Interminables semanas de orbayu, esas rachas de viento lacerante y la humedad filtrándose por las paredes de un hogar prisionero de los años
Otra mañana de otoño con cuerpo de invierno y otra vez la lluvia empañando cristales en un mes de noviembre que llega anunciando nostalgias y fríos. Pilar abre los ojos muy temprano, escuchando el ritmo constante del agua sobre los cristales. Con su impertérrito reloj de pared que avanza segundos, desayunando tiempo, se van mezclando pensamientos, recuerdos de un pasado casi feliz en su barrio de toda la vida: la sirena de Tabacalera, la cantidad de Farias que pasaron por sus manos, risas y abrazos con las compañeras, bailes melosos con su Antonio en plenas fiestas de la Soledad…
Una mañana salió a faenar y ya no volvió a ver al único novio, al marido socarrón (malo pa él) que gastaba les perres en los chigres de lunes a domingo. Más de una vez sacó a su Antonio a empujones de alguna conocida taberna, con una merluza encima… de las que no se pescan en la mar. Hace años a la cigarrera no le preocupaba la lluvia, ni el frío. Pero desde que su casa y ella se hacen viejas al compás detesta el otoño y el largo invierno por igual. Las interminables semanas de orbayu, esas rachas de viento lacerante y la humedad filtrándose por las paredes de un hogar prisionero de los años. La jubilada siente como se cuela esa ladrona del norte entre sus carnes y huesos.
Como buena veterana del barrio alto ella también tiene apodo. Mas si alguien osa mentarlo se caga en dios, en la virgen y en todos los santos del firmamento. Esta mañana se abrigará muy bien y se tomará un café en La Tinta del Mar, quiere mucho a Sofía y a Alessandro y siempre dice que no hay mejor café en toda Cimavilla. Después va a quedar con Belén para ir a la Concentración-Protesta organizada por la Plataforma contra la Contaminación de Xixón, en la Plaza del Ayuntamiento. Y seguro que gritará con su voz aguardentosa: «estos cabrones nos están envenenando poco a poco». Si se tercia comerá en el Marinos y le sacará conversación a Valentín con el tema favorito de los dos: el Barça. Seguro que pide calamares, patates con salsa alioli y de postre la mejor tarta del mundo; la de tres chocolates. Al llegar a casa no va a faltar el pigacín viendo la peli del oeste en TPA, eran las preferidas del pirabán de Antonio. Que soñaba con ser John Wayne y al final se quedó en grumete chalupa.
Sigue lloviendo y los radiadores tardan la vida en calentar. Prestaban mucho aquellos viajes con Chelo «la Mulata» y les otres viudes, qué bien lo pasaron en Benidorm. No llovió ni un solo día y bailaron sin fin a la luna llena al pie de la playa…Cae una de esas tardes largas en un helado noviembre regado de esas historias que no se pueden olvidar. La cigarrera esboza una leve sonrisa antes de entregarse a la siesta con un borroso recuerdo de 1955. Ella tenía nueve años y en Cimavilla se rodaba la película: «Los Peces Rojos». Salía Emma Penella, era guapísima, los guajes se acercaban alborotados para ver de cerca a las gentes del cine: guapos, altos, bien peinados, inalcanzables… Emma leía el guion mientras los bomberos lograban que lloviese a cántaros, en el cine llueve mucho más que en la vida real y los besos no son pecado. Párpados adentro y antes del fundido a negro Emma y Pilar corrían de la mano hacia el cerro. En el barrio alto seguía diluviando.
Añoro mi tierrina.
Muy bonito Monchi!
Precioso, con toda la melancolía que muestra un día de otoño en Gijón… Enhorabuena.