«La astenia primaveral se percibe en el amodorramiento del personal. La fatiga y la primavera nos mantiene aletargados».
Ya es primavera. Nos lo ha dicho el meteorólogo, ese medidor de nubes y tormentas. Ya es primavera aunque oficialmente no lo sea. Vamos siguiendo el paso de los días, como el meteorólogo, midiendo la temperatura de la ciudad, que vive su particular astenia primaveral. Tiene razón Pablo González, el nuevo presidente local del Partido Popular, cuando afirma en la entrevista que publicamos ayer que la ciudad no ha salido a la calle a protestar por el cambio de rumbo que ha tomado, inesperadamente, la estación intermodal. Esta astenia primaveral se percibe en el amodorramiento del personal. La fatiga y la primavera nos mantienen aletargados.
Henry Miller publicó entre trópico y trópico su particular Primavera negra, llena de macarras, chorizos, cocainómanos, pordioseros, apostadores de caballos, asesinos a sueldo, folladores, chinos, italianos, judíos y polacos en una América deliciosamente libérrima. Nada que ver con este tiempo pandémico que nos preserva del peligro viral manteniéndonos en casa. Pero yo leo y releo a Henry Miller porque me da la vida. Para recordarme a mi mismo que hubo otro tiempo en el que la gente se sentía verdaderamente libre, actuaba libremente, hacía el amor en libertad. Hoy todo se ha vuelto lacónico. Un sí pero no que nos ha aletargado, ya digo, sin remedio.
«Porque la política no es una meditación sobre la muerte, sino sobre la vida. Y de la vida ya no nos hablan«
El vicepresidente del gobierno del Principado, Juan Manuel Cofiño, nos indicaba esta semana que toda muerte indica un fracaso. La muerte es una identificación de nuestro yo final y todavía queda mucho para eso. A veces creo que el gobierno le habla a un ser agonizante, elevando un perdón y una culpa antes de que al enfermo le llegue su hora final. Solo Dios juzga a los hombres, pero los asturianos llegamos ante él con un expediente de buena o mala conducta. Es cierto que, en ocasiones, la muerte es lo más hondo y acertado que tenemos. Pero se supone que un político debería hablarnos de la vida. Porque la política no es una meditación sobre la muerte, sino sobre la vida. Y de la vida ya no nos hablan, ay.
Todo proyecto político anuncia un porvenir. Sin porvenir, solo nos queda la muerte, el suicidio. Pero el hombre es un ser de lejanías, escribió Heidegger, el más poético de los filósofos alemanes. Somos seres arrojados en el tiempo. Se echa en falta el vitalismo de aquellos políticos franceses como Camus o Malraux que lo invitaban a uno en sus libros a morir en el frente. Se puede combatir con honor y sin perder la alegría. La política española, o mejor dicho, la que se hace en Asturias, se parece más a la de una orden jesuítica que nos martiriza día tras día con la muerte.
Esta primavera no será feminista ni será santa. La primavera será negra, pero no como la de Henry Miller que fue un desarraigado vitalista, un devorador de todo, un maestro de los placeres que otorga la vida. Yo le pregunto a la primavera qué bebe, qué besa, qué muerde, qué sueña. Me lo pregunto todos lo días para combatir la fatiga pandémica. Está claro que Cofiño no tiene respuesta.