Los vecinos protestan por la lentitud de los trabajos, mientras comerciantes y hosteleros lamentan: “Nos han robado el verano, estamos al borde de la ruina”
Vivir con las ventanas cerradas se ha convertido ya en costumbre para los vecinos de la avenida Pablo Iglesias y carretera de la Costa, junto a la habilidad para esquivar agujeros y zanjas cada vez que tienen que acceder a sus portales y garajes. Las obras de construcción de carriles bus en ambas calles están amargando el verano a los vecinos, hosteleros y comerciantes. Asumiendo que toda obra conlleva molestias, su malestar proviene fundamentalmente de la lentitud de la ejecución. “Se están demorando mucho porque trabaja uno y miran cuatro”, se queja Amparo, vicepresidenta de la comunidad del edificio ubicado en el número 30 de la carretera de la Costa cuyos alrededores presentan el aspecto de una zona de guerra con aceras abiertas, instalaciones de suministros a la vista, tuberías y montañas de material de obra.
Se resienten los vecinos y también los negocios. Ante la dificultad para transitar, los clientes escasean en ambas calles y comerciantes y hosteleros se quejan amargamente de la bajada en la facturación. Según una encuesta realizada entre los comerciantes de Pablo Iglesias, el 60% de los 84 negocios que hay en la calle aseguran que su facturación ha caído desde que comenzó la obra, por lo que piden al gobierno municipal medidas y compensaciones “para evitar que los comerciantes no se vayan a pique”, según explica César Nozal, de la inmobiliaria La Playa, impulsora del estudio. Ambas obras, financiadas con fondos Next Generation cuyo proyecto no se puede modificar bajo riesgo de retirada de las ayudas, han alargado sus plazos de ejecución, tras solicitar las empresas encargadas respectivas ampliaciones. Desde las asociaciones de vecinos de la zona centro y el Coto, sus presidentes Maite Marín y Christian Guisado aseguran respectivamente que “el verano es la época menos apropiada del año para hacer obras teniendo en cuenta la gran cantidad de eventos que hay en la ciudad” y recuerdan la importancia de que “las intervenciones que se realicen tengan el consenso de vecinos y comerciantes”.
Carretera de la Costa: el carril bus que iba a estar terminado en junio y se retrasa hasta septiembre
Jorge Arguelles, ferretero: “Las obras hay que hacerlas, pero deberían de abrir y cerrar rápido pensando que afectan a vecinos y negocios”
Las obras para construir un carril bus, que forman parte del proyecto Zona de bajas emisiones de La Calzada e impulsan la movilidad sostenible y saludable de la ciudad de Gijón, comenzaron en enero de este año con un presupuesto de 781.357,14 euros y un plazo de ejecución de seis meses que ya no se va a cumplir, puesto que en junio la empresa encargada de los trabajos solicitó ampliar el plazo dos meses, previsiblemente hasta el 23 de septiembre. Una petición que se debe, según la contrata, a la detección de dos conducciones de gas que interfieren en el trazado de la obra y, ahora, se deberán de desviar. Se prolonga la obra y también el atasco que genera la pérdida de un carril y los desvíos provisionales en sentido Begoña y todo ello, en pleno verano, tal y como reprochan desde la asociación vecinal Jovellanos de la zona centro a través de su presidenta Maite Marín.
“Hacer una obra en verano y en pleno centro de Gijón ya de por sí es insoportable pero teniendo en cuenta que Gijón es una ciudad muy turística con gran cantidad de eventos, deberían de plantearse hacerlas antes o después”. Vecinos, comerciantes y hosteleros no entienden el momento, los plazos, ni la lentitud. Especialmente los residentes en el número 30 que tienen la obra literalmente, delante del portal, desde hace más de dos meses. “Los ruidos de las excavadoras y el polvo son molestísimos para vivir y trabajar, tenemos que estar con las ventanas cerradas”, cuentan. Fuentes de la comunidad aseguran que “abren, cierran, luego están un tiempo sin hacer nada y en general van muy lentos”.
El enfado es tal, que vecinos de un portal cercano se han puesto en contacto con estos para plantear la posibilidad de presentar un escrito conjunto ante el ayuntamiento. “De momento no hemos hecho nada porque en total somos más de 100 vecinos y esta decisión ha de tomarse en una junta de propietarios”, dicen. En la ferretería de Jorge Argüelles, ubicada en la calle Domingo García de la Fuente, “el primer mes el negocio cayó en picado”, asegura. La calle lleva cortada dos meses. “Antes pasaba por aquí la gente que entraba desde carretera de la Costa, ahora nada”. Las casetas de obra instaladas justo en la cabecera de la calle hacia la carretera de la Costa, tampoco ayudan al tránsito de potenciales clientes. “La gente cambió de hábitos y ya no transita por aquí”.
