RAMÓN GALLEGO, ÁRBITRO DE BALONMANO
“Corrí con la antorcha en Gijón porque dije: ‘Esto no va a volver en la vida. Tengo que vivir lo que se siente’”
“La Familia Olímpica del Principado quería hacer un Museo Olímpico y en Oviedo, Gijón, Avilés y Mieres todo fueron problemas y pegas”
El deporte asturiano ha escrito grandes páginas en los Juegos Olímpicos a través de nombres que no solo se corresponden con deportistas. En la lista también jueces, fisioterapeutas o entrenadores. Uno de ellos es Ramón Gallego (Valdesaz de los Oteros, 1956), árbitro de balonmano y ex integrante de la Federación Internacional con participación en siete citas olímpicas. Un hombre de principios, renunció a la octava cita en Tokio por desavenencias con el presidente del organismo, que aspira a que las nuevas generaciones den un impulso a la Familia Olímpica del Principado para que la gente joven pueda conocer la aportación de la comunidad a la cita que se celebra cada cuatro años.
¿Barcelona 92 fue el inicio de su idilio con los Juegos Olímpicos?
Sin duda alguna. Seas deportista o del entorno que lo acompaña, estar en unos Juegos Olímpicos, quizá con la excepción del fútbol porque para ellos es más importante llegar a un Mundial, un europeo o algo similar, es un sueño. Es tan poca gente la que pueden llegar allí que al principio de tu carrera como juez, árbitro, fisioterapeuta, médico o entrenador incluso, no lo tienes y hasta que no lo ves cerca no empiezas a soñar con ello. Fue el inicio de algo que no pensaba tampoco que podría tener continuidad porque nunca se sabe.
¿Qué sensación tuvo cuando se lo comunicaron?
Esto fue como un año antes y es decir: ‘Nos ha llegado’. Quizá en aquel momento, tenía 31-32 años, sabía que era muy, muy difícil, pero una vez materializado, lo siguiente era responder a la confianza de la gente que te ha dado esta oportunidad y ya veremos qué pasa.
¿Barcelona fue un punto de inflexión para el deporte asturiano y español?
Seguro. Incluso para Barcelona ciudad y provincia. Fue un todo: la organización, las medallas que se consiguieron, los diplomas olímpicos y los éxitos que cambiaron, en general, la estructura del deporte español y sobre todo la mentalidad de los deportistas y de la gente que no es deportista. Empezó a valorar lo que significa unos Juegos Olímpicos, todo el programa de aquel ADO y el resultado de aquello después fueron los éxitos deportivos, aunque con el tiempo se ha apagado bastante.
Fueron muchos los asturianos: Luis Enrique, Abelardo, Antonio Vázquez, María Ángeles Rodríguez, Agustín Antuña, incluso un tal Jorge García que comenzó como voluntario…
Hubo miles de voluntarios y no olvidemos que después fueron a los Juegos Olímpicos. Yo era un voluntario y corrí con la antorcha en Gijón cuando hicimos el recorrido por Asturias porque dije: ‘Esto no va a volver en la vida. Tengo que vivir lo que se siente’. Asturias estuvo muy bien representada y se merece que la historia no olvide a toda la gente que fue a Barcelona 92 y los que siguieron después hasta hoy.
Alguna imagen que no haya borrado de su cabeza…
24 horas antes de la final olímpica nos comunicaron que la íbamos a pitar. Para un juez o árbitro es como para un deportista que llega y gana la medalla de oro. Lo que sentimos aquel día en un Palau Sant Jordi lleno con unos 17.000 espectadores es que éramos los únicos que estábamos en casa porque era Suecia frente al equipo unificado soviético anterior. Por primera vez los árbitros jugaban en casa y la gente no se metía con nosotros, hasta nos aplaudía (risas).
“He organizado mi vida cada cuatro años. Estar en siete Juegos Olímpicos ni lo menosprecias ni vas diciéndolo porque sería idiota”
Igual hay gente que no lo sabe, pero esa final fue con otro gijonés, el colegiado Víctor Pedro Lamas. Dos gijoneses que llegaron a ser considerados la mejor pareja arbitral del mundo.
Eso lo tienen que decir los demás. En aquel momento tanto Ramón Gallego como Pedro Lamas eran dos chicos de Gijón, una ciudad pequeña y llegar a la élite mundial en tu especialidad, en este caso como árbitros, es más difícil que si estás en una gran ciudad de cualquier gran país. Ante aquello que era el culmen dijimos: ‘No, vamos a seguir intentándolo hasta que podamos’. La situación continuó en el top mundial con Atlanta 96 y Sídney 2000. Después dijimos adiós para dedicarnos a nuestra vida profesional.
