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Mal mirados, increpados y apartados del mundo mundial, los fumadores, que lo hacen porque les da la gana, pasaron a ser ciudadanos de segunda, incluso aunque ocuparan lugares donde sí se podía ejercer el vicio del tabaco, como, por ejemplo, las terrazas de los bares
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¿Se acuerdan del revuelo de la ley antitabaco? Seguramente que sí, sobre todo si tenían en propiedad un local de hostelería, más que nada de restauración, y ya se habían gasta una pasta gansa en acondicionarlo con comedores de fumadores y no fumadores, esas grandes peceras donde metían a los que le daban al pitillo y que los de fuera de ellas miraban como si fueran especímenes del espacio.
Y es que la ley que entró en vigor con una serie de puntualizaciones en el 2005 se modificó en enero del 2011. Regulaba la venta, el suministro y consumo de los cigarrillos y con ello se habría la veda a un nuevo grupo de ciudadanos, “los vigilantes de los humos”. Para que me entiendan, son esas personas que están siempre esperando a increpar y reñir al de al lado, porque sí. ¡Vamos! que les pide el cuerpo comisaría nada más pisar la calle y van buscando a quien tocar los “cataplines” y fastidiarles el paseo o el vermut.
¿A que conocen a alguno o alguna? Pues imagínense todas esas personas que han pasado delante de nuestro rey de bronce…
Él, más que nadie, fue testigo en el año 2011 de la locura de los fumadores apestados.
Mal mirados, increpados y apartados del mundo mundial, los fumadores, que lo hacen porque les da la gana, pasaron a ser ciudadanos de segunda, incluso aunque ocuparan lugares donde sí se podía ejercer el vicio del tabaco, como, por ejemplo, las terrazas de los bares. ¿O a ustedes, lectores fumadores, no les han hecho aspavientos con las manos como para apartar el humo que se expulsa por la boca?
En fin, cada cual que haga lo que quiera con su salud, que al fin y al cavo es de uso propio e intransferible.
Eso sí a nuestra “estatuona” siempre al filo de la noticia, no le cayó en saco roto la ley, enfundándose para el antroxu de la edición 2011 en cajetilla de tabaco y gritando a los cuatro vientos la siguiente frase: “El tabaco mata…de frio”.