El presidente de la histórica Sociedad reflexiona sobre sus más de diez años en el cargo, la situación de la organización y su papel en el debate público en la ciudad del momento presente
Toda ciudad, como cualquier colectivo humano, está construida sobre un delicado equilibrio entre virtudes y defectos. También Gijón, desde luego. Y en su caso concreto, de entre los primeros destacan dos características reconocidas y envidiadas en no pocas urbes de la geografía española: su rica y variada oferta cultural, y su consolidado debate público. Un tándem de valores a los que, desde que viese la luz en 1968, contribuye de forma determinante la Sociedad Cultural Gijonesa, heredera directa de aquellos ateneos obreros de antaño que brindaron a la gran masa trabajadora el acceso al conocimiento y la posibilidad de expresarse con libertad. César Rendueles, Manuela Carmena, Enric Juliana, Antonio Fraguas ‘Forges’… La lista de personalidades que en este tiempo han protagonizado sus actividades es amplia y ecléctica, todo un motivo de orgullo para Pedro Roldán García (Gijón, 1971), su presidente desde hace más de una década. Por eso, con semejante bagaje en su haber y en el de la Cultural, este conductor de EMTUSA en su faceta profesional analiza con miGijón el estado de salud de la entidad, su trayectoria hasta la fecha y sus perspectivas de futuro, y, sobremanera, su contribución a ese debate público en la Gijón del año 2024.
Lleva desde septiembre de 2013 en el cargo. ¿Qué balance personal puede hacer de este periodo?
Hombre, está mal que yo lo diga, pero… Creo que el balance es muy positivo. Hoy la Sociedad Cultural Gijonesa está consolidada como una referencia importante en la ciudad, tanto como un espacio de participación ciudadana, de propuesta y de debate, como en el, propio ámbito de las actividades culturales. La nuestra, además, es una acción de propuesta, de debate y de reflexión siempre desde una visión progresista y modernizadora de Gijón. Y creo que ofrecemos actos bastante importantes para la ciudad.
De hecho, suele decirse que su acceso a la presidencia, en sustitución de Fernando García Noval, al que se acusó de hacer una gestión irregular de la contabilidad, marcó el final de una etapa oscura de la Cultural…
La Sociedad estaba en un momento complicado, es cierto. Aquel proceso, la acusación de gastos injustificados que cayó sobre mi predecesor, fue difícil, y pienso que contribuyó a que, al final del mandato anterior, una entidad que se acercaba a los cincuenta años de existencia pasase por un cierto momento de decrecimiento. de cambio de época. Por suerte, esa época ya ha quedado atrás.
Y tan atrás… Sin desmerecer lo hecho antes, la relación de invitados y actividades que llevan organizando desde 2013 no es nada desdeñable… Para usted, ¿cuáles han sido los hitos de estos diez años y medio?
Con todos los actos importantes que hemos realizado… Es complicado elegir, que conste. Ahora bien, si tuviese que decir tres, me quedaría, en primer lugar, con aquella mesa redonda en la Semana Negra de 2021 en la que participaron Yolanda Díaz, Enric Juliana y Esteban Hernández; sobre todo, porque fue el momento en el que Díaz acababa de recoger el testigo del liderazgo de esa izquierda a la izquierda del PSOE. Por otro lado, considero clave el traslado en 2016 de nuestra sede de aquel entresuelo de la calle Belmonte de Miranda, a la Escuela de Comercio; nos permitió pegar un salto cualitativo importante, especialmente en cuanto a participación de la ciudadanía. Pero, para mí, el momento más importante de todos fue la concesión de la Medalla de Plata de la ciudad en 2018. Todo lo demás que se ha hecho, se hace y se hará es importante, desde luego, pero esos tres hitos fueron auténticos puntos de inflexión.
Regresemos al presente, a 2024. ¿Qué puede esperar la sociedad gijonesa de ustedes para este año?
