ENTREVISTA CON RAFA COFIÑO, DIPUTADO ASTURIANO DE SUMAR EN EL CONGRESO
«Mejorando la fiscalidad podemos garantizar la integración de las personas migrantes y, al mismo tiempo, tener un estado que sea sostenible»
«Aquí en el Congreso hay mucha escenificación y muchos zascas… Lo fundamental es aprender a ponernos de acuerdo»
Rafa Cofiño (Gijón, 1969), diputado de Sumar en el Congreso de los diputados y exdirector general de Salud Pública del Principado de Asturias, comparte sus reflexiones sobre su primer año en la política nacional. En esta entrevista, realizada desde la sala Argüelles del Congreso, Cofiño ofrece una mirada introspectiva a su experiencia en Madrid, y aborda temas como las tensiones políticas en torno a la inmigración y la integración de las políticas sociales, el lawfare y la crisis de Gaza. Con una perspectiva crítica pero constructiva, Cofiño reflexiona sobre los retos y aprendizajes de representar a una región como Asturias en el complejo entramado político español.
Un diputado asturiano en Madrid. ¿Qué ha aprendido durante este primer año?
Ha sido un año muy intenso. Es verdad que, aunque yo venía de trabajar 24 años en Administración, muy cerca de los niveles políticos, incluso por la etapa de director general, esto es un poco otro mundo. Tanto la actividad congresual como Madrid también.
Este miércoles decía que antropológicamente es interesante también entender qué pasa en Madrid y cómo son las relaciones de la gente por aquí, porque sigue siendo un poco como ‘la Corte’ en algunos aspectos. Y eso también es interesante para entender que a veces hay gente que todavía habla de ‘las provincias’. Entonces, es importante pensar cómo el discurso está muy centrado en política de la capital, pero poco en política de otras comunidades autónomas, sobre todo Asturias o regiones similares a Asturias.
Y eso es un poco una tensión que creo que es importante tener en cuenta de cara a ver cómo podemos influir en todo esto.
En esa línea que menciona de una política tan enfocada al ‘ombliguismo’ de la capital, ¿propuestas como la autonomía de León son señales del abandono que siente la ciudadanía en ciertos territorios?
No conozco la situación en Castilla y León, tampoco podría opinar. Pero sí que puedo decir que Asturias y otras regiones pequeñas y similares pasan muy desapercibidas. Y sobre todo ya no por un tema de que no se nos mire o no se tengan en cuenta algunas acciones, sino también porque tenemos buenas experiencias y buenas prácticas que no se conocen.
En Asturias hemos sido referentes en algunas cuestiones, como en salud pública, y no se conoce demasiado en Madrid.
¿Qué valoración hace del trabajo que ha hecho con su equipo aquí en el Congreso, enfocado a poner Asturias en la agenda?
Lo cierto es que estoy limitado al ser solo una persona, aunque tengamos los diputados del Grupo Socialista y demás, es muy complicado hacer todo lo que me gustaría poder hacer.
Específicamente yo estoy llevando los temas de sanidad como portavoz, pero también soy portavoz de discapacidad en políticas integrales de discapacidad, portavoz en la Comisión de Juventud e Infancia, y las comisiones llevan mucho tiempo de la agenda madrileña, porque nuestra idea siempre es tener agenda plena o comisiones en Madrid y luego hacer agenda asturiana. Al ser uno solo es complicado el tema de poder dedicarle todo el tiempo que nos gustaría. Pero sí que creo que se ha establecido un cierto mecanismo de trabajo, por ejemplo, con los grandes ayuntamientos y que hemos tenido reuniones, y con algunos no tan grandes a lo largo del año, de cara a recoger propuestas. Este año ha sido especialmente extraño por el tema de la yincana electoral que hemos tenido, que eso también ha dificultado el trabajo, porque ha quedado todo paralizado por los tiempos de campaña.
Menciona a la Comisión de Infancia. Han hablado recientemente sobre el tema de los menores en situación de vulnerabilidad procedentes de África, ¿cómo ve la situación?
