Entrevista a Saúl Craviotto
“Después de los Juegos de París no tiene sentido seguir. Aunque sea consciente de que el final se acerca, lo pasaré mal”
“Hay diferentes escalones de famoseo. Soy un tío que se le conoce, pero la gente no me agobia, es muy respetuosa”
Trasona. 12:30 horas. Saúl Craviotto (Lleida, 1984) sale del entrenamiento en el gimnasio. En una jornada pasada por agua, todavía queda por delante sesión de fisioterapia y algo de piragua. Pese a los éxitos y la fama, Saúl sigue siendo un tipo normal; amigo de sus amigos e incapaz de decir que no cuando le llaman para eventos solidarios, aunque su agenda eche humo. Sonriente y cercano, hace balance con MiGijón del año olímpico, su vida, la política o la televisión.
Acaba el año como lo empezó: en el agua. ¿Qué significa para usted Trasona?
Es complicado… Prácticamente es de dónde he salido. Vengo de Lleida, pero esta ha sido la tierra que me ha acogido y Trasona y mi entrenador me han forjado como deportista, me lo han dado todo.
“Llevo los chupetes de mis hijas en la piragua como algo sentimental. El único amuleto que funciona es el de entrenar”
La pala y la piragua son sus herramientas de trabajo, pero también lleva los chupetes que utilizaban sus hijas de pequeñas. ¿Es una especie de amuleto para sentirlas cerca y motivarse?
Antes creía más en todo eso: las manías, los amuletos… Al final el tiempo y la experiencia me han enseñado que el único amuleto que funciona es el de entrenar, el de llevar los deberes hechos a la competición. También es cierto que los chupetes es una forma de llevar algo de mis hijas, algo más sentimental. No creo mucho, pero sí es bonito. Ya lo llevé en los Juegos de Río y en Tokio los dos chupetes porque había nacido Alejandra. Cuando iba al embarcadero se iba escuchando el ruido de los chupetes. Los rivales dirán: ‘Este tío que lleva ahí dentro’ (risas). Estarían flipando, pero llevo los chupetes de mis niñas.
Un adjetivo para el 2021.
Buf… Montaña rusa de emociones. Ha habido de todo: tocada de fondo y de cielo.
«Esto no es un proyecto de Saúl, Carlos Arévalo, Marcos Cooper, o de quien sea; esto es la Selección Española y tiene que ir como el propio nombre indica lo mejor de España»
Estos últimos Juegos han servido para comprobar que los profesionales no son robots, por ejemplo, Simone Biles. ¿Ha tenido alguna vez esa sensación de decir que no podía más?
De llegar al límite, límite de decir: ‘No puedo más’ y tener que parar, no, pero sí que lo he rozado. He rozado ese momento de decir: ‘Ostras’, porque sí que he sentido mucha presión, muchos nervios en estos Juegos. Todo el mundo esperaba mucho de mí, como es normal. Al final no es nada raro que aparezca en todas las quinielas, que todo el mundo espere medalla de Craviotto. Vengo de tres Juegos Olímpicos sacando medalla y aquí lo normal era que todo el mundo y los focos estuviesen en mí o en Mireia (Belmonte) o en Lydia (Valentín), en todos los deportistas que solían venir de medallas y es complicado. Hoy en día, con las redes sociales, nos llega toda la información, te vas presionando y sí que es complicado, pero forma parte de este mundo. No me quejo, vamos.
Me hablaba de montaña rusa. Su entrenador, Miguel García, nos contaba que debido al conflicto que se generó en la selección del K4, usted bajó peso y no dormía. ¿Ha sido su peor momento?
Sí que es el más reciente y te podría decir que ha sido el peor, pero si me voy para atrás he tenido momentos muy duros de lesiones. Al final es una carrera deportiva y estamos hablando de que saqué mi primera medalla en 2008, tenía 23 años, ahora estoy cerca de los 40. Ha habido muchos altibajos, el deporte es duro. Al final, somos muchos deportistas, todos queremos ir a esa competición, hay mucha gente que se queda fuera, algunos lo llevan mejor y otros peor, la victoria y la derrota, pero sí que es cierto que este año he aprendido cosas nuevas.
