«Yo, está claro que soy inasequible al desaliento, en la siempre fiel a la derrota tercera España del centro liberal, y socio del Sporting para rematar»

Desde que tuve uso de razón fui un apasionado de los periódicos, de las noticias, de la política, si me gustaban también los tebeos o los mádelman, pero cuando había elecciones las seguía y coleccionaba pegatinas de todos los partidos.
Me encantaba el primer periódico de Pedro J. Ramírez, el Diario 16 y seguir las historias de magnicidios, guerras o el resquebrajamiento del telón de acero. En España siempre admiré a Suarez, y en los primeros tiempos de facultad ya votaba a aquellos partidos como el CDS o la Operación Reformista de Garrigues Walker, siempre triunfando como se puede comprobar.
Se dice que los “triunfadores” siempre empiezan siendo de izquierdas, del Barsa y del Sporting y acaban en la derecha, en el Madrid y en… bueno ese otro equipo que va de azul. Yo, está claro que soy inasequible al desaliento, en la siempre fiel a la derrota tercera España del centro liberal, y socio del Sporting para rematar.
Podría ponerme pedante y decir que mis ideas nacen a raíz de la lectura de los ensayos de Montaigne o de los escritos de Cicerón, pero no, mi inspiración estaba en la tele, en las series y las películas de los ochenta. Una serie en especial: “Lou Grant”, la vi en dos ocasiones, la primera en los primeros 80 y luego la reprogramaron con la llegada de las televisiones privadas.
Lou Grant era un periodista que, tras su despido, por independiente, de la cadena de televisión para la que trabajaba, pasa a ser editor del diario Los Ángeles Tribune y ahí, con el sabor de aquellas series antiguas y auténticas como; Enredo, Luz de Luna o Canción triste de Hill Street, se enfrentaba todos los días con mil dilemas morales, éticos, profesionales y de sensibilidad social, desde los derechos de los homosexuales, el maltrato infantil, el tráfico de drogas, las empresas contaminantes, la verdad…
Esa América liberal que parece que no ha vuelto, salvo la ilusión que nos creó Obama, la América empática, donde teníamos muy claro quiénes eran los buenos y quienes los malos. Para un chaval del barrio la arena y del Sporting era muy fácil, identificar a los poderosos que influían para conseguir sus objetivos (léase la expulsión de Ferrero por ser agredido por San José) y a los injustos.
Pero aquel periódico de Los Ángeles, además, tenía que manejarse en un mundo de libre mercado y jugándose los cuartos de su dueña, no era un panfleto bolivariano, financiado por el estado, cada vez que había un problema, Lou tenía que subir al ático convencer a la señora Pinchon, de que lo ético, lo justo, que el derecho a la libertad de expresión y de prensa compensaba, y así era. Era fácil identificar, cuáles eran las posturas correctas y cuales las injustas. Eran maravillosos aquellos “naif” años 80.
Hoy nos tenemos que mover en las redes sociales, en la búsqueda del clic, en el mensaje impactante, pero sin fondo, en lo inmediato, en el griterío hostil y anónimo. El trabajo en profundidad para el papel es muy caro, como todo lo bueno y el público lo quiere todo ya y gratis. Si tu mensaje no cabe en una camiseta es demasiado largo. Lo veo al otro lado de la barrera, en la política de un humilde municipio, pero me sigue apasionando. Todo es mucho más complicado que cuando era un adolescente y te sabias de memoria la sintonía de un montón de series. Sin duda la de Lou Grant todavía la tarareo cuando caminando por el muro me dirijo a mi trabajo.