El reto de la migración es uno de los retos fundamentales en políticas que tenemos que asumir no solamente en España, sino en Europa. Y aquí hay que tener una política valiente, y cuando digo valiente me refiero a que sea una política bien ordenada, estructurada e integral. El otro día había una proposición de ley en la comisión que es sobre el tema de los centros de menores no acompañados. Planteamos que hay que actuar ante la situación que tienen los centros de infradotación presupuestaria, no solamente por la situación de emergencia de Canarias, que es terrible, sino por lo que también ocurría ahí hace cinco años. Pero eso también supone tener políticas mucho más integrales. La política europea actual en relación con el tema de asilo e inmigración atenta contra los derechos humanos.
Hay que hacer procesos de inmigración más ordenados y ver la migración no como ese discurso que está teniendo la ultraderecha, claramente racista. El otro día en la comisión lo comentaba. Soy una persona bastante neutra y prudente en algunos aspectos, pero la prudencia no me impide afirmar que los mensajes que he escuchado en esta cámara durante este año han sido claramente racistas por parte del grupo de extrema derecha. Hay que atajar el punto de partida de la migración, que se basa en el colonialismo y en las políticas extractivas que hemos hecho.
¿Cómo puede el sistema público español garantizar la integración de estas personas migrantes y el respeto a sus derechos y, al mismo tiempo, tener un estado que sea sostenible?
La respuesta es mejorando la fiscalidad. Este es un tema clave que hay que contar a la ciudadanía. Y hay que contarlo bien, No se trata de subir impuestos a las clases medias y bajas, pero sí a las clases altas, grandes empresas y multinacionales. Ese cálculo lo tenemos hecho, y con eso se consigue una financiación enorme para paquetes sociales. Tienes que pagar tus impuestos en la medida de lo que tú estés percibiendo y hay mucha gente con grandes fortunas que no está tributando de forma correcta.
¿Ha descendido España en su nivel democrático? En los últimos tiempos hemos sido testigos de ciertas intervenciones del presidente contra el poder judicial y actuaciones del Tribunal Constitucional anulando penas del caso de los ERE de Andalucía.
Mi sensación desde dentro es que hay un nivel de crispación importante, pero también lo que veo es que esa crispación es muy teatral. Hay una urgencia terrible por la comunicación, y eso a veces lo que hace es no tener tiempos internos de reflexión y de acuerdos políticos. La gente cambia con periodistas delante. Eso sí, yo pongo un cordón claro y evidente con la ultraderecha.
¿Y cordón con los independentistas, con partidos como Bildu?
La situación de Bildu es diferente. Hablar de una persona que está diciendo que alguien que por su color no quiere que entre en este país es distinto. Yo he escuchado a Bildu en esta Cámara pedir perdón a las víctimas de ETA, es decir, no tiene nada que ver. Otra cosa es que interese sacar a ETA de nuevo.
Los separatistas de Junts decían esta semana que rechazarán la reforma de la ley de extranjería si no se excluye a Catalunya de la obligación de acoger menores migrantes. ¿Los considera de extrema derecha?
Junts es un partido conservador de derechas, pero no es extrema derecha. Pedir la independencia no es lo mismo que decir que ahora mismo queremos que todas las personas que vienen de otros países se tienen que marchar fuera de España. Porque nos tendríamos que ir casi todos. Todos somos mestizos.
¿Cree que, desde la izquierda, se está evitando el debate sobre las consecuencias negativas que, como cualquier otro fenómeno, puede tener la inmigración? Esa omisión parece ser el combustible de partidos como Vox en España o la Agrupación Nacional en Francia.
Me parece que la inmigración tiene oportunidades y puede tener dificultades, eso es evidente. Hay que escuchar a todas las partes. Incido en una variable importante en este tema: la pobreza. El problema ahora mismo no es una cuestión tanto de quién viene, de dónde viene y cuál es su raza, sino un tema económico. Hemos tenido inmigración de otros sitios que nos está consumiendo muchísimos recursos sanitarios, población que viene del norte de Europa y nadie se ha quejado.
Pero sí que en barrios de diferentes puntos de España se han quejado de la implantación de centros de menores migrantes y su impacto en la población.
Claro, esto forma parte de determinadas situaciones que tienen que tener un enfoque muy integral, como pudo pasar con algunos barrios en los años 80. ¿Qué variable operaba allí, si no había inmigración? La desigualdad.