Quizá no todo el mundo conozca que usted es el único árbitro que pito dos finales olímpicas consecutivas: Barcelona (1992) y Atlanta (1996).
Es difícil, pero siguiendo el ejemplo de Nadal, hay que darlo todo, hay que intentarlo todo, no hay que venirse abajo nunca y aunque tú sepas que el siguiente objetivo es enormemente difícil, inténtalo. Por ejemplo, nos pasó cuatro años después en Atlanta 96. Recuerdo que habíamos arbitrado un partido por el quinto y sexto puesto entre Rusia y Egipto y todo el mundo decía que podíamos descansar tres días porque no íbamos a volver a pitar y arbitramos la final olímpica otra vez. La gente se quedó pensando: ‘Pues es posible’ y sí es posible cuando lo trabajas, lo intentas, lo buscas, estás concienciado, mentalizado. Luego puede ocurrir que ganes o no, como un deportista. La vida de un juez árbitro es la vida del deportista.
Lleva en su mochila siete citas olímpicas. ¿Alguna ha sido como la de Barcelona?
Barcelona 92 cambió el sistema de organización y el de disfrutar unos Juegos Olímpicos, no sólo para los deportistas y los olímpicos, también para los espectadores. Es difícil comparar y quitando la cita de Atlanta, que realmente fue decepcionante para todos, todos aprendieron de Barcelona y lo hicieron muy bien. Beijing, Londres… Es difícil. Nos quedamos con el sueño de Barcelona porque fue realmente especial, pero después, siguiendo el ejemplo de Barcelona, ha habido ciudades que lo han hecho muy bien.
¿Cuándo escucha que ha estado en siete citas olímpicas es consciente de lo logrado?
Llega un momento en el que lo consideras como algo muy tuyo porque no vende tanto como dar patadas a un balón de fútbol. Todos los que estamos en deportes olímpicos creo que, en general, están infravalorados. Lo que hace un deportista olímpico no recibe la compensación que se merece bajo ningún concepto. Y hablo de los deportistas, las únicas estrellas que existen, porque es así y las siguientes estrellas son los entrenadores porque sin ellos los deportistas no conseguirían ningún triunfo. Y después, en tercer lugar, están todos los demás: médicos, fisioterapeutas, jueces o árbitros que ayudamos a que la competición se desarrolle, a que los deportistas tengan las mayores facilidades para ofrecernos lo mejor de sí mismos y evidentemente no es tan valorado. Tienes que compaginarlo con tu vida privada, profesional y familiar, bueno la familiar no existe, y durante años estás dispuesto a viajar por todo el mundo, no tener vacaciones y a ver cuánto pierdes de tu trabajo para seguir con tu sueño olímpico. Todo eso no se valora y es una pena. Ojalá algún día cambie.
¿Uno acaba viendo ir a los juegos como algo rutinario?
No. Yo he organizado mi vida cada cuatro años. Por ejemplo, estás en Atenas 2004 y piensas: ‘¿Qué puedo hacer hasta 2008?, ¿qué me queda por hacer?, ¿puedo lograrlo?, ¿puedo soportar estos cuatro años de problemas, preocupaciones, viajes fuera de casa o no?’. Y vas día a día, marcas un objetivo y ves, sobre todo, si tienes posibilidades reales, mentales y físicas. Ni lo menosprecias ni tampoco vas por la vida diciendo: ‘Llevo siete Juegos Olímpicos’ porque sería idiota (risas). Me convertiría en un jugador de fútbol malo que va por la vida de campeón.
“En el futuro habría que volver a intentar que España albergara unos Juegos, pero de una forma bien hecha en todos los sentidos, sobre todo, a nivel político”
Ha estado en los Juegos en dos vertientes: Barcelona (1992), Atlanta (1996) y Sidney (2000) como árbitro y Atenas (2004), Pekín (2008), Londres (2012) y Río (2016) como miembro de la Federación Internacional de Balonmano. ¿Cuál le ha llenado más?
