Solo una sociedad que aprovecha al máximo el potencial de todos sus miembros podrá prosperar
8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer ¿Qué decir de una fecha tan relevante que no se haya dicho ya? Difícil tarea ciertamente…. Por eso he decidido plantear este pequeño texto desde una óptica plenamente personal, subjetiva de como una mujer de la generación de finales de los 60 ha vivido – y vive – el hecho de ser tal.
Recuerdo que cuando empecé a oír hablar de esta fecha – por aquel entonces lo llamaban Día Internacional de la Mujer trabajadora – siempre me preguntaba por el matiz de la palabra “trabajadora” ¿sólo las que perciben un sueldo? ¿Acaso no trabajan todas las mujeres independientemente de su situación laboral?… Afortunadamente el tiempo y las reivindicaciones han hecho su trabajo y hoy en día abarca como bien sabemos todo el universo femenino.
Profesionalmente hablando supongo que debo de sentirme privilegiada: he trabajado siempre en lo mío (educación) y nunca he percibido discriminación alguna, al menos creo que no por el hecho de ser mujer. Claro que eso no tiene ningún mérito: trabajo en el sector servicios, en administración pública y en educación, justo los ámbitos en los que nos encuadramos una inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras por cuenta ajena.
Otra cosa bien distinta es la experiencia de amigas, conocidas y familiares que, efectivamente, han vivido situaciones totalmente indeseables solo por el hecho de ser mujer.
En mi infancia, y muy especialmente en mi adolescencia, viví como tantas otras de mi generación experiencias opuestas por el hecho de ser mujer. Es cierto que tuve la inmensa suerte de contar con una familia que me impulsó a estudiar y formarme por aquello de «si te va mal en el matrimonio podrás ser independiente» (literal), pero también es cierto que mis amigas y yo teníamos toque de queda a la hora de llegar a casa ya bien avanzados los 18 años (incluso mientras se vivía en la casa paterna) y que de noche solo salían “determinadas mujeres” (también literal) frente al beneplácito y libertad que gozaban nuestras amistades masculinas…
Así pues esa contradicción del «estudia para ser independiente, pero ojo con lo que haces y tu imagen y prestigio», siempre estuvo presente en nuestra generación y muy vinculado a comportamientos y actitudes totalmente ensalzadas e incluso potenciadas en el sector masculino.
Con todo, supongo que era un inicio, un camino ya trabajado arduamente por nuestras antecesoras, de la conquista del acceso a la formación y no circunscribirnos en las llamadas tareas del hogar, así como el comienzo para derribar determinadas barreras actitudinales ciertamente más complejas y arraigadas en el ideario social.
Muchos años después, cuando recalé en la Escuela de Segunda Oportunidad del Ayuntamiento de Gijón, empecé a observar para mi gran sorpresa como muchos de los esquemas machistas de aquellos años e incluso anteriores se repetían en nuestro alumnado (14 a 25 años) no solo ellos sino ¡también ellas! así de interiorizado y asumido se tenía.
Supongo que son muchas las causas, y no es ahora el momento de hacer un análisis sociológico para el que, ciertamente, no me considero cualificada, pero cuestiones como: incertidumbre, confusión en las redes sociales, letras de canciones, publicidad, baja autoestima, necesidades afectivas mal enfocadas, entorno familiar… creo que están incidiendo en muchos y muchas de nuestros jóvenes llevándoles a un camino de retroceso del que ni siquiera son conscientes.
Por tal motivo, desde nuestra Escuela siempre se trabajan estas cuestiones, tanto con acciones formativas concretas como en el día a día, tratando siempre de ofrecer modelos adecuados que de algún modo calen en las actitudes de nuestro joven alumnado.
Por todo esto y por mucho más es tan importante el 8 de marzo, por nosotras, por nosotros, por una sociedad más justa y equilibrada. Se sigue matando, violando, discriminando solo por el hecho de ser mujer…. Esto no parece tener fin . Las cifras son tenebrosamente altas. Las políticas de igualdad – y esto es una opinión muy personal – a veces se quedan en determinadas cuestiones evidentemente importantes, pero una no deja de tener la sensación de que no se profundiza lo suficiente.
Creo en la educación, creo en su poder transformador a todos los efectos, por eso creo que incorporar este tema -como cualquier otro que atente contra la igualdad de los seres humanos- en los Centros de Enseñanza, medios de comunicación, entorno o familia. En la Sociedad en general es – hoy por hoy – la herramienta más útil que tenemos para afrontar esta problemática porque, aunque es mucho lo avanzado, ciertamente queda muchísimo más por hacer.
No quisiera terminar sin recordar una frase de Simone de Beauvoir: «El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente». Efectivamente: TODOS, toda la sociedad, hombres y mujeres. Solo una sociedad que aprovecha al máximo el potencial de todos sus miembros podrá prosperar.
Rosana Serrano es coordinadora de la Escuela de Segunda Oportunidad de Gijón