Estamos tratando de dar a las actividades un enfoque más cercano a las propia situación de la ciudad. Ojo, la Cultural siempre ha estado muy orientada a lo local, tratando de ser un espacio de libertad y una pequeña escuela de democracia, donde intentamos acercar problemáticas y cuestiones claves a nivel de pensamiento. Pero este año queremos centrarnos más en los problemas de la ciudad. Llevamos actividades como el debate en torno a las empresas públicas, el futuro de los terrenos de Naval Gijón, y alguna cuestión en colaboración con las otras tres entidades culturales históricas, que son el Ateneo Obrero, la Sociedad Cultural Gesto y el Ateneo Jovellanos. De todos modos, pronto se visibilizará el programa.
Son tres actores muy diferentes, desde luego…
Nos parece que es el camino a seguir. Desde la Cultural Gijonesa siempre decimos que la sociedad civil no compite, colabora. Y este año queremos centrarnos en los problemas, propuestas y alternativas de la ciudad. No queremos ser sólo un ámbito de gente que protesta; también queremos hacer propuestas de futuro.
A nivel funcional, ¿en qué estado se encuentra la Cultural en este momento?
Ahora mismo rondamos los 160 socios, que es una cifra que nos alegra. Por un lado, hemos recuperado y aumentado casi en un 50% ese número, algo bastante complicado si recordamos que, en el momento de mi llegada, la afiliación había caído en picado. Por otro lado, la directiva que presido se ha rejuvenecido, como también la propia entidad. Hay gente más joven, de menos de 40 años, lo cual, para lo que era la anterior situación, ha sido un avance importante. También nos ha beneficiado la posibilidad de contar con medios digitales, algo impensable entonces… Poder mover los eventos por las redes sociales, la capacidad de llegar a través de YouTube, Instagram, Facebook… ¡Ahora, incluso hay gente que nos demanda información de actividades desde Chile! La globalización ha sido para todo, no sólo para el mercado, afortunadamente. Pero, sobre todo, tenemos que valorar esa renovación tan importante de nuestra base social. Ahora podemos planificar con cierta holgura el futuro.
¿Y qué decir de la respuesta colectiva a sus iniciativas? Porque Gijón siempre se ha preciado de tener una capacidad de movilización incomparable, tanto para lo reivindicativo como para lo cultural…
Así es. Una cosa que está pasando es que, en los seis o siete últimos actos que hemos hecho, ya fuesen debates o proyecciones de películas, se ha llenado la sala… Y ha quedado gente fuera. Lo cual demuestra que en Gijón pasan muchas cosas, pero también prueba el problema que tenemos de déficit de espacios. Dejando a un lado el Teatro Jovellanos, en todo el centro de la ciudad no hay ningún sitio con más de 120 butacas. Eso nos limita, a la vista de la inmensa cantidad de actividades que se ofertan. Porque una de las fortalezas de Gijón es que, cuando traemos a gente de fuera, esas personas ven el nivel de actividad que tenemos, y se sorprenden. Hace un par de años Sergio Andrés Cabello vino a presentar su libro ‘La España en la que nunca pasa nada’, que habla de esas ciudades intermedias que no son Madrid o Barcelona, y de las que apenas hay noticias a nivel nacional, salvo que pase una grandísima tragedia. Por eso esa trascendencia es tan importante.
Está claro que el nivel de muchos de sus invitados debe contribuir seriamente a ello… ¿Cómo se las ingenian para convencerles de que vengan?
Todas las personas que participan, ya sea organizando los actos o asistiendo como ponentes, jamás perciben un euro. Esa es una cuestión capital; hablamos siempre de trabajo voluntario. Acotado eso, ¿por qué se consigue? De entrada, no es algo de ahora, de mi mandato; aquí habría que hablar de Juan Ángel Rubio, de Manuel Mata Machado, de Elena de Uña, de Luis Miguel Piñera… De todos esos pioneros que, durante cincuenta años, han mantenido un nivel de seriedad en las actividades que ha generado cierto prestigio a nivel nacional. Por mi parte, lo hecho en los últimos diez años nos ha señalado como un vector serio, y la gente ya tiene ciertos contactos. Todo el mundo queda contento y quiere repetir, y nos piden el contacto de alguien más. Todo eso se basa en trabajo, trabajo y trabajo, que es lo que, al final, te abre muchas puertas. Y, encima, que los invitados vean el calor humano… Por no hablar de nuestra mentalidad, siempre abierta. Intentamos huir del sectarismo, y tratamos de traer cuestiones que puedan ser polémicas. Porque cuando traemos a alguien a una conferencia no significa que estemos de acuerdo en todo lo que diga, pero sí vemos importante que esa voz sea escuchada, para que el público tenga elementos críticos con los que analizar la realidad que le rodea.
