No podía ser de otra manera, nuestro rey Pelayo se convirtió en el monarca más amoroso, apasionado y amante de todos los demás, en Cupido
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“Aquí está viene ya tan feliz, con sus flechas de amor para ti…” Parecía gritar a los cuatro vientos nuestra “estatuona” de la Plaza del Marqués convertido en todo un Cupido allá por el 2010. Y es que el día de los enamorados coincidió aquel año con el momento de disfrazar a nuestro protagonista de estos días.
No podía ser de otra manera, nuestro rey Pelayo se convirtió en el monarca más amoroso, apasionado y amante de todos los demás, en Cupido. Hijo de Venus y de Marte, dioses del amor y la guerra, disparó durante las jornadas antroxeras flechas de amor a todo el que se acercó a su pedestal. El arco era grande de narices así que casi fijo que dio en el centro del corazón de alguna Psique o de otro cupido…o de dos Psique…a cada cual lo que más le guste.
Y fíjense en la historia que cuentan de estos dos personajes de la mitología griega.
El “cuento” asegura que la belleza de Psique era tal, debía de ser monísima, que los hombres se olvidaban de hacerle ofrendas ¡vamos que no había roneo por ninguna parte! Así que ella ordenó a Cupido que buscara al hombre más feo que se le cruzara y que le disparará para que se enamorara de ella. ¡Ay entonces! Cupido, torpe como viene siendo el estado de cualquier enamorado, se pinchó con su propia arma. ¡Home por favor!
En fin, no seguimos adelante con el tema porque al final, las historias del corazón suelen ser todas iguales, o sea, algunas buenas y otras malísimas. Quedémonos entonces con la siguiente estrofa de la canción y a otra cosa mariposa. “Estas flechas van contigo donde quiera que tú vas/ Están entre tu pelo y tu forma de mirar…”
¡Chimpún!