Así que concluimos que a Gijón no viene la gente aunque le regalen una noche de hotel y se la paguemos América, tú, yo, todos nosotros
La noche encerrada en el espejo, quieta y extendida en la superficie de un móvil. Los pubs vacíos, el tiempo cansado, el mar como un minutero del tiempo, con cada ola, cada segundo. Cuando el mar se para, se para el tiempo y ya sólo nos queda el refugio de una luna llena y reventona, sobre la que se posa un gato sumergido en un sueño. La luna petrificada en el cielo, como metal nocturno, el fuego apagado y San Juan desahuciado. América, feminista, anarquista y vegana, divina y dominatriz, dramática y sofisticada, se pregunta: ¿Para eso he salido esta noche? Después se bebe un vino blanco, un albariño, y continúa mirando sus likes en el móvil.
Anda el concejal de turismo y promoción económica, Santos Tejón, lamentando la nula repercusión que ha tenido la última campaña de turistas que presentó hace un mes. Dice Daniel Martínez, el director de turismo, que el personal no anticipa las vacas, que va viendo según va teniendo o dejando de tener, según va el virus o deja de ir, según va la vacunación, el suegro, la suegra y así en este plan. Así que concluimos que a Gijón no viene la gente aunque le regalen una noche de hotel y se la paguemos América, tú, yo, todos nosotros. ¿Qué mierda, no? América se repasa el labio con el carmín de Dior y me cuenta que caminar sobre sus zapatos negros de Louboutin es más fácil de lo que uno se cree. Después me invita a unas rayas ¿tú te metes, no?
América es pequeña y delgada, pelirroja y americana, como una actriz de Hollywood, como una pin up tatuada, como un sueño erótico para el que me pilla viejo o no, porque en ella todo es porvenir, drama y comedia y yo ya he alcanzado esa etapa de la vida en la que sólo leo poesía y ensayo. Esta noche ha muerto toda una generación de poetas, le digo, mientras América busca chorvo que le invite a unas rayas. Solo hay cuatro niños farloperos paseando como luciérnagas encendidas por Marqués de San Esteban. La calle se ha vuelto un pasadizo alegre y siniestro. Como San Juan no actúa esta noche, nos lo encontramos colgado de una soga, con ojos de alucinado. Se acabó la fiesta. Sale uno a la calle a sabiendas de que esta noche vacía es como una aventura muerta que ni siquiera América, con la fuerza de un continente, podrá salvar.
Yo creo que en todo esto de atraer a turistas ha faltado previsión y sobre todo convicción. Asi malamente se folla. Que el verano iba a venir lo sabíamos todos, como sabíamos América y yo que San Juan aparecería muerto y desalmado en algún callejón sucio y oscuro, pero a algunos siempre les pillan estas certezas con el pie cambiado, como a Santos Tejón que no acaba de entender por qué falla el turismo. Y claro, así todo se vuelve un sinvivir. Aunque se han anunciado a bombo y platillo todos los conciertos y festivales que sembrarán de música la estación, lo cierto es que lo han anunciado a escasos días de que comenzara el verano. En Aranda del Duero, un suponer, los hoteles están ocupados al 100% los días que dura el Sonorama. Hace falta un festival así para que una ciudad como la nuestra lo pete, me dice América, que este año tiene mucho trajín en Madrid entre sumisos, sesiones y fotos y no va a poder ir al Resu porque a América, querido y desocupado lector, lo que le tira es el metal. Hace falta otro país, pienso yo mientras ella habla, otro continente, otro planeta, otra América quizá, para volver a empezar, para que tome el relevo de la noche la generación siguiente y se puede salvar, al menos, un poeta. América, tía, ya es de madrugada y todavía no he escrito la columna. Pásalo bien. Cuando quieras te hago una entrevista. Te lo mereces.