«La actividad anual de la ciudad debe ser motivo de orgullo para cada gijonés, para cada gijonesa. Ver la agenda diaria en cualquiera de los periódicos es un privilegio para la inquietud y los intereses»

Estas líneas engrosan la cantidad de letras que se han dado sobre la actividad del verano gijonés, sobre lo que significa para la Xixón la Semanona o la importancia de la Feria Internacional de Muestras (FIDMA) para poner marco temporal al final veraniego en la ciudad. Quizás sean solo un grito de lo que para mí es esta ciudad y su cultura, quizás sean tan solo un refrescante y manido tema veraniego que facilita el día a día entre rayos de sol, carabelas portuguesas y cervezas en la Cuesta del Cholo, quizás sea un tema necesario de reivindicar y de orientar para un futuro que nos llega.
Orgullo, la actividad anual de la ciudad debe ser motivo de orgullo para cada gijonés, para cada gijonesa. Ver la agenda diaria en cualquiera de los periódicos es un privilegio para la inquietud y los intereses. Raro es el día que no puedas ir a una conferencia, a un taller, a una visita guiada de exposiciones, raro es el día que el vacío se encuentre en las páginas, como lo es en las calles de la ciudad, si ocurre, es porque nuestra villa descansa para un mañana que recuperará la deuda contraída del día anterior, uniendo lo debido a la normalidad frenética de su secuencia de actividades. Gijón es así, se siente así, se configura así. El tejido asociativo es clave para esta bendita locura de acciones que repercuten en la calle, en la vida de todos. La importancia de las asociaciones, verdadero ejemplo de democratización de la participación, en la configuración histórica de Xixón, no se nos debería olvidar jamás. Su acción viene de lejos, su actividad dibuja Xixón ayer y mañana, sus asociados, como la ciudad, envejecen, y las presidencias y juntas directivas de las mismas tiene un necesario y difícil relevo generacional, pero, aunque los años estén presentes, sus responsables protesten por trabas y problemas, sobre todo burocráticos, el amor, su amor por la ciudad y la cultura, las impulsa. Es tal su pujanza, tal su enraizamiento en esta ciudad, tal su cariño a las calles, que su actividad nos empuja a todos, participando o no de ella, haciéndonos agarrarnos sin descanso a una vela socio-cultural a la que estamos acostumbrados, pensando que siempre habrá viento, sin imaginarnos que lo que no se defiende se puede perder. Lo realizado por las asociaciones ha conformado una forma de acceso a la cultura cercana y participativa, asimilada y mimetizada por la ciudad a través de otros espacios como librerías, bares o lugares polivalentes, incrementando con ello la actividad y los agentes, fortaleciendo un tejido básico para lo que somos. Se debe velar por algo que es impronta de la ciudad, que es rasgo característico en nuestra forma de vivir. Somos una ciudad de asociaciones, una ciudad de tejido asociativo, una ciudad de agentes culturales, una ciudad de personas unidas por fines colectivos, Conocedores de su gran labor se debe seguir impulsando su papel fundamental en la democratización de la cultura y la formación de la ciudadanía, facilitando su labor desde la parte administrativa y política.
A todo ello debe unirse la actividad municipal. Una actividad que tuvo tiempos mejores que lograban satisfacer las demandas y necesidades de los y las vecinas desde la participación y la proximidad, en donde los centros municipales no eran recipientes de actuaciones sino generadores de sentimiento de pertenencia gracias al papel activo que tenían para los vecinos, donde los programas tenían el sentido de la temporalidad y no de la superposición, donde las actuaciones estaban conformadas para favorecer el acceso a la cultura a través de animadores, programadoras, dinamizadores situados en los barrios, irradiando y acercando la actividad al vecindario, donde no era el mucho sino el bien. Creo que eso hace años que se ha perdido, los cambios económicos provocados por la crisis del 2008, unido a modificaciones en los modelos de gobernanza, han provocado una paralización de una carrera lanzada desde los ochenta. Hoy tenemos mucha actividad, y muy bien programada por los y las técnicas de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular, pero debemos dar una vuelta al concepto que nos está arrastrando a un dinamismo impostado, pues el ayuntamiento debe poner calma y raciocinio a la acción a desarrollar y no el “más” permanente e infinito que nos puede llevar al descarrilamiento y al agotamiento de la parte técnica en la que pivota la actividad municipal, acostumbrarnos al todo vale, difuminar el necesario y mero entretenimiento de la fundamental cultura, y olvidar el papel clave de la acción y la política cultural que tienen los ayuntamientos. La política cultural debe hacerse a través de una metodología y una visión a corto, medio y largo plazo en donde se consiga pasar de la democratización de la cultura a la democracia de la cultura, en donde empecemos a seguir construyendo el camino iniciado en los ochenta con el despliegue de actividades, continuado en la primera mitad de los noventa con el incremento de los servicios culturales municipales y avanzando en el dos mil a través de la reivindicación de la importancia del sector cultural como dinamizador económico.