Sin duda, la primera. Siendo juez árbitro eres tú mismo, participas durante una hora en cada partido, estás allí con los jugadores, con los grandes artistas, formas parte de ello y tienes una responsabilidad ¡madre mía! Enorme. Una decisión tuya puede quitar una medalla de oro a un jugador, a un deportista. Quien no se dé cuenta de eso, mejor que esté alejado del deporte. En los otros cuatro Juegos Olímpicos formas parte. Primero, yo tenía una responsabilidad con todos los árbitros, delegados. En los últimos Juegos Olímpicos era, además, el delegado del balonmano para el Comité Olímpico Internacional, es decir, estás pendiente de que en el balonmano no falle absolutamente nada. Eso también es otro tipo de responsabilidad. No es la del terreno de juego, es la de todo lo que hay fuera y eso te lo va dando la experiencia que has tenido dentro y luego la que vives desde fuera, pero que nadie piense, salvo algún político, que los miembros de la familia olímpica, los que tienen una acreditación olímpica y están en los Juegos Olímpicos, van allí de vacaciones, en absoluto. Te puedo decir que me conformaba después de más de 20 días en unos Juegos Olímpicos con poder escaparme un día a las siete de la tarde para estar hasta las diez de la noche en el Estadio Olímpico viendo atletismo. El resto de jornadas era 24 horas casi en el pabellón olímpico. Disfrutas porque sabes que estás viviendo los Juegos Olímpicos, pero lo primero es tu responsabilidad y tu trabajo.
No estuvo en Tokio porque dimitió como responsable máximo de los árbitros de la Federación Internacional de Balonmano. ¿Fue duro verlo desde casa?
Sí, porque un día esperaba volver a ver los Juegos Olímpicos desde casa. La última vez había sido Seúl 88, donde fui reserva. Tenía que verlo desde casa, pero estar con la maleta en la mano porque era de los primeros por si algo pasaba. Algún día quería volver a vivir los Juegos Olímpicos desde casa, en televisión, pero no de esta forma. Ya tenía los billetes en la mano, todo preparado y dos meses antes decidí abandonar la Federación Internacional, incluyendo los que podían ser mis octavos Juegos, porque con mi experiencia, mis responsabilidades y mi prestigio a nivel mundial no podía tolerar que el presidente se inmiscuyera en asuntos de jueces y de árbitros, bajo ningún concepto. Los árbitros deben ser absolutamente asépticos, neutrales, más allá de preferencias o de presiones políticas. Por tanto, para defender su honestidad y llamar la atención sobre lo que estaba pasando en el balonmano, me marché. Estoy contento. Creo que es lo que tenía que haber hecho y punto.
“En España, salvo excepciones, al deportista que durante cuatro años se ha preparado para una cita olímpica no le aseguramos en su futuro. Francia e Italia son un ejemplo”
¿Le gustaría estar en París 2024?
Si se dieran las mismas condiciones de antes o en otras funciones, me encantaría, pero siempre que pudiera explicar a todo el mundo el balonmano, en todos los países del mundo, a toda la gente con la que tengo confianza por qué he vuelto. No porque alguien me diga que me da un millón de euros, no. El dinero no arregla la vida, sobre todo cuando ya tienes una edad, pero sí que me gustaría el sueño olímpico otra vez. Eo sí, si no se da todo eso, en absoluto. No lo echaré de menos.
¿Otros Juegos Olímpicos en España son una utopía?
¿A día de hoy? Sí, evidentemente. Todo lo que pasó con Madrid dos veces pesa en el Comité Olímpico Internacional, por desgracia. En un futuro habría que volver a intentarlo de una forma bien hecha en todos los sentidos, sobre todo a nivel político, porque presentas un programa, unas estructuras, ideas, pero al final son decisiones políticas.
¿En su época los árbitros estaban tan mal vistos como ahora o esto solo es cuestión del fútbol?
Es solo cosa del fútbol. En los demás deportes los árbitros y los jueces están muy alejados, afortunadamente, de la idea que tenemos del fútbol. Aunque siempre hay tensión, existen los momentos de enfados, el cabreo, pero normalmente no pasa más allá de eso. En deportes de equipo como el balonmano, baloncesto o hockey no ves que cuando pitas un penalti los jugadores rodeen al árbitro, se comportan de maravilla. Son otro tipo de deportistas y, salvo algunas excepciones, no tiene nada que ver y en general además eres apreciado y respetado dentro y fuera del terreno de juego. Es otra historia. Fíjate que años después me encuentro con presidentes de federaciones nacionales o entrenadores que fueron jugadores y a los que arbitré y mi relación con ellos es fantástica, excelente.
“Reactivar la familia olímpica debería servir para que las instituciones valoren como Dios manda a los olímpicos asturianos”
Hablemos de presente. Acaba de dimitir la Junta Directiva de la Familia Olímpica del Principado en bloque de la que usted era el tesorero. ¿Cómo se intentan sacar adelante proyectos cuando delante hay un muro?