Pero es consciente de que no todos los escalones del espectro ideológico piensan del mismo modo, ¿verdad? Hay colectivos, fuerzas políticas e individuos que rechazan categóricamente el debate… Y que han llegado, incluso, a reclamar la anulación de ciertas actividades o reconocimientos por considerar que atentaban contra sus creencias.
El diálogo no sólo es positivo para el debate; en ocasiones, también para la colaboración. Cuando antes mencionaba el Ateneo Obrero, Gesto y el Ateneo Jovellanos, especialmente ese último, representan otro vector de cosmovisión, pero colaboramos sin ningún problema. Porque para nosotros hay que separar las fuerzas del odio del legítimo debate, de la diferencia ideológica entre posiciones progresistas, liberales o conservadoras, que es un debate que debe enriquecer la ciudad y ser parte intrínseca de ella. Gijón está construida sobre dos patas: la de una burguesía liberal, comercial e ilustrada, y la de un movimiento obrero con una fuerte voluntad socialista, popular y también muy ilustrado. Esos dos pilares en ocasiones han tenido conflictos, pero también han colaborado. Por eso, para mí el papel de, por ejemplo, la extrema derecha es diferente. Es más un elemento de carácter destructivo que constructivo.
Ya que lo dice, ¿qué le pareció que el actual Ejecutivo local se construyese gracias a un pacto con un partido como Vox?
En su día planteamos que debería se debería haber tratado de hacer un amplio acuerdo de fuerzas democráticas para dejar fuera del Gobierno a la extrema derecha. Dicho eso, más allá de que criticásemos que el Ejecutivo de Moriyón se constituyese con una alianza con Vox, también creemos que el que ya no esté en el Gobierno es una buena noticia.
Ampliemos un poco el campo. ¿Cómo ve la Gijón de hoy en día, en pleno tercer mandato de Carmen Moriyón como alcaldesa?
Creo que la ciudad, más allá de al propia figura de una política como es Moriyón, con cierta capacidad para reinventarse de manera permanente, está marcada por los retos que tiene no ya Gijón, sino todas las urbes de este país. Me refiero a cambios importantes de estructuras sociales y económicas que definirán nuestro futuro. El Gijón que conocemos ha estado marcado por la crisis del modelo industrial, por la Tercera Revolución Industrial. por ese cambio de modelo productivo que nos azotó de forma importante en los años 70, 80 y principios de los 90. Todo eso genera ahora un nuevo paradigma; la ciudad debe tratar de incorporarse al cambio del modelo productivo y de las relaciones sociales, que es total y absoluto con la llegada de la inteligencia artificial.
Hay quien diría que hay, incluso, cuestiones más tangible que necesitan de una revisión…
Pues sí. Gijón se ha convertido en la ciudad de los proyectos inacabados. Tenemos un Plan de Vías inacabado e inacabable, un Metrotrén olvidado que ahí sigue… Otras obras, como el vial de Jove, que es demanda de hace años, ni tan siquiera han comenzado. Tampoco se están desarrollando elementos como el futuro de la ZALIA, el propio Naval Gijón, la ampliación del Parque Tecnológico, los usos de Tabacalera… Son piezas centrales para configurar un nuevo modelo de ciudad, a la vez que cuestiones que hacen otras ciudades. Es una problemática clave, y tenemos que ver cómo Gijón lo va a afrontar todo durante estos años.
¿Es optimista o pesimista ante la perspectiva de consumación de la totalidad, o parte, de esos proyectos?
Pues entre el pesimismo de los hechos y el optimismo de la razón… Creo que sí, porque algunos proyectos se pueden empezar a ir vislumbrando. Espero que esta legislatura sirva para avanzar de manera significativa en ellos. No debemos desbordar permanentemente pesimismo; tenemos que hacer un esfuerzo no de positivismo simple, pero sí para ser capaces de poner la fuerza de la ciudad en la perspectiva de exigir esos cambios. Gijón tiene problemas, pero también fortalezas, que creo que son más, y posibilidades de futuro para desarrollarlas.
