
El Muro se llena de gente: mayores, jóvenes, niños a hombros… Y en cuanto arranca el primer estallido, se repite la misma escena. Idéntica coreografía: brazos al aire, móviles grabando, cada uno creyéndose Spielberg de la pirotecnia
Por Marcelino Llopis Pons
Phil Knight, el fundador de Nike, estaba hace un par de años en primera fila en uno de esos partidos de la NBA que quedan para la historia. LeBron James iba a batir el récord de anotaciones en la Liga, una marca que parecía inalcanzable y que llevaba cuarenta años sin moverse.
Corría el tercer cuarto. LeBron tiene la pelota en la zona. Ese ansiado instante había llegado. Se dispone a lanzar, y todo el estadio se pone en pie: brazo en alto, móvil en mano, peleando por captar la foto, el selfie, el TikTok viral. Pero entre toda esa coreografía colectiva, que más bien parecía una invasión zombi de influencers, hubo una persona que no se inmutó. Una persona que permaneció sentada, tranquila, atenta: Phil Knight. Él simplemente observaba. Estaba allí. Viviendo el momento. No necesitaba grabarlo. Sabía que esa imagen quedaría más nítida en su memoria que en cualquier vídeo tembloroso de un móvil, por muy caro que sea.
Y ahora, con la Semana Grande a la vuelta de la esquina, aunque el paseo de San Lorenzo no sea el Staples Center (ya les gustaría en Los Ángeles tener uno así), todos los años, durante los fuegos de Begoña, ocurre algo muy parecido. El Muro se llena de gente: mayores, jóvenes, niños a hombros… Y en cuanto arranca el primer estallido, se repite la misma escena. Idéntica coreografía: brazos al aire, móviles grabando, cada uno creyéndose Spielberg de la pirotecnia.
¿El resultado? Vídeos temblorosos. Desenfocados. Con la mitad de la pantalla ocupada por la coronilla sudorosa del tipo alto de delante. Y sin olvidarnos de los comentarios de fondo. Una sinfonía de genialidades del calibre:
– “¡Mira ese rojo, qué guapo!”
– “Este año no son tan buenos, ¿eh?”
– “¡Mamá, no veo!”
Y todo ese esfuerzo y dedicación, ¿Para qué? Nadie te va a pedir que le enseñes ese vídeo. ¿La razón? Porque nadie quiere verlo. Ni tus amigos, ni tus primos, ni tu propio móvil, que probablemente intentará borrarlo por dignidad. Y si por alguna razón alguien te pide que le muestres tu obra maestra —tu intento de ser James Cameron con el pulso de un flan y el audio de una cafetera sin agua operada por un Gremlin que ha comido un cachopo después de medianoche—, hazle un favor: recomiéndale ayuda profesional. Nadie en su sano juicio elige la tortura por voluntad propia.
Este año, disfrutad de los fuegos. Disfrutad de los colores, de los sonidos que retumban en el pecho, del silencio entre estallido y estallido… y, sobre todo, del olor a pólvora que queda flotando al final. Y eso, ni, aunque el mismísimo Ridley Scott lo grabe con un móvil de la NASA, se puede comparar a vivirlos.
Así que, si este año Phil Knight decide venirse a Gijón a presenciar los fuegos de Begoña, estoy convencido de que no lo veremos con el móvil en alto.
Lo veremos cómo debe ser: con los ojos bien abiertos, el móvil en el bolsillo…y unas Nike bien cómodas para pasear por El Muro.