La familia olímpica se creó después de Atlanta, cuando teníamos gente histórica como Herminio Menéndez, Manolo Llanos, Agustín Antuña, José Antonio Cecchini… para resaltar a todos los asturianos que habían estado en Juegos Olímpicos en distintas funciones, no solo deportistas. Se quería hacer algo educativo y cultural y reflejar los valores olímpicos. Para ello era fundamental crear un Museo Olímpico, un equipamiento vivo con cosas. ¡Imagínate poder comparar la piragua de Herminio Menéndez con la de Saúl Craviotto! En los cuatro sitios que se intentó (Oviedo, Gijón, Avilés y Mieres) no se logró. Todo fueron problemas y pegas, con lo cual la familia olímpica durante diez años quedó un poco ahí aparcada. ¿Qué ha pasado? Que en los últimos tres o cuatro Juegos Olímpicos ha llegado gente joven, nuevas generaciones y ellos quieren volver a reactivar la familia olímpica y volver a intentarlo. No sólo el Museo Olímpico sino todo tipo de actividades educativas y culturales para la gente más joven. Estamos totalmente de acuerdo y por ello la Junta Directiva ha dimitido, se crea una gestora, hay elecciones, llega esta nueva hornada y los viejos del lugar (risas) nos ponemos a su disposición. Pienso que esta vez puede ser diferente.
¿Las administraciones han tratado el olimpismo como merece?
¿Generalizando? No. Hay dos partes: el deportista y el no deportista olímpico. El deportista olímpico está en unos Juegos Olímpicos y no se valora, hay que valorarlo muchísimo más. Solo ir significa que se encuentran entre los mejores del mundo, que durante cuatro años y probablemente más, han tenido que dedicarse en cuerpo y alma a ese deporte, lo tienen que abandonar todo. ¿Qué les damos a cambio? ¿Qué les aseguramos en su futuro? Salvo escasas excepciones, nada. Entonces, ¿quién se puede dedicar a esto? Voy a dedicarme a un deporte que si tengo una medalla me da una ayuda durante dos o tres años más, pero que después, durante el resto de mi vida, no tengo nada, tengo que buscarme la vida. Es hora de empezar a reconocer esto, como hacen en otros países. Por eso tienen más medallas que nosotros, por ejemplo Francia e Italia, sobre todo los segundos. Y la otra parte es todos aquellos que no son deportistas y están en otras funciones olímpicas: entrenadores, médicos, fisioterapeutas, jueces, árbitros, técnicos en general que tendrían que tener algún tipo de reconocimiento o al menos ayuda dentro de sus entornos profesionales para permitirles estar en unos Juegos Olímpicos. No solo esas dos o tres semanas, sino su preparación durante cuatro años porque para estar en unos Juegos durante los cuatro meses anteriores has estado en campeonatos nacionales, continentales y mundiales. Es que no son dos semanas cada cuatro años, es muchísimo más. Si no tienes algo de ayuda por parte de alguien es muy difícil compaginarlo y acabas dejándolo y marchándote a tu casa. Lo peor es que se olvida todo lo que has hecho.
¿Por qué Asturias no saca partido de todo el bagaje olímpico que posee?
No lo sé. Si ahora nos pusiéramos a repasar el listado de olímpicos asturianos desde el primero que fue el marqués de Pidal, aquellos tres profesores de la Universidad de Oviedo que estuvieron en la creación de los Juegos Olímpicos con el barón Pierre de Coubertin, la historia es tremenda. No solo por las medallas o diplomas olímpicos, por toda la gente que ha participado desde el inicio de los Juegos Olímpicos. Podemos repasar el libro de Agustín Antuña, historia viva del olimpismo, y es increíble, la gente no lo sabe. Además, merece la pena porque es educación, cultura y valores para los jóvenes. A lo mejor vivimos tiempos en los que educación, cultura y valores los estamos perdiendo. Esa es la idea de la reactivación de la familia olímpica: educación, cultura y valores humanos, deportivos, olímpicos. Ojalá ahora tengamos más éxito y desde las instituciones se empiece a valorar como Dios manda a todos los olímpicos.
“Quiero hablar con el rector de la Universidad de Oviedo para ver si se puede reactivar el Centro de Estudios Olímpicos. Ahora mismo no tiene vida ni sentido”
Quizá poca gente conozca que la Universidad de Oviedo tiene un Centro de Estudios Olímpicos creado en 2009 y cuya web lleva sin actualizar desde 2020.
