«En una ocasión, siendo director del FMI, me lo encontré con su bicicleta, rodeado de matones, mientras veraneaba en Gijón y florecía el rododendro»
Fue el número dos del gobierno de Aznar, el número uno del Fondo Monetario Internacional, Mr. Monopoly en Bankia y un cero para el futuro con 80 años de trullo. Rodrigo Rato ha representado como nadie el capitalismo de casino, tanto o más que Rich Uncle-Milburn Pennybags y ahora vuelve a los papeles porque la Fiscalía pide por él más de 80 años de cárcel tras conocerse su supuesto fraude al fisco con más de 8,5 millones de euros.
En Rato, el dinero se mide siempre en millones y una cuantas plegarias. Cifras que nadie alcanzó a contar: sólo él y Dios que nos habla en yenes y dólares, tanto como en ceros y unos. Rato había sido un místico en la celda de Soto del Real, solo y aislado del resto de reclusos, mientras Bárcenas, el cabrón, trajinaba cigarrillos en el patio y trataba de evitar que su mujer acabara en una cárcel de mujeres, negociando la manta de la que estos días se ha decidido a tirar. En cualquier caso, ambos representaron el salvaje oeste del milenio en España, cuando todo nos iba bien, según José María Aznar, y el dinero crecía en bolsa como la espuma del champán.
Es el mercado, amigo, decía cuando Bankia se arruinaba en una orgía de tarjetas black. En una ocasión, siendo director del FMI, me lo encontré con su bicicleta, rodeado de matones, mientras veraneaba en Gijón y florecía el rododendro. «Vengo a descansar unos días», me dijo con sonrisa diamantina y un aspecto de pijo calzado en unas deportivas, dispuesto a hacer un poco de ejercicio a media mañana. «Sólo un minuto», indicó. Llevábamos toda la mañana buscándolo por las caleyas de Somió. Isaac, el fotógrafo, disparó unas cuantas instantáneas antes de que el manda se enfundara un casco de ciclista y se perdiera entre la hojarasca que crecía junto al chaletazo que alquilaba cada verano. Por aquellos años, Rato era Gatsby y no hubo agosto en la ciudad sin gerente, sin fotografía, sin guardaespaldas, rododendros ni solano.
En aquellos días tranquilos, Rodrigo meditaba su futuro. Había anunciado su salida imprevista del FMI y nadie contaba con él en Gijón. Había pasado unos dias en Camboya junto a su primo, el misionero Kike Figaredo. Rato siempre tuvo perfil de tecnócrata, de chico bien capaz de estar por encima de las intrigas de Cascos o Arenas. Callado y discreto, yo siempre pensé que acabaría sus días en un monasterio, como Carlos V. Finalmente terminaron en la cárcel de Soto. A fin de cuentas, tampoco había tanta diferencia.
Hi there Dear, are you truly visiting this site regularly, if so then you will definitely get good knowledge.