El cantante demostró que el tiempo, como al vino, le está sentando muy bien a su música
Lleva más de dos décadas pisando escenarios de todo tipo, y eso es una escuela para cualquier músico. Sobre todo cuando se tiene la actitud y la energía que ayer demostró Rulo y su gente en Metrópoli. Un ejercicio de generosidad musical, un paseo por los clásicos del compositor y sus últimos temas, coreados a mansalva desde el coso del escenario Águila.
Como Sabina en su “Y nos dieron las diez”, Rulo le cantó todo su repertorio al respetable gijonés. No lo hizo sólo. No hubo letra en la que no se escuchase, casi por encima de la música, el coro de las miles de personas que sienten ya sus letras como si fueran propias. Historias de recuerdos y vidas, de viajes, de cacharros a las tantas. Una banda sonora donde canciones como La cabecita loca, Noviembre o Todavía tomaron el mando del concierto, cobran vida y nos recuerdan que Rulo, como los clásicos, nunca pasan de moda.