No me fío de nadie que entrando en un análisis de esta cuestión empiece insultando y alentando discursos de odio. Puedo entender que haya gente que diga que le genera un conflicto de convivencia, pero hay que analizar experiencias, patrones, modelos, entornos… Lo que no podemos empezar es con ese discurso de odio, porque eso lo que supone es partir de una premisa totalmente equivocada que impide generar una cultura de convivencia y de paz, que es lo que queremos hacer.
El Gobierno ha planteado legislar una jornada máxima de 37,5 horas semanales en los próximos dos años. ¿Por qué 35,5? ¿Por qué no 35 o 30 horas?
Es un tema que yo estoy llevando directamente en una de las comisiones. Parte de las medidas planteadas proceden del marco de la revisión del trabajo que se hizo con los grupos de país, cuando empezaba a Sumar con movimiento ciudadano.
Hablando de números, hay que poner el tope en un número determinado. La reducción de la jornada supone tener un tiempo propio para poder dedicarlo a otras cosas. Hemos visto que hay horas extras no pagadas y hay que buscar que el trabajo sea de calidad. Todo esto tiene que ver mucho con la salud mental, con el estrés, con las situaciones de tensión que estamos viviendo en nuestro día a día.
Gran parte del discurso internacional de Sumar se centra en la situación de las víctimas de Gaza. ¿Por qué Palestina tiene tanta visibilidad y no Sudán, Yemen o Siria?
Como vengo del campo sanitario, esto me recuerda a la pregunta de “por qué hablamos tanto de esta enfermedad y no hablamos tanto de estas otras”. Eso va a ocurrir siempre. Esto no tiene que decir que las políticas que hagamos en sanidad, poniéndola como ejemplo, olviden algún tipo de problema. Ahora, en un momento determinado y por las circunstancias, hay algunos temas que van a ser más visibles. Yo creo que en el caso de Israel y Gaza hay un tema claro: el genocidio que está haciendo un país que aparentemente se vanagloria de ser una democracia. Un exterminio de población civil como hacía tiempo que no veíamos. Estamos viendo Auschwitz. Y todos estamos haciendo una vida normal mientras está pasando algo totalmente aberrante.
Volvamos a España. ¿Cuál es la situación de Sumar en Asturias?
Eso hay que preguntárselo a la gente que está allí. Es decir, yo soy diputado y represento a las decenas de miles de personas que me votaron en las últimas generales. Sumar es una coalición de partidos donde está Convocatoria por Asturias, Los Verdes y Podemos. Son esos partidos los que tienen que pensar hacia dónde va a ir Sumar.
Desde fuera, parece que le falta solidez al proyecto.
Posiblemente es muy parecido a lo que está pasando ahora en Francia. Yo creo que los tiempos de elecciones de julio del año pasado, el tema de tener que cocinar rápido una coalición electoral y de lo que ha sido luego también ese grupo parlamentario, más las diferentes elecciones… Todo ha dificultado un poco el darle forma.
Creo que hay que verlo con un ánimo positivo. Los procesos políticos a veces no son sencillos, porque las dinámicas requieren su tiempo, para verse, comunicarse teniendo en cuentas las diferentes perspectivas y las diferentes visiones que tengan los diferentes partidos. Yo aquí añadiría que también se respete y tenga en cuenta a las personas que no venimos de los ámbitos de los partidos, como es mi caso.
¿Cómo está la relación con sus socios del PSOE?
La relación es buena. El PSOE es un gran trasatlántico y a veces es muy difícil tirar de él hacia políticas progresistas, por lo que sea. Asimismo, hay un excelente nivel técnico y político en muchos de sus diputados. Creo que esto es un poco nuestro reto, es decir, venimos a mejorar la vida de la gente y eso supone hacer apuestas valientes. El tema de que hayamos conseguido un ministerio de Sanidad y que legislativamente sobre la mesa ahora mismo hay en menos de un año la propuesta de ley de universalidad, la de gestión pública, retomar el asunto de la Agencia de salud pública, la garantía de medicamentos, la ley ELA…
Bueno, siguen los retrasos con la ley ELA…
Estamos tirando todo lo que podamos, tratando de buscar acuerdos ideológicos de alta complejidad. He de decir que aquí en el Congreso hay mucha escenificación y muchos zascas… Lo fundamental es aprender a ponernos de acuerdo.
