Pese a que en el municipio de Gijón existen más de 150.000 viviendas, tenemos un problema residencial muy grave y, sobre todo, muy escondido y nada reconocido
Hace unos días el PSOE de Gijón planteó una propuesta para que desde el Ayuntamiento se promoviese la construcción de más de 300 viviendas públicas. Planteó, de manera general, las herramientas para cómo hacerlo y también el fondo de por qué hacerlo. El cómo es el mismo que el propio PSOE gijonés explicó allá por el mes de mayo de este año: con iniciativa pública o bien con colaboración público-privada. El por qué es quizá lo más evidente. El problema del acceso a la vivienda en el país se ha ido incrementando con el paso del tiempo, y en ciudades como la nuestra el asunto aumenta, si cabe, un poco más, con alquileres y precios de venta que ya alcanzan el delirio, del tipo de 1000 euros de alquiler por un pisín, y cosas así. Podríamos preguntarnos que ¿por qué no hicieron nada de esto los cuatro años de gobierno anteriores, cuando el problema era el mismo?, pero no seamos suspicaces y quedémonos con que la propuesta está lanzada.
Llegados a este punto, creo que conviene hacer un pequeño receso histórico, para situar la realidad actual. Del año 2000 al año 2010 se desarrollaron en Gijón la friolera de 19.031 viviendas, nada más y nada menos que el 12 % del total de viviendas que hay hoy en día en la ciudad se hicieron en esos locos años del boom urbanístico más reciente. Del año 2010 al año 2020 el total de viviendas construidas apenas llegó a 1000. Se hace uno a la idea de lo que significó la burbuja inmobiliaria. Teniendo en cuenta el periodo del 2000 al 2010, con viviendas que ya rondan o superan los 20 años, el siguiente bloque de desarrollo de viviendas en Gijón, que es el máximo histórico, se dio entre el año 1970 y el año 1980 con casi 40.000 viviendas. Y el siguiente entre 1960 y 1970. Viviendas todas ellas que en el mejor de los casos pasan ya de los cuarenta años de existencia.
Esta reflexión y acumulación de datos nos lleva al terrible drama de que, pese a que en el municipio de Gijón existen más de 150.000 viviendas, tenemos un problema residencial muy grave y, sobre todo, muy escondido y nada reconocido. El parque de viviendas de la ciudad está conformado por edificaciones eminentemente envejecidas y con calidades que dejan mucho que desear, en especial en muchos de los edificios de las épocas desarrollistas de los años 70 del siglo pasado y de los 2000 de nuestro siglo. A esa situación de realidades habitacionales que distan mucho de cubrir las necesidades de 2024, hay que unir dos factores más que hacen que el drama sea mayor. El primero de ellos es la influencia del conocido como urbanismo de lujo que se ha incrementado en nuestra ciudad. Contamos con un Catálogo Urbanístico -aprobado en 2019- que es verdaderamente vergonzante. Y lo es por la nula protección que ofrece a muchos edificios históricos que deberían ser conservados, protegidos y puestos en valor y que nada de ello favorece ese Catálogo. Al contrario. El Catálogo Urbanístico actual promulga la profusión de recrecidos (es decir, que se construyan edificios nuevos, en la mayor parte de los casos horrendos, sobre el propio edificio protegido), logrando de esta manera cargarse el edificio original. Pero a la vez, el edificio resultante de este pastiche adquiere una falsa identidad histórica que se traduce en precios de lujo. Este urbanismo de lujo, y difícilmente accesible para el común de los mortales, sí que ha aumentado en los últimos años en la ciudad. Sigamos.
El segundo y último ingrediente que ha perpetrado esta crisis habitacional y residencial de Gijón es la llegada, cada vez en mayor medida, del turismo a la ciudad, y la adquisición de viviendas por parte de propietarios con rentas más altas a las de nuestro entorno, que pueden permitirse adquirir el escaso parque inmobiliario de cierta calidad disponible en la ciudad, aumentando con ello los precios de las pocas viviendas nuevas o “modernas” que existen en Gijón. Cierto es que esta última realidad se agotará a sí misma, puesto que la gente que desea disponer de esa segunda o tercera residencia dejará de hacerlo cuando la ciudad colapse o sea más incómoda. Pero el daño, en forma de edificios vacíos e inaccesibles, ya estará hecho.
Con todo ello resulta difícil de entender que, en una ciudad en cierta remisión demográfica, no en el mejor momento económico, con más de 8.000 viviendas vacías y con más de 150.000 viviendas construidas para una población de apenas 270.000 habitantes, haya que concluir que sí, que el PSOE de Gijón acierta al decir que hay que construir más viviendas. De hecho, ni 300, ni 1000, sino bastantes más para que la población encuentre una solución residencial acorde, digna y justa. Y el detalle, no menor e indispensable, es que además deberían ser viviendas promovidas o desarrolladas por entes públicos directamente. Y esto es muy importante, porque como en otros muchos sectores se ha demostrado, el sector privado de la construcción únicamente se ocupa y preocupa de facturar. Cuando hay bonanza (o “burbuja” como queráis llamarlo) construyen viviendas sin ton ni son, y de calidades muy “variadas”, y cuando no la hay, pues cierran filas en torno a las viviendas de lujo. En consecuencia, si el PSOE ha visto la luz definitiva de que es necesario tener vivienda pública y que solo así se soluciona algo, pues bien. Si toda esta fanfarria es solo para atacar al gobierno, pues mal. Porque, mientras el tiempo pasa, la mayoría de nuestras viviendas no cumplen unos mínimos, y el lujo mal entendido se está cargando nuestro patrimonio arquitectónico.