Pero, ¿hubo masones en el Sporting? En el Sporting únicamente hay constancia de un futbolista masón, José Antonio de la Riera, conocido en el mundo del balón como “Pepito Riera”

En breve comenzará el campeonato liguero y con él, casi de mano y sin anestesia, en la quinta jornada se disputará el primer asalto por la hegemonía del fútbol asturiano. El cántico al unísono del Asturias de Pedro Garfias protagonizado por las aficiones del Oviedo y Sporting en el último derbi disputado en El Molinón fue, con total seguridad, el momento más emotivo del mismo. Del poema del escritor andaluz musicado por Víctor Manuel poco hay que añadir. Se ha convertido, sin duda alguna, en un himno oficioso de nuestra tierra. Conocido es por todos, además, que Pedro Garfias era un poeta andaluz nacido de forma casual en Salamanca. También que era comunista y que sufrió exilio en México. Pero quizás sean menos conocidos sus vínculos con la masonería, concretamente con el Triángulo Masónico de Écija y que le costaron que se le incoara un sumario en abril de 1949, el día 12 se había incorporado al mismo el expediente “con certificado de antecedentes masónicos”.
Resulta curioso pensar que el más popular de los poemas escritos sobre nuestra sea obra de un andaluz que nunca había pisado tierra asturiana. Sus contactos con los asturianos vinieron fruto del exilio. Embarcado en el buque Sinaia entabló amistad durante el largo viaje que les llevaría desde Francia a México, a Veracruz, con dos el asturiano Germán Horacio, el famoso ilustrador que era hijo de Pachín de Melás, poeta y escritor en lengua asturiana.
Sus vínculos con la comunidad asturiana se redoblaron en el exilio mexicano. La comunidad más numerosa estaba, casualidades de la vida, en Torreón (sí, la ciudad del Santos Laguna y la sede principal del Grupo Orlegi). Garfias se convirtió en un habitual de las fiestas de Covadonga de esta ciudad y en un cliente habitual del Bar Asturiano El Hórreo, propiedad de la familia gijonesa Tomás. El andaluz se afincó en el centro-norte mexicano, alternando su vida entre las ciudades de Veracruz, Torreón, Puebla y Monterrey. Fue en esta última ciudad donde le sorprendió la muerte en 1947.
Suyo es un poema, también musicado en su día, sobre la colonia española de Torreón:
“Hombres de La Laguna, duros como la tierra,
españoles de España, de Asturias, de León,
vascos de ojos azules, montañeses de acero,
españoles hermanos, dejad que os diga adiós…”
Pero, ¿hubo masones en el Sporting? Es cierto que pocos han sido los futbolistas que se han declarado públicamente pertenecer a una logia masónica. De entre ellos, el más popular es Steve Archibald, delantero escocés que jugó en el Barcelona y en el Espanyol. En el Sporting únicamente hay constancia de un futbolista masón, José Antonio de la Riera, conocido en el mundo del balón como “Pepito Riera”.
El profesionalismo de los futbolistas asturianos va íntimamente ligado a los clubes fundados por las comunidades asturianas en América. Cuba, muy especialmente, y también México atrajeron a jugadores para correr la aventura de hacer las américas viviendo del deporte. El primero en hacerlo fue José Antonio de la Riera Acebal, “Pepito Riera”, nacido en Gijón en 1890 y hermano de uno de los fundadores del Sporting, Corsino de la Riera. Pertenecía a una familia “de posibles”, económicamente acomodada. Era hijo del conocido empresario naval Gervasio de la Riera Morán, uno de los más relevantes nombres de la masonería asturiana, concejal republicano, propietario de los Astilleros Riera e ideólogo e impulsor de numerosas sociedades culturales en Gijón, entre ellas el Ateneo Obrero de La Calzada. José Antonio, por tanto, no precisaba del deporte profesional para vivir. Y así, durante su primera etapa sportinguista, fue protagonista de una polémica de las más llamativas de la historia rojiblanca: se negó rotundamente a entrenar un domingo, tal y como había planificado el entrenador del club.
No hubo forma de convencerle. Pepito Riera consideraba que, si no había partido, los domingos deberían ser de obligado descanso para toda la plantilla. No hubo represalia alguna por su acto de indisciplina. Y es que Riera fue un futbolista relevante en su época, jugador del Sporting entre 1916 y 1920, fue en ese último año cuando recibió una oferta para jugar en el Club Fortuna de la Habana por una temporada, la 1920-21. La propuesta era jugosa -mil dólares norteamericanos por un curso futbolístico con los cubanos- y la aceptó. De ahí se fue, también como jugador profesional, al Asturias de México, donde estuvo otro año y al Club Inglés Rovers de Guatemala, viviendo allí su último curso futbolístico en América. Buena parte de la directiva de este último club estaba vinculada a la Gran Logia de Guatemala. Así, en su junta rectora estaban algunos miembros de la familia de origen anglo-alemán Name, seguidores de la masonería simbólica y del Rito Escocés Antiguo que mantenían relaciones con redes masónicas europeas. La pertenencia de Pepito Riera a la masonería sospecho que fue clave para su fichaje por los “ingleses” guatemaltecos.
Tras su aventura en el Rovers, José Antonio fue requerido por su padre para ayudarle en su actividad laboral en el mundo de los astilleros. Obedeció a su progenitor y puso punto final a su carrera como jugador de fútbol profesional en tierras americanas y retornó a Asturias. A su regreso, volvió al deporte amateur, reincorporándose al Sporting en la temporada 1923-24, el mismo año que fundaría junto con su padre el Triángulo Evartisto San Miguel de Jove, una escisión de la logia Jovellanos. José Antonio, que tenía el rango de Maestro Masón por el Rito de York, siguió jugando al fútbol, compaginándolo con su trabajo de perito industrial en el astillero familiar. Fue un periodo corto y después del verano de 1924 dejó definitivamente el fútbol, que aún no era profesional en España. Curiosamente, ese mismo año tanto él como su padre fueron expulsados de la masonería por sus enfrentamientos con Alberto de Lera, el hombre fuerte de la logia Jovellanos. Pepito Riera se desvinculó para siempre de la Orden a la que pertenecía desde 1916, no así su padre (iniciado en la masonería en 1913), que volvió a vincularse años más tarde (aunque sin pertenecer oficialmente y ya con un papel secundario), lo que le costó serios problemas con la llegada de Francisco Franco al poder. José Antonio de la Riera Acebal -“Pepito Riera”, el futbolista masón- falleció en Gijón el 20 de enero de 1977.