El certamen cuenta este año con 36 películas asturianas, 6 más que el pasado año
Decir Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX) también es decir apuesta por lo de casa, cuando precisamente en lo institucional aún quede «alguna cosa más» por hacer por la producción audiovisual asturiana. Y como su propio jefe de programación Tito Rodríguez explica, esa presencia en el certamen mantiene un crecimiento sostenido año a año con una ratio que, en palabras suyas, «no está nada mal», sobre todo si se compara con la época en la que el actual director, Alejandro Díaz, tenía que confeccionar sus primeras programaciones e incluir metraje asturiano cuando realmente les «faltaban títulos». Admite que al final terminaban seleccionando cosas de las que no estaban convencidos, pero lo compara ahora con satisfacción cuando se ven obligados a dejar propuestas fuera con la rabia de no poder abarcar más.
Las tornas han cambiado y, en opinión de su responsable, el cine asturiano no se lo debe a nadie más que a sí mismo como fruto del «impulso colectivo» de un tejido audiovisual aún «endeble», pero que, en definitiva, avanza. Y en la cartelera del FICX también, como ha quedado latente en el encuentro de los directores asturianos que participan en esta 62ª edición y que presentan un total de 36 propuestas, 6 más que en el año anterior.
En la Sección Oficial Retueyos, Pablo Casanueva trae ‘Luna’, su segundo largometraje, para llevar a cabo su estreno mundial estos días en Gijón. El director riosellano ya se había consagrado como una de las grandes promesas del cine asturiano con su primer largometraje , ‘Bernabé’, que se convirtió en la primera película grabada íntegramente en asturiano. En esta nueva propuesta, Casanueva continúa llevando a la gran pantalla una historia sobre los orígenes vinculados a esta tierra, en particular, sobre la memoria política de su familia: «Llevo tres o cuatro años trabajando con los espacios, los archivos públicos y privados, y con imágenes del álbum familiar, tratando de recuperar toda la memoria que a mí generaciones y nuevas generaciones nos impidieron conocer». En el proceso ha podido conocer la historia de sus abuelos y demás hermanos y familiares de sugeneración que fueron fusilados, permanecieron presos y vivieron la desestructuración que causó la guerra civil en España.
El impacto particular que tuvo en Asturias la guerra y los años posteriores de dictadura se consideran un capítulo incompleto en la historia de la región para varios creadores asturianos, que este año han compartido interés en restaurar esta parte de la memoria colectiva de la región a través de sus películas, como ‘L’Escaezu de les Piedres’ de Omar Tuero (sección Esbilla) o ‘Retaguardia’, la única película asturiana que participa en la la Sección Oficial Albar y pertenece al reputado Ramón Lluís Bande.
Por su parte, la sección Esbilla – Equí y n’otru tiempo reservada para el género documental y la no-ficción, cuenta con ocho títulos asturianos, entre los cuales se encuentran ‘Pol Pot Dancing’ de Enrique Sánchez Lansch, ‘La revolución de las musas’ de Mar Nantas, Yaiza de Lamo y Juno Álvarez, ovetense; ‘Engarradiella’ de Daniel Lovi; ‘Montiana. Entre hórreos y chimeneas’ de Manuel García Postigo, ‘Planta -1’ de Konchi Rodríguez, ‘Armamento musical’ de José Riveiro, y ‘Territory’ de Álex Galán.
Este último creador repite participación en el certamen gijonés con una propuesta en sintonía con sus narrativas y temas de interés anteriores, pero con un «famoso» que quiere dejar de serlo como protagonista. El documental recoge dos meses de viaje de Darko Peric, conocido por hacer el papel de ‘Helsinki’ en la Casa de Papel, en las montañas de Kirguistán y sus pastores. «La última cabaña del valle espera la llegada de un actor en pleno auge de su carrera. Allí, el aislamiento será testigo de la deconstrucción del éxito y la desaparición de la fama», resume su sinopsis. Una reflexión sobre la maquinaria industrial tras la cultura, la fama y la gran pantalla y su relación con la parte ‘pura’ y primigenia del arte. «La libertad creativa existe, pero tiene un precio, y el precio puede ser muchas cosas, puede ser que te vean tres personas en vez de tres mil, puede ser que lo que quieras hacer te lleve cinco años en vez de dos meses… Ahí es donde está lo verdaderamente interesante», reflexiona el director. Al trasluz de su historia y de su propia experiencia como creador, el análisis de Galán no resulta muy alentador con una industria que «ahora con más fuerza que nunca», se ha convertido en «una máquina de devorar cultura y convertirla en contenido y el arte no puede ser contenido».
En su 14º aniversario, la comedia rodada en Asturias de Rafa Parbus, ‘Campamento Flipy’, se incluye en la programación de la sección Generación Mutante junto a ‘Boreal’, la ópera prima del gijonés Pelayo Muñiz Cabal. En sus Pases Especiales, el FICX propiciará el estreno mundial de ‘Generación Xixón Sound’ de Aure Roces, y ‘La gran manzana’ de David de la Cruz. El director gijonés tendrá puesta de largo de su primer largometraje en el Teatro Jovellanos el viernes 22. En ella recoge la historia familiar de una cuarta generación de llagareros asturianos que exportan su producto (y el nombre ‘Asturias’ con él) a países como Japón o Estados Unidos, hasta donde viaja la película para ser testigo del éxito de la sidra en elitistas restaurantes de Nueva York. «Allí la gente lo aprecia como un producto gourmet algo que se produce aquí de una manera muy local y muy pequeña, entre comillas, y llega a comercializarse por todo el mundo, hasta en restaurantes como Little Spain de José Andrés y otros muy top de la ciudad», cuenta él. Patrimonio asturiano, neoyorkino y con un poco de suerte, dentro de muy poco, mundial.