Cómo vamos a explicar a las generaciones que están por venir que en el año 2024 la mejor forma de gestión del medio rural que se le ocurre a los gobiernos de ciertos lugares pasa por exterminar una especie
Siguiendo la máxima de que uno haga lo que pueda para cambiar las cosas, hete aquí que en el artículo de esta semana quiero escribir sobre La Ciencia. No deja de sorprenderme que en pleno año 2024 tengamos que hablar o rebatir algunas majaderías de tamaño sideral. Quizá de las mayores sea la que ha dicho el ex político del PP Jaime Mayor Oreja en una especie de cumbre contra el aborto celebrada en el Senado. Sí, he escrito eso, en el Senado de España se ha celebrado la una cumbre transatlántica contra el aborto, lo que en sí mismo ya nos debería parecer una barbaridad, pero, amigos míos, la nueva derecha rancia y la ultraderecha medieval quieren eliminar las libertades y los derechos que tenemos en nuestro país, especialmente si eres mujer, para dotarnos de crucifijos, mantones y necedad a raudales.
Porque no caben medias tintas con según qué asuntos, como es el caso del discurso de este señor de ultraderecha católica, y ex del PP, que defendió “la verdad de la creación frente al relato de la evolución “que básicamente es defender que estamos hechos de barro, frente a la teoría evolutiva que explica el origen de la vida. Una sandez, un ejemplo de que hoy en día se ha perdido la vergüenza a mostrar la ignorancia propia, al punto de hacer gala de ella. De hecho, el mejor ejemplo de esto es leerse un programa de Vox.
Pero no quiero quedarme en esto porque, antes de llegar al asunto que me preocupa todavía más y que tiene que ver con los lobos, me paro de refilón en unas líneas leídas al presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos de España, en las que hablaba de riadas e inundaciones y que no se deben dejar pasar. Hablar de dragar la Albufera de Valencia es lo mismo que decir que hay que poner un muro en la desembocadura de los ríos en el mar para que no “se desperdicie” el agua (véase aquí una referencia al ideario “ambiental” del partido de ultraderecha más verde del país). Vamos a dejar a un lado las figuras de protección de los espacios, de las especies, el equilibrio natural y todo eso para explicarle a este señor representante que esas teorías son propias de la ingeniería, sí, pero de principios de siglo, del siglo XIX. Gracias al trabajo multidisciplinar, hoy en día la interpretación de los flujos naturales de agua va más allá que poner losas de hormigón y arrasar con el bosque de ribera y que precisamente hormigonar, modificar el trazado de los cauces y eliminar la vegetación de ribera es lo que ocasiona los terribles efectos de las inundaciones urbanas que hemos visto en Valencia.
Y me voy ya al tema que me ocupa y preocupa, que tiene que ver con la votación realizada en el Comité Permanente del Convenio de Berna, organismo que establece preceptos respecto a la conservación de la vida silvestre y del medio natural en Europa, en la que se decidió rebajar el estatus de protección internacional del lobo. O, lo que es lo mismo, los dos ejemplos anteriores, vasallos de las creencias o del desconocimiento y no de las evidencias científicas, han fraguado este tercer asunto. No es que Jaime Mayor Oreja y el representante de los ingenieros de caminos hayan ido a votar lo del lobo, no, quiere decir que las posturas sin aval científico (y me refiero a avales científicos de este siglo y de este tiempo) en el caso del lobo han salido victoriosas. Al menos de momento. Es cierto que faltan votaciones y meses para que esa mayor desprotección de la especie, del lobo, pueda llegar a nuestro país. Y digo pueda porque, si el gobierno no quiere, no tiene por qué llevarlo a cabo. Entiendo que tendrá presión de algunos gobiernos regionales, como el de Castilla y León o Cantabria, que insisten en decir que el lobo es el culpable de todo, dando públicamente rienda suelta a su ignorancia. Pero está por ver si un gobierno como el de Asturias, pese a haberse ya pronunciado públicamente con una postura difícil de defender a favor de cambiar el estatus del lobo, acaba presionando para que esto sea así. Quizá deba valorar el propio gobierno, y también, por qué no decirlo, su socio de coalición IU -del que se espera una defensa del medio ambiente más feroz- que sus votantes no parece que lo vean con buenos ojos, no solo por lo que conlleva para el equilibrio de nuestros ecosistemas, sino por el mensaje que se lanza al criminalizar a una especie de fauna amenazada por todos los problemas que atraviesa nuestro sector primario, que nada tienen que ver con el lobo y si con los precios de los piensos, el combustible, la burocracia, o la tardanza en la aplicación de las ayudas.
Es muy triste pensar en cómo vamos a explicar a las generaciones que están por venir que en el año 2024 la mejor forma de gestión del medio rural que se le ocurre a los gobiernos de ciertos lugares pasa por exterminar una especie. Es incomprensible cómo la mentira, los bulos y, hay que decirlo, la estupidez, nos llevan a tomar decisiones en contra de la ciencia. Vamos, que de igual manera que enjuagarte con lejía no prevenía del contagio del Coronavirus, salir a matar lobos no va a mejorar las condiciones de vida del sector primario en Ponga, por poner un ejemplo. Ni en Ponga, ni en Amieva, ni en Gijón o Villaviciosa. Mentir para decir que lo que uno quiere es dar rienda suelta a su rabia – o descontento- a base de rezar, hormigonar o disparar no debería conllevar tomar decisiones políticas en contra de la ciencia, el sentido común y el entorno en el que vivimos.
Hasta los Romanos se equivocaban
Ni Monty Phyton