Los vecinos de El Llano secundan la reclamación de la Asociación ‘La Serena’ y piden que el Ayuntamiento saque el espacio del estado de abandono en que parece estar desde hace varios años
Nació a mediados de los noventa como un espacio social para las viviendas surgidas de la extinta fábrica Electra, en pleno corazón del barrio de El Llano. El tiempo y el uso lo convirtieron en el punto de encuentro del bulevar del mismo nombre, un auténtico foro de convivencia al aire libre, en el que personas y mascotas pudiesen coexistir en paz. Y, ahora, el abandono y la degradación lo han convertido en un objeto de deseo y molestia para sus vecinos. La historia del parque de la Electra podría sintetizarse en esas tres fases, la crónica resumida de una decadencia para la que, desde hace años, sus usuarios piden una solución de una vez por todas. Su reivindicación no es nueva, desde luego, aunque esta semana ha vuelto a las portadas después de que la Asociación de Vecinos ‘La Serena’ reclamase por escrito al Ayuntamiento un plan integran de mejora para el lugar. Porque en algo coinciden prácticamente todos los habitantes de la zona, los propietarios de los negocios colindantes y los foráneos que exploran el lugar: el Electra debe quedarse, sí, pero no en sus condiciones actuales.
Suciedad y falta de vegetación, demasiadas zonas en penumbra, un consumo de drogas y de alcohol poco sutil, amenazas y peleas a altas horas de la noche… La lista de problemas para los que se piden soluciones es larga, variada y compleja. Sea como sea, la propia estética del parque, lúgubre y descuidada, da la medida de lo urgente de una actuación en profundidad en la que, afirmaban desde el Consistorio este mismo jueves, ya se está trabajando. Sin embargo, pocos en el barrio se lo creen. «Esto está de un abandonado que da pena, como todo el bulevar», se lamenta Francisco Ordales, un habitual de la zona, que siempre ha preferido el Electra al parque de Los Pericones, más cercano a su casa, porque «tengo a mi madre aquí. Y lo pasa mal, la verdad. Los perros mean y cagan donde quieren, nadie poda los árboles, los bancos están hechos polvo… La imagen general es triste».
«Tenemos miedo al cerrar en invierno; necesitamos más luz y seguridad»
Hace ya dos años que, a petición de los propios vecinos, las identificaciones de espacios caninos acotados se retiraron, con la intención de dar a las áreas con vegetación la apariencia de parcelas de césped, de ‘zonas verdes’. Al recordar esa pretensión, Magali Zapico no puede evitar carcajearse. «¿Tú ves zonas verdes? Yo tampoco. Lo que hay es barro, mierda de perro y unos árboles que no cuida nadie», apunta, una vez recuperada de la risa. Porque tras ese estallido se oculta una indignación alimentada a lo largo de los años. «Es una vergüenza que dejen esto como está, porque todos pagamos nuestro IBI y nuestras cosas; deberían arreglar las aceras para que esto no se encharque cuando llueve, plantar algo para hacerlo bonito, cerrarlo a los animales y cuidarlo un poco, porque entre eso y que fumo porros todos los días indirectamente, del humo que me llega a casa…».
El de la percepción de inseguridad es otro de los grandes problemas del Electra. Pese a que esta mañana un equipo de técnicos reemplazaba las farolas inoperativas por otras nuevas, dando así respuesta a una de las reclamaciones hechas ayer por la Asociación ‘La Serena’, lo frondoso de la vegetación crea múltiples espacios de baja iluminación; en especial, en la parte central del parque, aquella en la que habitualmente se acomodan grupos de jóvenes para, denuncian los residentes y empresarios, trapichear y beber. «Tenemos miedo al cerrar en invierno», afirma Ester Fernández, propietaria del salón de belleza Corte Estilistas. En su memoria está todavía la pelea que, hace hoy una semana, protagonizó un grupo de chavales, y que requirió la presencia de la Policía Local. «Eso es lo que necesitamos: más seguridad y más luz», completa su amiga Mireia Redondo, que regenta un negocio de decoración de uñas a escasos metros de la anterior. Y, sobre todo, coinciden ambas, «más verde; mucho más, de hecho. Podría ser un parque precioso, y como en Gijón no andamos sobrados de vegetación… Si lo arreglan y lo hacen más seguro, sería perfecto».
Mientras pasea a su pequeño perro ‘Micki’, Juan Carlos Berrocal procura quitarle un poco de hierro al asunto de la inseguridad. «No es que pase todos los días, va por temporadas, y lo cierto es que esa gente no se mete con nadie; se ponen ahí, en el centro del parque, a hacer sus cosas, y ya», afirma. Ahora bien, todo tiene su matiz, y el de Berrocal se halla en sus dos hijas; cada vez que salen a la calle, si hay grupos sospechosos en la zona, «me pongo en la ventana». Su punto de vista coincide, en buena medida, con el de Amanda Fernández, madre de un hijo de doce años, y que no se siente «segura del todo, aunque tampoco es algo exagerado. Más grave me parece lo del ‘verde’; tenemos Los Pericones al lado, así que aquí no hace falta tanto árbol. Con más césped y más luz, mejoraría la sensación de seguridad». Igualmente equilibrado en su criterio se muestra Javier González, dueño de El café de Electra desde hace diecisiete años. «A ver, que esto no es el Bronx; lo de la semana pasada fueron diez o doce chavales de unos quince años, pero tampoco es que esté a la orden del día», concreta. Pero es verdad que «el parque está para verlo. Barro en vez de jardines, olor a orina de perro, lo de la poca luz… Esto dinamizaría la zona si hubiese seguridad y más cuidados».
A decir verdad, y por sorprendente que parezca, la falta de dinamismo no es un problema en el Bulevar Electra. Más bien todo lo contrario. Los negocios operativos no escasean en los alrededores del parque. Dos peluquerías, varios bares, una clínica protésica, un salón de yoga y tarot, una tienda de uñas, otra de encuadernación… Incluso un bazar de productos japoneses. «Si es que aquí hay mucho movimiento. Lo que nos falla es la imagen», bromea Jorge Luis Abella, veterano del barrio desde hace más de cuatro décadas, mientras pedalea en una de las máquinas de calistenia allí instaladas. Cerca de él, Matilde Delgado regresa a su piso tras haber dejado correr a ‘Laika’, su border collie de tres años. «Hay mucho que hacer aquí, y nos han ‘dicho ‘chivado’ que el Ayuntamiento tiene en el cajón un proyecto de rehabilitación que lleva años aparcado», teoriza. Sea como sea, «que hagan lo que quieran, pero queremos este parque. Es parte de nosotros. Sólo le hace falta un empujoncito».
Queremos reformar el parque, cómo no (está muy abandonado), pero si es a cambio de sacrificar los hermosos ejemplares de árboles maduros q han tardado 30 años en crecer, mejor nos quedamos cómo estamos: este parque constituye un auténtico oasis climático que, con el nivel de contaminación de Gijón, los calores que pasamos en verano junto con el ruido del tráfico colindante, la verdad es que no tiene precio. Si no existiera habría que inventarlo.