Preguntándomelo ahora y echando la vista atrás, para mí ha sido un aprendizaje. ¿En el momento? Lo vi chungo, fue un momento duro porque toparte con esa situación fue fea, pero más que por mí, lo pasé mal también porque se dio un espectáculo lamentable para mi deporte. Fue un mal ejemplo lo que pasaba en esos días. Es algo que yo quiero olvidar y ya está y el que lo hizo que reflexione.
Cuando obtuvo la plata en Tokio dijo que París estaba ahí al lado, incluso se podría ir en coche. ¿Igual que los 600 kilómetros que se hizo solo para abanderar a España en la apertura de los JJOO?
La verdad que la distancia coincide más o menos, está cerquita. Igual me calenté un poco diciéndolo. Me aventuré mucho en el calentón y el subidón de la medalla, me pusieron el micrófono y dije lo que dije, pero sí que es verdad que voy paso a paso. Tengo una edad, 37 años, puedo llegar bien a París con 39. Estaré madurito, como la fruta que te la comes o hay que tirarla, pero todavía se puede comer (risas). Al final voy año a año y lo que sí que tengo ganas es de disfrutar un ciclo olímpico.
En Río dije que quería ir a Tokio y tener un ciclo tranquilo, sin presiones, sin nervios, disfrutar del piragüismo, venir a Trasona, entrenar con los compañeros y ¡qué va! Ha sido una locura, el peor ciclo, pero ahora sí que mi objetivo y mi sueño sería estar tres años aquí, pasarlo bien. Quiero disfrutar, ir año a año y si llego con ganas, ilusión y sumo en el proyecto, porque esto final no es un proyecto de Saúl, Carlos Arévalo, Marcos Cooper, o de quien sea; esto es la Selección Española y tiene que ir como el propio nombre indica lo mejor de España. Si yo sumo, encantado, y si no doy un paso al lado y animar a quien vaya. Es que esto es lo bonito del deporte, no pasa nada.
“Estoy viviendo experiencias únicas y ganaré más dinero o menos, seguramente menos que otros deportistas, pero estoy feliz con lo que hago”
Lo cierto es que es una leyenda que podría superar a David Cal en la siguiente cita olímpica. Sin embargo, la realidad de un deporte como el piragüismo y con su palmarés es que, aunque parezca mentira, no vive de esto.
Si es que al final económicamente lo asumo y lo entiendo. También sé cómo funciona el mundo: si no lo generamos o hay deportes que mueven más masas en este país… El piragüismo en Hungría es el deporte rey.
En Estados Unidos el fútbol, por ejemplo, también es potente, pero hay otros deportes mejores. Al final nos ha tocado vivir en un país en el que no vende tanto. Entiendo cómo funciona, no generamos, pero no me puedo quejar tampoco. No seré yo quien diga que no puedo vivir de esto.
Tengo compañeros que están ganando 700 u 800 euros al mes, no es mi caso. En una entrevista no diré yo que lo estoy pasando mal, ¿sabes? Por respeto soy un privilegiado. De momento me estoy ganando la vida con lo que hago, con lo que me gusta, que es mi pasión. Estoy viviendo experiencias únicas y ganaré más dinero o menos, seguramente menos que otros deportistas, pero estoy feliz con lo que hago.
¿Se ha tatuado ya los aros de Tokio?
Sí, me los hice en Avilés con Xuanma. Me los hizo todos y la verdad que el tío es un crack.
¿París será el broche a una carrera, no habrá otra cita olímpica?
Eso segurísimo. Ya te doy la primicia, vamos, pero es que es algo natural, no es una decisión que tenga que macerar. Por naturaleza, la genética, porque hay que dejar paso también a los jóvenes… Con 40 años tampoco hay que castigar tanto al cuerpo. La semana pasada me estaban cayendo unos chuzos en la cara a 5 grados y ayer dije: ‘Pero qué coño hago aquí’, ayer me planteé retirarme seriamente (risas). Dices tú: ‘anda, vete para casa ya’. O sea que después de París no tiene sentido seguir.