Un tema de actualidad, ¿la condena a las seis de la Suiza es un caso de ‘lawfare’?
Sí, claramente. Es un ejemplo de ‘lawfare’ y de estigmatización de un grupo de personas muy valientes. Hemos estado con ellas estos días. Seis personas que reivindican unos derechos. Según cómo se cuenta la historia puede parecer que hicieron boicot a la empresa cuando fue todo lo contrario.
Entonces, si es lawfare, ¿está prevaricando el juez? ¿no aplicó bien la ley?
Aunque no soy un experto, desde una visión más generalista, creo que muchas de las condenas que hemos visto o se han visto en los últimos años sí que es importante revisarlas. No me atrevería a decir de mano que nadie está prevaricando, pero bueno, creo que hay que analizarlo todo con cierto rigor.
En la sentencia se explica que la actividad sindical condicionó el cierre de La Suiza.
Creo que hay que hablar con los trabajadores y escucharles bien. Se trata de la culpabilización de una actividad sindical, y además aquí hay un acuerdo también importante por parte de sectores de la sociedad que va más allá del sindicato.
¿Ha descendido España en su nivel democrático? En los últimos tiempos hemos sido testigos de ciertas intervenciones del presidente contra el poder judicial y actuaciones del Tribunal Constitucional anulando penas del caso de los ERE de Andalucía.
Mi sensación desde dentro es que hay un nivel de crispación importante, pero también lo que veo es que esa crispación es muy teatral. Hay una urgencia terrible por la comunicación, y eso a veces lo que hace es no tener tiempos internos de reflexión y de acuerdos políticos. La gente cambia con periodistas delante. Yo pongo un cordón claro y evidente con la ultraderecha.
¿Y por qué no un cordón con los independentistas, con partidos como Bildu?
La situación de Bildu es diferente. Hablar de una persona que está diciendo que alguien que por su color no quiere que entre en este país es distinto. Yo he escuchado a Bildu en esta Cámara pedir perdón a las víctimas de ETA, es decir, no tiene nada que ver. Otra cosa es que interese sacar a ETA de nuevo.
Los separatistas de Junts decían esta semana que rechazarán la reforma de la ley de extranjería si no se excluye a Catalunya de la obligación de acoger menores migrantes. ¿Los considera de extrema derecha?
Junts es un partido conservador de derechas, pero no es extrema derecha. Pedir la independencia no es lo mismo que decir que ahora mismo queremos que todas las personas que vienen de otros países se tienen que marchar fuera de España. Porque nos tendríamos que ir casi todos. Todos somos mestizos.
¿Cree que, desde la izquierda, se está evitando el debate sobre las consecuencias negativas que, como cualquier otro fenómeno, puede tener la inmigración? Esa omisión parece ser el combustible de partidos como Vox en España o la Agrupación Nacional en Francia.
Me parece que la inmigración tiene oportunidades y puede tener dificultades, eso es evidente. Hay que escuchar a todas las partes. Incido en una variable importante en este tema: la pobreza. El problema ahora mismo no es una cuestión tanto de quién viene, de dónde viene y cuál es su raza, sino un tema económico. Debo recordar también que hemos tenido inmigración de otros sitios que nos está consumiendo muchísimos recursos sanitarios, población que viene del norte de Europa y nadie se ha quejado.
Pero sí que en barrios de diferentes puntos de España se han quejado de la implantación de centros de menores migrantes y su impacto en la población.
Claro, esto forma parte de determinadas situaciones que tienen que tener un enfoque muy integral, como pudo pasar con algunos barrios en los años 80. ¿Qué variable operaba allí, si no había inmigración? La desigualdad.
No me fío de nadie que entrando en un análisis de esta cuestión empiece insultando y alentando discursos de odio. Puedo entender que haya gente que diga me genera un conflicto por la convivencia, pero hay que analizar experiencias, patrones, modelos, entornos… Lo que no podemos empezar es con ese discurso de odio, porque eso lo que supone es partir de una premisa totalmente equivocada que impide generar una cultura de convivencia y de paz, que es lo que queremos hacer.