Ya, pero… ¿Y si eso no sucede?
Entonces habría que plantearse realmente una movilización de ciudad. Por suerte, en Gijón tenemos una sociedad civil muy viva, y ese es un elemento fundamental en el desarrollo de las urbes. Es algo que hace poco planteaba Manuel Cañete, presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales, por el tema de la contaminación de la zona oeste, y creo que sería oportuna y necesaria. Es más, habría que exigirla. Pero, insisto, soy optimista. Mientras esa sociedad civil siga viva, siempre tenemos que se positivos. Creo que saldremos adelante.
A lo largo de esta entrevista ha incidido mucho en el valor del debate público. ¿De qué modo la Cultural Gijonesa contribuye a enriquecerlo en lla actualidad?
De entrada, creo que tener un espacio no institucional, no partidista, donde podamos llevar a debate problemas tanto generales de la sociedad, como concretos de la ciudad, es un elemento que ya enriquece mucho. Eso es ser un motor de ideas; no porque las generemos, sino porque, modestamente, queremos meter el dedo en cuestiones clave. El proyecto ‘Naval Azul’, por ejemplo, queremos que alguien nos lo explique, pero no en el Ayuntamiento, o en un articulo publicado en un periódico, sino en un debate en el que diferentes actores de la ciudad se posicionen y debatan sobre ello. Eso es enriquecedor. Aparte, el tejido social siempre es un contrapeso democrático del poder institucional. Que, por supuesto, también es democrático, pero la democracia se basa en contrapesos, ¿no?
Muchas ciudades de España están viendo la progresiva destrucción de su asociacionismo particular, pero parece que semejante problema no se da en Gijón…
Precisamente porque en Gijón todavía tiene una gran importancia ese tejido asociativo, esa sociedad civil reivindicativa y potente. Y es muy importante que ese tejido sea capaz de colaborar más y de convertirse en una palanca de exigencia, de motivación para el poder político y para la propia ciudadanía. Por ejemplo, y sin ponerme en contra de Oviedo, el tejido y la estructura sociales que hay aquí, y su peso, no los tiene la capital asturiana, objetivamente. Es nuestra seña de identidad. Por eso Gijón es una ciudad difícil de gobernar. Hay una contestación social, que es el síntoma de una sociedad viva. Lo que pasa es que esa respuesta tiene la obligación de convertirse en algo propositivo y colaborativo. La política tiende a la competencia; la sociedad civil colabora.
¿Y en el plano cultural? ¿Cuáles serían esas necesidades que cree necesario solventar con urgencia?
En Gijón tendemos a querer crear una cosa cuando no hemos acabado la anterior. Soy consciente de ello, pero sí mencionaré algo de lo que ya hablé antes: la necesidad de espacios. La escasez de localidades es un límite, y hacer falta afrontarlo. También es necesaria una reflexión sobre esos espacios… Es cierto que en ‘Naval Azul’, de una manera un poco vaga, se ha hablado de un salón de actos importante, pero hasta que no lo veamos dibujado en un plano no lo podemos valorar. Aparte, tenemos muchos espacios infravalorados… La Escuela de Comercio, mismamente. Que se rija por un horario laboral es absurdo; la gente no puede aprovecharla el fin de semana, cuando se tiene tiempo libre. Por eso completamos todas las semanas el Cine Club 60.
Más de diez años en la presidencia, un trabajo aparte, una vida personal… ¿No se plantea ceder el testigo, después de tanto tiempo al frente de la Cultural?
Personalmente, la actividad que hago me gusta; es más, me encanta, disfruto mucho con ella. Es verdad que, en ocasiones, hay problemas. Sobre todo, cuando te encuentras con la burocracia, que es el gran enemigo. Y también es cierto que, con la incirporación de gente joven, el relevo generacional está asegurado. Pero soy un hombre que cree en el valor de lo colectivo por encima de lo individual. Y, en este momento, no me planteo hacerme a un lado a corto plazo.
¿Y a largo plazo?
Bueno… Como dijo Keynes, «A largo plazo, todos muertos».