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«Ambas ciudades, tan próximas en el mapa, se han convertido en epicentros de una batalla interna donde, como siempre, el interés general brilla por su ausencia»
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Andrés Ruiz ha tomado el timón del PP Gijón este sábado con un 55,7% de los votos, dejando atrás a su rival, que alcanzó el 44,3%. Una elección sin enmienda alguna, esperable a la luz del varapalo que se llevó Esther Llamazares, del PP Avilés, al rechazar el Comité de Garantías en diciembre la rabieta que la lanzó a impugnar el triunfo de Estefanía Rodríguez del pasado julio. Una resolución que zanja el enquistamiento de Avilés, y sienta precedente para Gijón.
Álvaro Queipo, líder del PP Asturias, empleó su tiempo en templar los ánimos en las dos juntas locales más inestables. Gijón y Avilés, tan próximas en el mapa, se han convertido en epicentros de una batalla interna donde, como siempre, el interés general brilla por su ausencia. Mientras el partido termina de dirimir sus querellas, la economía regional se tambalea y la incertidumbre laboral crece como la marea en las mareas vivas de septiembre.
Porque al ciudadano no le importa quién manda en un partido, ni las rencillas que hierven en los pasillos del N° 12 de la ovetense calle de Azcárraga. Su preocupación es otra: el trabajo, la estabilidad, el futuro de una industria asturiana que sostiene la región. Y ahí es donde Queipo debe demostrar solvencia. ⅞No con equilibrios entre facciones, sino con un rumbo claro que disipe debates identitarios y se enfoque en lo que de verdad amenaza a Asturias. Porque mientras el PP discute, la industria agoniza.
Duro Felguera, emblema del músculo industrial gijonés, sufre la asfixia impuesta por la SEPI, en una maniobra que incomoda profundamente a Mota-Engil y a su dueño, José Manuel Bejos. Y no está sola. TSK, Imasa, Idesa e Isastur, pilares de la ingeniería asturiana, atraviesan turbulencias maquilladas con campañas de marketing que intentan disfrazar la realidad: la industria está en problemas. Mientras tanto, Adrián Barbón observa con gesto grave, y su única acción es instar a que no se hable demasiado del asunto.
Si el PP Asturias aspira a gobernar, necesita mostrar una alternativa real. Y eso no se consigue apagando rencillas locales, sino proyectando una imagen de liderazgo, de solvencia, de capacidad para afrontar lo urgente. Para ello, Queipo necesita aliados. Y ahí entra en juego Pablo González. Como senador, su labor es crucial para la defensa de Gijón y de su industria. Su pérdida de poder territorial en la junta local no debería significar su exclusión del proyecto de Queipo. Apartarlo sería un error estratégico que el PP no puede permitirse si realmente aspira a recuperar el gobierno asturiano.
El hexámetro del PP Asturias no puede ser otro que el de la solvencia, el liderazgo y la claridad. El pentámetro que lo acompañe, la unión sin recelos. Porque el puerto seguro que necesita Asturias no está en la guerra interna de un partido, sino en la capacidad de ofrecer una alternativa que mire más allá de sus propios muros.