La escritora, como los vecinos, denuncia que a la escasa higiene y a inseguridad se ha añadido la falta de iluminación, e insta al Ayuntamiento a que «mire para la zona oeste, a las personas trabajadoras que madrugan»
Como sucede en casi cualquier ciudad del planeta, los años han otorgado a cada uno de los barrios de Gijón un simbolismo especial, una suerte de atractivo preferente en función de los intereses de la sociedad. Así, Cimavilla se ha erigido en mascarón de proa de la cultura y del turismo; el entorno de El Molinón, en referente deportivo; El Carmen, en reclamo gastronómico… Y Fomento y Poniente, en la zona de fiesta por antonomasia. Eso sí, semejante condición no parece ser muy del agrado de los vecinos del lugar, cansados de lidiar con la falta de higiene, la sensación de inseguridad en las noches de fin de semana, o la falta de servicios. Unas voces, las suyas, a las que ha sumado este mismo lunes la de la escritora gijonesa Pilar Sánchez Vicente, quien se ha valido de su cuenta en la red social X, la antigua Twitter, para poner sobre la mesa un nueva incomodidad en esa área: la ausencia de iluminación.
En un texto dirigido expresamente a la regidora Carmen Moriyón, al Consistorio, a los residentes y a los medios de comunicación, Sánchez afirma que a las siete de la mañana las farolas estaban apagadas. Además, asegura haber sido víctima de «un intento de asalto» que la obligó a huir «a oscuras», y reflexiona acerca de que «este Ayuntamiento de los ricos podía mirar para la zona oeste y las personas trabajadoras que madrugan». Una escueta petición que, en declaraciones hechas expresamente a miGijón, no ha dudado en ampliar. Al salir de su domicilio y poner rumbo al trabajo, de un callejón sito en Fomento «me salió uno, que se me intentó echar encima. Tuve que correr en total oscuridad, sin ver por dónde iba, ni saber lo que pisaba, porque no había ni una farola encendida». La fortuna quiso que su perseguidor no tardase en desistir, pero el susto aún permanece en el cuerpo de la literata. «A esa hora había luces en todo Gijón, menos en Fomento y en Poniente. Es algo tercermundista».
Pero las quejas de Sánchez no se quedan ahí. Reivindicadora desde hace tiempo del progresivo deterioro del barrio, la autora no duda en definirlo como «un estercolero; sobre todo, la parte de la playa». Y a los hechos se remite. Cada concierto, cada espectáculo, cada evento que se organiza en el arenal, que «puede llegar a congregar a 40.000 o a 50.000 personas», y en el que «se venden miles y miles de litros de cerveza», carece, sin embargo, de «baños portátiles». En esa tesitura, «la gente o hace cola para ir al váter en un bar, en caso de estar abiertos, o se alivia en la playa, y eso es asqueroso. Yo, que viajo mucho, juro que no lo he visto en otros países. En ningún lado encuentras la desidia que hay aquí con el tema de los urinarios». Todo ello, claro, sin contar «la cantidad de basura que queda tirada del fin de semana, las pandillas que te encuentras al ir a trabajar… Voy al centro, y todo son carritos de limpieza, luces… Aquí, hasta las papeleras de la playa nos quitaron los primeros. Por si teníamos poco con la contaminación, ahora, esto».
Lejos de ser una explosión de rabia expresada por una única persona, la protesta de Sánchez ha encontrado su eco en la Asociación de Vecinos ‘Pando’ de Poniente, que preside desde hace más de una década Emilio Rodríguez. Es más, lo manifestado por la escritora no sorprende a este veterano de la lucha vecinal. «Coincide punto por punto con lo que sufrimos por aquí», admite. Tanto es así que «el parque infantil se queda a oscuras en cuanto cae la noche», lo que acrecienta la percepción de inseguridad. En cuanto a la falta de higiene, especialmente en la playa, «no hace falta recurrir a la Asociación para conocer la opinión; cualquier usuario lo dirá». Esa lucha concreta se remonta «a cuando nos quisieron poner la Semana Negra aquí; acabamos en juicio, pero aún recuerdo que la alcaldesa de entonces, Paz Fernández, nos dijo que la playa no tenía nada que ver ni con los vecinos, ni con los urinarios».
A tenor de esos datos, el fondo de la cuestión es una reivindicación archiconocida y, de paso, análoga a la de otros barrios de Gijón: que se tenga a Fomento y a Poniente más en cuenta en el reparto de servicios. «Somos como una isla», explica Rodríguez. «Pagamos el IBI como en el centro, o en Somió, pero luego nos tratan como a un grupo de viviendas que sirven de dormitorio, y no es justo». La síntesis no es sino una sensación «de abandono» por parte del Ayuntamiento que, confía, algún día llegue a diluirse. «No nos lo merecemos. No somos ciudadanos de segunda. Somos parte de esta ciudad».
La anterior alcaldesa vivía en el Natahoyo, alao de Poniente. ¿Se lo pediste a ella? Lo siento pero con lo de «Este ayuntamiento de los ricos..» te descalificas tú sola. Estoy de acuerdo con mucho de lo que dices pero no con las formas… por cierto no sé si sabéis que cualquier cosa que se haga en Fomento hay que pedir permiso a Puertos del Estado, casualmente en manos del PSOE ..
Toda la iluminación de Gijón con nuevas farolas LED es un contrato que firmó la anterior corporación y es bastante lamentable.
No tenía ni idea de quién era está señora escritora, pero bueno siendo Comadre de Oro ya sabemos….un estómago agradecido más .