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Ser representante público no consiste solo en cobrar 65.000 euros anuales, también implica responder con respeto, y un mínimo de conocimiento, sobre lo que te preguntan
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No sé si en alguna ocasión os habéis parado a echar un vistazo a lo que se debate, discute o acuerda en un Pleno Municipal; y me refiero no tanto a los acuerdos o decisiones que salen publicados en los titulares de la prensa del día siguiente (hoy día estaría mejor decir: la prensa del minuto siguiente) en los que se sacan las palabras del político de turno entrecomilladas, y la descripción del acuerdo relatada por un periodista. Estoy hablando del canal de televisión del Ayuntamiento de Gijón que está en YouTube, donde podéis seguir, en directo o en diferido, lo que pasa cada segundo miércoles de mes en el salón de plenos del ayuntamiento. No os digo que os traguéis las cuatro horas de pleno -o lo que dure- no, tampoco hay que pasarse, pero si, de vez en cuando, echáis un vistazo a alguna de las intervenciones que allí se dan, os aseguro que serían totalmente clarificadoras de las posturas, formas y pensamientos de las personas elegidas para gobernarnos. Y eso suele ayudar a entender por qué pasan según qué cosas.
Uno de los temas más delicados en el debate municipal de este mes es el que atañe a los comedores escolares de nuestra ciudad y a la calidad de su comida. No es un debate nuevo. Son varios años ya sin tomarse medidas al respecto. Aunque, que no sea algo nuevo, y que no se hayan tomado medidas antes, no justifica persistir en el error. Pero, démosle un poco de contexto a lo que comen las pequeñas y pequeños de nuestra ciudad. La comida se hace en Valladolid, y desde allí, dos veces por semana, se trae a una nave de Gijón desde donde, sin perder la cadena de frio, se distribuye a los coles. Allí, en los coles, es regenerada, calentada o puesta en condiciones para que los pequeños la puedan “disfrutar”. Para empezar, la cosa no suena como muy apetecible, ni saludable, pero sigamos.
A esto hay que añadir que existe un informe, de hace ya unos cuantos meses, de la Consejería de Salud del Principado de Asturias en el que se señalaba que la calidad y variedad de la comida (pocas verduras, poco pescado, mucha carne) no era la deseable, entre otras cuantas cosas.
Pensando en esta suma de factores, sobre el tipo de comida, las condiciones y que esto es lo que comen los peques cinco días a la semana, el debate, cuanto menos, ha lugar. O no, porque con estas nos topamos con el concejal Jorge Pañeda, actual responsable de la Concejalía de Educación y Deportes del Ayuntamiento de Gijón, y por tanto responsable de las competencias en las materias educativas de las que es titular el Ayuntamiento.
Como ya decíamos antes, más allá de que el dilema viene arrastrándose desde hace tiempo, lo cual no sirve como justificación, sino más bien como todo lo contrario, el concejal no hizo suya la premisa de que “cuando no sabes de qué estás hablando, mejor te callas”, porque lo que suele pasar es que cuanto más hablas, más metes la pata, y eso es lo que pasó. Más allá de que quien le escriba los discursos se lo debería facilitar en papel para “mejorar” las explicaciones, es evidente que estar al frente de una concejalía de gobierno requiere mucha preparación de los asuntos de su negociado. Y cuando esto no es así, podemos asistir a declaraciones tan difícilmente definibles como la de este concejal, en donde pasó de asegurar, en más de seis ocasiones (por lo que sea), que no defendía los intereses de la empresa concesionaria, a tildar la “propuesta de necesaria intervención sobre la problemática de los comedores escolares”, presentada por Izquierda Unida y Podemos, de “obra de la propaganda nazi”. Sí, eso dijo. Vista la intervención, y el nerviosismo aparente del concejal, uno ya no sabe si pensar en que las declaraciones de ese tipo, o las del tipo “que tampoco se están llevando los niños al matadero” (para explicar que tampoco hay que exagerar con las condiciones de seguridad y calidad de la alimentación de nuestros pequeños) son propias del desconocimiento de quien está hablando como representante público, o bien, y todavía sería mucho peor, si lo que pasa es que le importa un bledo ofender a propios, extraños y a cualquiera que tenga que escuchar tal cúmulo de despropósitos.
Porque, si lo que pretendía el señor Pañeda es no parecer un defensor de los intereses de una empresa frente a los de los escolares de Gijón, siento decirle que sí lo ha parecido. Y si lo que pretendía era contra-argumentar políticamente frente a la oposición, solo ha logrado hacer ver que esto del debate democrático no le gusta.
Ser representante público no consiste solo en cobrar 65.000 euros anuales, también implica responder con respeto, y un mínimo de conocimiento, sobre lo que te preguntan. Y ya van dos años en el puesto para tener claro esto. Eso, y que, si fuera él quien tuviera que comer lo que comen los pequeños una semana, sería el primero en estar exigiendo comida decente. Un poquito de por favor.