Por si esto fuera poco, al estar cortada, esta se ha convertido en aparcamiento improvisado para decenas de coches que “a veces tardan días en moverse”, cuenta José Ramón, trabajador de un taller de instalación de lunas para vehículos que este mes tiene previsto cesar el negocio. “Ya de por sí la calle tenía poco paso y ahora menos”, explica, al tiempo que lamenta “mientras asfaltan podrían ir abriendo por cachos, pero nada, está todo levantado”. Otro de los grandes damnificados es el restaurante El Requexu cuyo propietario estudia reclamar ante el ayuntamiento los daños en su negocio: desde la limpieza extra que supone el polvo que entra a su negocio, hasta la rotura de varios focos que provocó el reventón de una tubería la pasada semana. Ello sin tener en cuenta que los clientes escasean debido a las vallas que perimetran la entrada al local causando un daño “irreparable”.
Los comerciantes de Pablo Iglesias recogen firmas para pedir compensaciones
César Nozal, agente inmobiliario: “La gente no tiene pulmón financiero para aguantar”
También financiada con fondos europeos, la obra de construcción del carril bus en la avenida Pablo Iglesias, que reducirá a dos los carriles para la circulación de vehículos, lleva consigo la renovación de tuberías, mobiliario urbano y ampliación de aceras con arbolado. Hasta que esta termine, previsiblemente a finales de septiembre, el paseo por la calle es una carrera de obstáculos y la desolación, generalizada en bares y comercios. ”Nos han bajado las ventas un 40%”, dice José Luis Iglesias, propietario de una perfumería. “Este es un barrio de gente mayor y tienen miedo a caer, entendemos que no pasen”. Poca gente viene a comprar y menos a entrar en los locales de hostelería en una calle abierta por una gran zanja que la recorre a lo largo de todo un lateral. Las terrazas que daban vida a la calle, no se pueden instalar, lo que para sidrerías y cafeterías es una sentencia de muerte, especialmente en verano.
Alan Torre, propietario del Pub Evan´s, tiene calculadas las pérdidas que su negocio tendrá que afrontar, ante la perspectiva de todo el verano sin poder sacar a la calle las 19 mesas de su terraza. “En lo que llevamos de julio ya hemos perdido alrededor de 8.000 euros, no quiero pensar lo que sumará en total si llegamos así al mes de octubre”. Torre es, además, uno de los cinco hosteleros que ha pagado ya una multa de 2.000 euros tras instalar su terraza el sábado 15 de julio.”No nos ha quedado más remedio que pagar porque vencía el plazo y no hemos tenido respuesta del ayuntamiento a nuestras alegaciones”, cuenta. El cierre de negocios es un goteo desde que comenzaron las obras: tras los primeros cuatro, otros planean marcharse por no poder afrontar los gastos. Hace unas semanas, los comerciantes de la calle mantuvieron una reunión con Gilberto Villoria, concejal de Infraestructuras Urbanas y Rurales, y Pelayo Barcia, responsable de Movilidad y Transporte Público, en la que expresaron su malestar. “Les dijimos: nos habéis robado el verano”, relata Torre. La respuesta de que las pérdidas se iban a compensar cuando la calle esté terminada, no satisfizo a los hosteleros que se preguntan: “¿En cuánto tiempo vamos a recuperar esas pérdidas, tienen un cálculo hecho?”.
Y es que según una encuesta realizada entre los 84 establecimientos que hay en la calle, llevada a cabo por la agencia La Playa, “el 60% asegura que le han bajado mucho las ventas”, cuenta César Nozal, agente inmobiliario. Con estas cifras sobre la mesa, los comerciantes piden al ayuntamiento medidas que compensen las pérdidas y dinamicen la actividad de la calle durante el tiempo que reste de ejecución de las obras, entre ellas: descuentos en los recibos del agua, basura y resto de impuestos municipales, facilidades para que los negocios puedan evitar las pérdidas como permitir a las sidrerías instalen un césped artificial durante el fin de semana, o una carpa en el parque de cocheras “para que puedan recaudar algo” y en general, visibilizar los comercios de la calle para “evitar quedarnos aislados por las obras”, solicitan.
Para apoyar esta petición han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas. Si no obtienen respuesta antes de septiembre, pedirán al ayuntamiento una nueva reunión. Desde la asociación de vecinos de El Coto, su presidente Christian Guisado, pide mayor participación ciudadana para tomar decisiones en torno otro tema que también preocupa en el barrio: la pérdida de plazas de aparcamiento. “Es primordial estudiar este aspecto y darle solución”, dice Guisado que apostilla: “Las intervenciones han de hacerse con el fin de mejorar lo que hay actualmente y siempre mano a mano con la participación vecinal”. Ante la avalancha de quejas, fuentes consultadas del gobierno municipal dicen entender que el carril bus, punto de partida de la obra, es “muy discutible” y aseguran que su compromiso es que el plazo de finalización sea el 29 de septiembre. “Este gobierno no va a permitir ni media hora de retraso”, aseguran. “Este tipo de obras heredadas son la demostración de hasta qué punto la desastrosa gestión del PSOE ha sido un problema para los gijoneses”, añaden, comprometiéndose a mantener el contacto constante con los vecinos “para solventar todas las cuestiones mejorables y pulir detalles para facilitarles la vida lo máximo posible”.