«Cuando alguien pierde la humanidad para asestar un tiro de gracia a un igual arrodillado, cuando alguien se ampara en la ideología para apagar una vida, (…) refleja el más oscuro lugar de las personas»
El día 21 de marzo me invitaron a participar en el acto que, con motivo de la exposición ‘Parasimón‘ de Juanjo Palacios y Carlos Suárez, se realizó en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. Un momento de lecturas de textos, de poesías, de sentimientos. Para quien no conozca a estos dos maravillosos artistas, decir que Juanjo trabaja a través del sonido y los silencios composiciones en donde la luz puede provocar el enfoque de lo importante: la escucha. Una escucha, a veces, más allá del propio sonido que creemos percibir, más allá de lo que nos silencia. Mensajes sonoros provocando otros callados brotando en nuestro interior, sonidos captados a través de una escucha no ordinaria, mostrando lo no percibido de nuestro alrededor, instantes de aquello a lo que, por el “ruido”, no prestamos atención. Carlos, creador en simbiosis con Juanjo, utiliza el arte para reivindicar la Memoria de una manera sencillamente magistral. Su instalación en el Barjola todavía permanece en mi retina, como lo hace la Losa del Tiempo de La Carriona. Arte contemporáneo abordando la memoria democrática, el silencio, el olvido. Arte transmisor de mensajes, de reivindicaciones, de reflexión. Arte necesario, pues el arte, sea cual sea, siempre es necesario. Y la memoria, sea cual sea, siempre conforma nuestro yo.
En ese precioso acto en el Día de la Poesía, leí el pequeño texto que a continuación reproduzco con el fin de aportar mi visión sobre la exposición y el hecho atroz que se produjo en tan bello paisaje de Pajares. Podemos cambiar el nombre del lugar donde ocurrió, ubicándolo en muchas fosas a lo largo del territorio español, podemos cambiar la obra de Juanjo y Carlos, pues hay otras propuestas artísticas contando lo ocurrido, lo provocado por la atrocidad, como la capacidad del arte de remover conciencias, sería de la misma manera.
Gracias a todas aquellas personas que hicieron de esa tarde un momento tan sentido, tan único, con tanta introspección, en especial a Mar, sus lágrimas son ejemplo claro de lo sufrido, a Laboral Centro de Arte y Creación Industrial y a los artistas por seguir usando el arte para contar historias, historias del ayer que conforman nuestro hoy.
«Octubre de 1937 es la fecha de los crímenes, es el momento elegido por el bando nacional ¿cómo puede llamarse nacional a quien destroza su país? Para asesinar aquí, en Parasimón, a veintidós personas. Desde entonces, el silencio se acomodó en las laderas del monte, las estaciones se agarraban a empujones en los troncos de los árboles, mientras el olvido se apoderaba de la niebla.
Parasimón es un ejemplo de la crueldad del totalitarismo, del autoritarismo, de la dictadura, del franquismo y también de la capacidad que tuvo este país para vivir entre la niebla del olvido. Cuando alguien pierde la humanidad para asestar un tiro de gracia a un igual arrodillado, cuando alguien se ampara en la ideología para apagar una vida, cuando alguien deja los muertos en el suelo sin mirar hacia atrás, refleja el más oscuro lugar de las personas, ese espacio oculto, silencioso, callado, que, cuando aparece, llenamos de justificaciones como si la responsabilidad de la atrocidad no fuera culpa nuestra, como si no nos diésemos cuenta de las consecuencias éticas, morales, personales de nuestras acciones. Cuán cruel puede ser nuestra naturaleza para asesinar a nuestros vecinos y vecinas, a aquellos que hemos jugado con ellos siendo críos. Cuán cruel puede ser el olvido para aquellos que esperan la respuesta de un país cuando se disipa la niebla y encuentran el silencio o el mantenimiento de loas a asesinos. Cuán cruel es la exigencia del perdón, del silencio, del olvido, de la renuncia a nuestro ayer, de la pérdida de lo que fuimos.
Pacto sin firma, acuerdo sin voz que, hoy en día, algunos se empeñan en querer mantener por ideologías cercanas a los gatillos de entonces. Un país viviendo en el olvido, es un país que da pasos susurrantes en el vacío, pues no encuentra el suelo del ayer donde apoyarse. Un país que busca a sus familiares muertos, es un país incompleto, pues los vacíos no se pueden tapar con la tierra de cunetas. Un país que no mira de frente su pasado, es un país de cobardes, pues el arrepentimiento es el mayor gesto de valentía. Un país que no busca la verdad, es un país de mentirosos, pues la verdad, sin interpretaciones, siempre terminará saliendo. Como salen los cuerpos destrozados de Parasimón, como gritan sus huesos por fin sacados de la tierra, como hablan sus heridas provocadas por cobardes sin arrepentimiento, como sale la verdad, pues esta, sin interpretaciones, siempre seguirá saliendo.
El arte se conjuga con la muerte dando esperanza, el arte provoca las preguntas de quien lo mira dando respuestas, el arte, con la creatividad que algunos hace casi noventa años mataron a balazos, quisieron matar a balazos, saca las vergüenzas de aquel silencio y olvido. El arte, aquello que nos hace seres humanos, reivindica nuestro ayer a través del sonido escuchado para el mañana. El arte, esa actividad de nuestras manos y nuestra mente, mostrador de realidades y de sueños, constructor y preservador de nuestra historia, grita hoy lo que ayer solo se podía susurrar en el silencio, lo que ayer vivía en el olvido, lo que ayer nos robaron los que quieren seguir maniatando la creatividad, porque soñar siempre provoca rebeldía, porque la libertad siempre provoca sueños».