Es momento de mirar al mañana, y no se está haciendo. Un mañana en donde la cultura sea un elemento estratégico para la configuración de ciudad desde todos los puntos de vista, incluso desde su planificación urbana, entendiendo la proximidad como el espacio de convivencia y, por tanto, básica en la sociabilidad y la conformación de sociedades. Con ese pensamiento se debe romper las dinámicas hacia el espacio individual para luchar por la participación, implicación y prácticas colectivas, todo con el liderazgo municipal y la participación de los agentes culturales. Ese mañana debe basarse en la sostenibilidad, la promoción de oportunidades para la participación y creación, el abrazo constante entre cultura y educación como elemento clave de futuro, la búsqueda de cohesión social, la innovación e investigación como parte básica en el sector cultural, el fomento del pensamiento crítico y el aprendizaje permanente, la defensa de la dimensión económica de la cultura, favoreciendo el crecimiento de las industrias culturales y creativas, la eliminación de la brecha de género desde el empleo hasta las programaciones, el crecimiento a través del todos y no de unos separados, enriquecer el ecosistema cultural de la ciudad, garantizar las condiciones laborales de los y las trabajadoras de la cultura, no provocando, desde las Administraciones Públicas una batalla de precios a la baja en un elemento esencial de la sociedad. Todo realizado con un mayor dinamismo de la propia Administración, eliminando trabas burocráticas salvaguardando la legalidad, entendiendo la evaluación como elemento clave de mejora. Todo para seguir promoviendo el desarrollo individual y social, para crecer como comunidad y como ciudad, para ampliar nuestro pensamiento crítico y con él nuestra libertad, para unir pensamiento, sentimiento y emoción, para crecer en la cultura.
La cultura, la participación, los barrios, la cohesión social, las calles son ejes sobre los que gira el verano en Xixón. Quizás por eso siento orgullo de mi ciudad, porque veo lo que se construyó a través de una visión innovadora en los ochenta de gobiernos socialistas que hicieron confluir el pasado de la ciudad con el futuro que avanzaba. Una visión que se precisa cambiar, pero sin cambiar lo que nos hace ciudad, de lo que nos enorgullecemos. No vayamos a modelos impostados de otros lugares, no abarrotemos la ciudad de “mases” porque sí, sino de “por qués” que nos hagan pensar y de alegrías que nos eviten hacerlo, sigamos siendo Xixón y no Santander u Oviedo, aparentes referentes culturales para el consistorio, sigamos siendo callejeros compartiendo las aceras y no privatizando los espacios, sigamos siendo nosotros pensando en el mañana, pero sin olvidar el ayer, mirando otros lugares, pero sin olvidar lo que somos, sigamos poniéndonos sombreros de paja en la Semana Negra y vaqueros en el teatro Jovellanos, sigamos mirando el cielo de los Fuegos y el “Arte en la calle”, sigamos de conciertos y no de maltratos animales, sigamos abarrotando San Llorienzu y L´Arbeyal con nuestra lengua o con aquella que cada uno quiera usar, pero sin perder nuestras raíces, sigamos yendo de merendero o de alta cocina, sigamos bebiendo sidra o agua, cerveza o zumo, sigamos atardeciendo en El Cholo o amaneciendo en El Muro, sigamos de Semanona o de fiestes de prau, sigamos de Verdú, La Ibense o Los Dos Hermanos, sigamos echando de menos Los Vikingos o “Tino” el de la playa, sigamos de chanclas o de playeros, sigamos enseñando Cimavilla a quien llega, que no al revés porque no podamos estar, sigamos escuchando el mar bajo el Elogio, sigamos tomando el sol en Los Pericones con sentimiento de barrio, sigamos yendo en bicicleta al pedreru y amarrarla a la balaustrada blanca del paseo, sigamos subiendo a las barbacoas de Monte Deva o a ver las estrellas en su observatorio, sigamos entrando con invitación en la Feria, sigamos comiendo el bocata de calamares o el sándwich de Costa Verde, sigamos sin saber qué está mejor el Chilu o la Longaniza de Avilés, sigamos de culín en culín en la Fiesta de la Sidra, sigamos sentándonos en la calle Corrida o de pie en La Ruta, sigamos amaneciendo en Mayca o en Europa, sigamos siendo Xixón, sigamos siendo nosotros, mirando sin miedo hacia el mañana, creciendo y creyendo en el futuro, adecuándonos a lo que seremos sin perder jamás lo que fuimos. De esa manera seguiremos estando orgullosos de nuestra ciudad y nuestro verano.