Es un ejemplo de lo que hablábamos antes de instituciones olímpicas. Tengo pendiente un café con Nacho Villaverde y es uno de los temas que quería hablar con él. ¿Se puede reactivar este Centro de Estudios Olímpicos que no tiene vida, que no tiene sentido? Si no se quita y está. Además, la universidad se preocupa por el deporte hasta donde le llega el presupuesto, tiene muchos deportistas y ojalá tuviera más y más ayudas, pero no somos Estados Unidos donde se prima más el deporte que los estudios. Hablaré con el rector y lo comentaré con Agustín Antuña, uno de los creadores en su momento de este Centro de Estudios Olímpicos.
¿Se ha llevado muchos desencantos tratando de abrir puertas?
Sí, siempre tropiezas con puertas, pero me quedo con la parte positiva. Sí desearía que los responsables políticos deportivos en general y políticos olímpicos en el deporte olímpico, en especial, presionaran muchísimo más para poder ayudar al deporte, sobre todo, aquel que no es profesional.
Lo cierto es que la opción del museo parece que se ha reactivado en Gijón. Últimamente ha habido contactos con el concejal de Deportes José Ramón Tuero. ¿Esta será la definitiva?
No lo sé, ojalá. Por lo menos esta vez vemos que José Ramón Tuero es un hombre del deporte y está totalmente volcado con esta idea de ver si es posible que en Gijón pudiéramos tener ese Museo Olímpico. Vamos por partes, no vendamos el éxito antes de llegar porque hace diez años parecía que teníamos el museo ya hecho y no salió. En principio, ahora la parte política más responsable del deporte en Gijón está totalmente a favor, pero luego vamos a ver si eso se convierte en realidad.
“En Asturias dependemos de una Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo y ni siquiera está el nombre del deporte”
Esta situación que vive el olimpismo, ¿tiene que ver también con la falta de compromiso del Gobierno regional con el deporte en general? Asturias es una de las seis comunidades autónomas que no cuenta con una consejería propia para la materia.
Claro, es que los que estamos dentro del mundo del deporte siempre hemos echado de menos, como hay en muchos países, un Ministerio del Deporte que quizá económicamente con todo lo que mueve y socialmente con lo que significa, sería como una pirámide y a partir de ahí tendríamos consejeros de deporte en todas las comunidades, no solo en Asturias. En el Principado dependemos de una Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo y ni siquiera está el nombre del deporte. Tenemos a veces una Dirección General de Deportes con un presupuesto mínimo, raquítico, que no puede hacer nada salvo dar abrazos y estar presente en los sitios y animar. El futuro pasa por valorar realmente si apoyar al deporte merece la pena o no, pero no solo apoyarlo cuando hay una foto, eso lo hace cualquiera. Ya sé que son momentos difíciles, que todo el mundo pide, pero tampoco el deporte necesita unos presupuestos estratosféricos, sobre todo, el mundo del deporte no profesional y aquella gente que realmente está haciendo cosas.
¿Siente envidia sana cuando ve como tratan otras autonomías el deporte?
Sí. Desde que dejé la Federación Internacional estoy con la Federación Francesa de Balonmano y siento envidia. Por ejemplo, cómo organizan todo el deporte en Francia es otra historia, es algo fantástico, maravilloso. Es muy difícil que se les escape un deportista. Ellos se organizan por departamentos, lo que serían nuestras territoriales y los técnicos en esos departamentos son funcionarios que cumplen las instrucciones técnicas, en mi deporte, del director técnico de la Selección Francesa de Balonmano y el seleccionador nacional que marca los sistemas de juego que hay que entrenar, qué tipo de chicos y chicas hay que formar… Eso en España es impensable. De ahí vienen los éxitos del balonmano francés, por ejemplo, con una medalla de oro hace un año en chicos y chicas. En Barcelona 92 nos ganaron y fueron bronce y España quinta y empezaron los éxitos en mundiales, JJ. OO., etcétera. Por eso ahora a la liga francesa se van todos nuestros jugadores, pero a jugar en la primera o la segunda liga y cotizan para su pensión, la palabra dinero negro no existe, tienen su paro… Es el ejemplo a seguir. Italia nos triplica en medallas olímpicas. Una de las cosas que hacen es que varios deportistas encuentran acomodo como funcionarios: policías, profesores… Me parece muy bien que un chico o chica que durante 15 años se ha dedicado en cuerpo y alma a su deporte se le pague después con un puesto de trabajo. Miremos a ver cómo lo hacen los demás y ver en qué podemos mejorar nosotros.
¿Le queda algún sueño por cumplir?
No (risas). Estoy muy bien, muy a gusto con la decisión que tomé de retirarme de todo hace un año y ahora estoy con la Federación Francesa. El día que me canse o vea que hay que dejar paso a otra gente, lo dejamos y ningún problema.