¿Y está mentalizado para colgar la pala?
Sí, es lo bueno. Aunque sea consciente de ello y esté preparado para ver venir el precipicio y la luz blanca al final del túnel, lo pasaré mal, pero lo tengo muy claro. En ese sentido creo que tengo muchos pasos avanzados.
¿Se ve como entrenador, le gustaría seguir vinculado a la Federación?
Me gustaría seguir vinculado al deporte. No sé cómo, ni dónde, pero evidentemente mi vida es el deporte. No solo el piragüismo, por supuesto es mi nicho y donde realmente pueda quizá aportar o enseñar más, pero no concibo mi vida sin el deporte. Ya veremos a dónde vamos.
¿Tiene pensado algún hueco para los aros si hay metal?
En París es un gran problema y la decisión de retirarme tiene mucho que ver con el tatuaje. No encuentro hueco y tampoco quiero armar un pifostio en el cuerpo, no me queda bien y estoy pensando en retirarme sólo por eso (risas).
¿Le abruma la fama?
¡Qué va! Quizá desde fuera se ve diferente a como lo veo yo. Me sigo viendo normal: sigo viviendo en mi piso de Gijón, hago mi vida, voy al supermercado, voy a llevar a las niñas al cole, vengo a Trasona, hago las mismas coñas con los compañeros… Al final entiendo la figura que he creado, también por mi paso por ‘MasterChef’ y el salto a la fama, que me reconocen más, pero no soy tampoco muy consciente. De lo que sí soy consciente es de que son modas, estás de moda dos años y se pasa. Eso es lo bueno también, que lo tengo muy claro.
Es muy complicado que Saúl Craviotto diga que no, pero en ocasiones ¿le gustaría pasar más desapercibido?
Tampoco me siento agobiado. Cuando voy por Gijón o voy al cine con mis niñas, a veces sí que me paran, me piden una foto y cuando te piden una ya vienen todas de golpe porque alguien ha roto el hielo. A lo mejor había dos grupitos que les daba vergüenza y empiezan a venir todos. Sí que hay momentos en los que a lo mejor estás con tu niña y te apetece ir al cine a tu bola, pero la gente es súper respetuosa y lo hago encantado.
Nunca he dicho que no a una foto y no ha habido ninguna situación en la que piense que me encantaría pasar desapercibido. No soy ese tipo de famoso, por ejemplo, Messi o Alejandro Sanz o alguno de estos que no pueden ir al cine. Hay diferentes escalones de famoseo. Yo soy un tío que se le conoce, pero tampoco me agobian.
Con el paso de los años, se ha convertido en uno de los ‘gijoneses’ más ilustres. Ha sido pregonero de la Semana Grande, ha hecho el saque de honor en El Molinón, ha recibido un homenaje en la Feria de Muestras, le han propuesto como Hijo Adoptivo de la Villa. ¿Qué siente por Gijón?
Gijón es donde voy a vivir el resto de mi vida. Yo me siento gijonés, así me lo han hecho sentir desde Gijón y desde Asturias. Sois gente, aunque digo sois yo ya me considero asturiano también, súper acogedora, la fama que tenéis allá donde vayáis ya lo sabéis, no hace falta que yo diga nada, pero es así. Sois gente cojonuda y me siento como uno más.
¿Saúl Craviotto es de los que si puede alardea de ser un ‘gijonudo’?
Hombre, claro. Allá donde voy Asturias a tope. Sí, sí, así es, estoy encantado. Mi mujer es de Gijón de toda la vida, del barrio de La Arena. Mis hijas han nacido en Gijón y ya te digo, yo voy a vivir aquí hasta que me muera.
Cómo siempre una entrevista muy muy buena, Craviotto es un crack en todos los aspectos, pero el entrevistador también es otro crack , a seguir asi