Las primeras horas de esta jornada electoral han registrado una afluencia de electores a los 75 colegios de la ciudad espaciada, alejada de grandes masificaciones, pero constante
Aunque regadas siempre con las notas alegres de algunas novedades, sorpresas o curiosidades, pocas jornadas electorales se alejan en exceso de ese guión de conducta que podría parecer previamente escrito, y que se repite de cita en cita. Porque este domingo, 28 de mayo, la dinámica en la mayoría de los 75 colegios distribuidos por Gijón apenas se ha apartado de las escenas vividas en comicios anteriores. Sin grandes afluencias en las primeras horas del día, aunque de forma constante, los votantes acuden a ejercer su derecho. Y, en las mesas, todos aguardan las que prevén que serán las dos franjas más activas de la jornada: el mediodía y el final de la tarde.
La Arena
En el Pabellón de Deportes de La Arena, bien temprano, Emilia Arganda acudía acompañada de su marido, Alberto Rubiera, y de su hija, Diana. «Solemos madrugar todos los fines de semana, pero si hay elecciones, más, porque hay menos gente y es más cómodo», reconocían tras depositar sus respectivas papeletas. Un objetivo fácil de alcanzar, pues el espacio de La Arena, tradicionalmente, no figura entre los más concurridos de Gijón. Algo que Arganda y Rubiera han constatado tras años participando en los sucesivos comicios. Menos experimentada que sus padres, a sus 22 años Diana ha comprobado que entre sus amistades de la misma edad «se ha hablado poco de todo esto; como la mayoría estamos de exámenes, la cabeza está a otras cosas. Esperemos que vayan a votar…».
Cerca de esa familia, atento a TikTok mientras esperaba a su pareja, Diego Cano, de 19 años, representa también a esa juventud que, opina, «está un poco descolgada de esto de la política». La razón no es otra que no se haya escuchado mil y una veces: sea cierto o no, «la impresión es que los que gobiernan no se preocupan por nosotros de verdad. Sólo quieren poder y dinero, y aquí, en Gijón, tenemos tantos problemas que hay que resolver… Empezando porque tantos de nosotros nos queramos marchar fuera». Una opción que Cano, por ahora, no contempla; decidido a estudiar Odontología, «espero encontrar ‘curro’ aquí, pero si no… A lo mejor me acabo marchando».
Antigua Escuela de Comercio
Por su céntrica ubicación, en una de las zonas más pobladas de la ciudad, la Antigua Escuela de Comercio está siendo, desde las horas iniciales del día, uno de los centros electorales más concurridos. Sin grandes colas hasta pasadas las doce, cuando una parte importante de los electores ha optado por asistir antes de ir a disfrutar del vermú, en todo caso no se han vivido escenas difíciles, ni problemas de índole seria, aunque sí se han vivido algunas escenas enternecedoras.
La protagonista indiscutible de una de ellas fue Rosario Menéndez, que cumplirá 85 años dentro de dos meses, y que, nerviosa ante suj primera votación en Gijón, tuvo que abandonar el edificio ayudada por el agente de la Policía Nacional apostado en la puerta. «Mira que llevo elecciones encima, y no me acabo de quitar estos nervios», reía al llegar a la calle, donde la esperaba su amiga Tere Muñiz. Hija de la cuenca minera, y después de una larga vida viviendo en Noreña, ahora continúa su participación en los comicios convencida de que «hay que seguir haciéndolo; sobre todo, los jóvenes, para que no pierdan todo lo que tanto costó conseguir».
Como a Muñiz, a Rogelio Santana también le ha tocado acudir a votar a la Escuela de Comercio. «Creo que son las elecciones en las que todos estamos más desconectados», reflexionaba este obrero de la construcción, hijo de padres bolivianos y que, a sus 32 años, opina que «hay poca confianza. Aquí a todos los partidos se les ha llenado la boca prometiendo cosas, pero no se ha hecho casi nada. A ver si, de una vez, eso cambia, porque Gijón necesita un repaso».
Antigua Pescadería Municipal
A orillas del Cantábrico, con una vista privilegiada de la playa de San Lorenzo, la sede de la Antigua Pescadería también ha tenido un flujo discreto de votantes en este primer tercio del día. «Vienen con cuentagotas, pero vienen; no ha habido momentos de vacío total», comentaban varios apoderados. Y entre quienes han ayudado a llenar ese vacío ha figurado Patricia Rama, «de Gijón de siempre», que ha votado confiada en que el ejecutivo saliente de las urnas «tome medidas reales para mejorar la vida de los ciudadanos». Sus preocupaciones son «el tema del empleo, que me afecta directamente, y la fuga de jóvenes. Y también el cuidado del medio ambiente. La ciudad se merece un futuro más verde».
Algo parecido solicitaba, a la salida del centro, Marcos López, desempleado de 47 años, tras una larga trayectoria en el sector del comercio. «Salimos de cuatro años en los que las cosas no han ido bien. Por eso es importante votar», admitía. Y se despedía lanzando un mensaje rotundo: «la gente se está desconectando de los discursos políticos, y eso lleva a la abstención. Creo que los partidos debería revisar eso, y cambiar el discurso. Las promesas vacías ya no sirven».
Antiguo Instituto Jovellanos
Otro de los espacios concurridos de la zona centro de la ciudad, el Jovellanos ya comenzaba a registrar ciertas colas de votantes pocos minutos después de las doce del mediodía. «Hasta ahora ha sido un poco a poco; es lo que se lleva», reía Samuel Acebal, presidente de una de las mesas. Su nombre fue uno de los elegidos para contribuir a esta ‘fiesta de la democracia’, algo que encara con resignación palpable. «No queda otra; no es lo que querría, pero es lo que hay», sentenciaba.
Entre quienes visitaron la mesa que lidera han estado Manuel Pérez y María Lafuente, que acudieron aprovechando uno de los paseos que reclama su pastora alemana, ‘Dobra’. En Gijón tras haber tenido que residir varias temporadas fuera de España, hoy por hoy tienen «poca fe» en que las cosas vayan a cambiar tras los comicios, consa que atribuyen a que «cuanto más envejeces, menos confianza tienes en las promesas. «Lo que deberían hacer es incentivar que venga más gente joven a trabajar, y que retornen aquellos que se fueron; nosotros pudimos, pero muchos otros, no», ponen sobre la mesa.
Como ellos, Elisa García, de 37 años, no ha faltado a la cita, aunque en su caso hay cierta convicción: la de estar ejerciendo «un derecho ganado, que costó mucho lograr»; eso sí, tampoco en ella prima una confianza en un cambio inmediato. Es la misma resignación expresada por Borja Fernández, quien ha aprovechado su concurrencia en el Jovellanos para enseñar a sus dos hijas pequeñas cómo se ejercita ese derecho. «Lo que más les ha gustado, la cabina para votar», se sonreía al volver a casa con ellas.