó a alimentar la idea de una desaparición. Aquella lucha interna de Rafael Palacios y Covadonga Tomé, el encierro en la sede gijonesa del partido… Cuando echa la vista atrás, hacia aquellos primeros días de mayo, ¿cómo analiza todo lo que ocurrió?
Lo que pasó es que hubo un sector, el de Tomé, que perdió una primeras elecciones a las primarias, y nunca lo aceptó. Ese sector habló de fraude y de pucherazo al más puro estilo ‘trumpista’, y estuvo contaminando el ambiente en el seno del partido durante meses. Después se celebraron las primarias al Principado y, tras insultar a toda la dirección, ese sector crítico las ganó. Y, qué curioso, en esa ocasión no hubo fraude, sino que fueron válidas y correctas, debe ser que el mecanismo utilizado vale a veces sí, a veces no. En cualquier caso, en los meses siguientes se siguió intimidando a la dirección, y llegamos a una precampaña en la que no se deja de insultar a sus miembros. Incluso hubo dos de sus integrantes que tuvieron que irse por el acoso sufrido. Y, así las cosas, nos encontramos con un encierro vergonzoso e insultante en una de nuestras sedes, y con un escrache a los miembros de la organización que acudimos a la Junta Electoral a registrar la lista. Todas esas actuaciones, llevadas al ridículo y al absurdo, desembocaron en una desafección a nuestro proyecto. Y es algo que entiendo.
El sector de Tomé insistió una y otra vez en que Jorge Fernández, su ‘numero cuatro’, al que la dirección acabó reemplazando por Ana Taboada, debía ir en su lista autonómica…
Le estaba exigiendo a la dirección que incumpliera una sentencia para meter a su amigo en las listas. Y, evidentemente, la dirección no accedió, y así fuimos a elecciones. No se respetó en ningún momento a la dirección. En el pasado, cuando la gente no ha estado de acuerdo con las decisiones de otros secretarios generales, nunca se les atacó en público, ni tampoco en la prensa, ni se les hicieron escraches. En eso consiste la democracia interna.
A día de hoy, y después de todo lo ocurrido, ¿cómo es su relación con Covadonga Tomé?
No es diputada de Podemos, y no tengo relación con ella. Es una diputada que ha demostrado no ser de Podemos, más allá de lo que ocurra a nivel orgánico. Una persona que no dona parte de su sueldo, como hacemos los demás; que ningunea e insulta públicamente a la dirección, que critica las negociaciones con la FSA-PSOE, que firma un acuerdo con otro partido sin pasar por los órganos correspondiente, que contrata a a dedo a sus amigos… Esa persona no es de Podemos, y ahora mismo tiene un expediente abierto con unas cautelares que, hasta que se resuelvan garantías, tampoco la confirman como militante.
«Como proyecto, Sumar ha fracasado. Aspiraba a ser un frente popular que uniría a todos los partidos de la izquierda, pero lo que ha hecho es achicarlo»
Fuera de aquel conflicto, Tomé encabezó el ala que se posicionó más nítidamente a favor de la integración plena en el proyecto Sumar, liderado por Yolanda Díaz. ¿Qué opinión le merece?
Como proyecto, creo que Sumar ha fracasado. Aspiraba a ser un frente popular que uniría a todos los partidos de la izquierda, algo que hemos ido trabajando desde Podemos. Ahí están las Mareas… Se han hecho ejercicios por tratar de ampliar el espacio. Y lo que ha hecho Sumar ha sido achicarlo. Ha tenido un resultado peor que Unidas Podemos, y lo ha hecho faltando al respeto a varias organizaciones. Sobre todo, a la nuestra. No entendemos que ni IU, ni Podemos tengamos portavocías en el Congreso, ni que no podamos registrar nuestras propias iniciativas, ni se nos permita intervenir en los Plenos… Todo eso ha retrocedido. La forma de llevar el grupo parlamentario está siendo autoritaria y unilateral. La negociación con el PSOE se ha hecho a espaldas de Podemos. No creo que eso sea sinónimo de un frente amplio. Y eso me apena.
Sin duda, la gran noticia de los últimos días en España ha sido el acuerdo alcanzado entre el PSOE y Junts per Catalunya para la investidura de Pedro Sánchez… Amnistía y protestas en las calles mediante. ¿Cuál su análisis del pacto logrado?
Es la demostración de que, al final, que los conflictos políticos se arreglen haciendo política es bueno siempre. El de Cataluña es un conflicto netamente político, y aunque la derecha más reaccionaria ha tratado de llevarlo a los tribunales, esa no es la solución. De hecho, el momento más tenso se vivió durante un mandato de derechas, cuando se aplicó el 155. Para mí, buscar el consenso con cualquier negociación, en un escenario en el que no hay mayorías absolutas, es siempre positivo. Y quienes hablan de que las amnistías no son correctas, de que constituyen un insulto a la democracia… En fin, con el golpe del 23F parecía que todo estaba bien. Cuando se perdonó a torturadores y a asesinos, todo bien, y cuando se habla de amnistía a evasores fiscales, también. Tratar de resolver el conflicto de identidad de un pueblo con porras y penas de cárcel nos lleva a la ruptura entre los diferentes territorios de España. Por eso cualquier intento de solución colectiva, como la amnistía, es positivo y tiene todo mi apoyo. Demuestra que la izquierda sabe negociar y dialogar, y la derecha, sólo envolverse en la bandera y salir a la calle a volverse violenta. La actitudes, además, están siendo golpistas. Estamos viendo cosas que no se veían desde hacía muchísimos años, y empiezan a ser preocupantes. La política les corresponde a los representantes públicos, y hay una mayoría plural en este país. En eso están Pedro Sánchez y el resto de la izquierda, y ahí nos van a tener.
¿Y no le da miedo que la ciudadanía no lo llegue a entender así, y a que pueda llegar a pasarle una factura abultada a la izquierda española?
Cuando Clara Campoamor defendió el derecho al sufragio femenino, lo hizo con toda la conciencia. Y, en las elecciones siguientes, la izquierda perdió. Las mujeres votaron mayoritariamente a la derecha, bien motivada por sus maridos, bien por influencia del clero. Y, aun así, no creo que se equivocara. Lo que es justo hay que defenderlo, vaya a a costar, o no, resultados en las urnas. A veces, mucha gente no entiende ciertos derechos, o cree que no los necesita cuando se está luchando por conquistarlos. Sin embargo, cuando esas personas miran retrospectivamente a la historia, piensan que menos mal que había alguien combatiendo por ellos.