Por razones que se desconocen el turismo se salió de la carretera AS-17, a la altura de El Portazgo, y acabó despeñado sobre los raíles, siendo embestido por un convoy de Cercanías; la línea entre San Juan de Nieva y Llamaquique permaneció cerrada durante más de tres horas
Asturias todavía no se ha recuperado por completo de la impresión que suscitó, el pasado sábado, la noticia de la muerte de un hombre en El Montico, parroquia ubicada en Langreo, después de que el vehículo que conducía fuese arrollado por un tren… Y, sin embargo, menos de una semana después la región se ha visto sacudida por una tragedia con lúgubres parecidos. En la tarde de este jueves otro individuo perdía la vida, esta vez en las inmediaciones de El Portazgo, lugar perteneciente a la parroquia corverana de Cancienes, cuando el turismo en el se desplazaba se salía de la cercana carretera AS-17 y caía a las vías. Un convoy de Cercanías que cubría la ruta entre Llamaquique y San Juan de Nieva llegó a golpear los restos del coche, si bien, según la información facilitada por las autoridades, fue un impacto «pequeño», y ni la tripulación de RENFE, ni los viajeros resultaron heridos. Eso sí, el tránsito ferroviario en dicha línea quedó cortado por espacio de casi tres horas y media.
Tal como ha confirmado la Guardia Civil, fuerza policial encargada de operar en la zona, el trágico suceso se produjo a las 17.20 horas de ayer, y el Centro de Coordinación de Emergencias recibió el aviso seis minutos sólo seis minutos más tarde, después de la alerta recibida desde la central de emergencias de la empresa automovilística propietaria del turismo. De inmediato cinco efectivos de la dotación de Bomberos del Principado destacada en Avilés, junto con el grupo de rescate, pusieron rumbo al escenario del accidente, a bordo del vehículo primera salida y del furgón multisocorro, aunque, en el momento de su llegada, poco pudieron hacer. De hecho, el coche, muy dañado, se hallaba en una zona de difícil acceso; tanto, que los rescatadores tuvieron que descolgarse por un desnivel de cincuenta metros, valiéndose para de ello de material de escalada, para llegar a los restos. El cuerpo del fallecido continuaba en el interior, atrapado entre el amasijo de hierros, por lo que fue precisa su excarcelación; una vez acabada, los profesionales todavía tuvieron que trasladar el cadáver a pie a lo largo de un kilómetro, hasta el lugar en el que esperaban las ambulancias. Nada se pudo hacer por él.
Como es lógico, y dada la magnitud del despliegue de emergencias, desde el momento del incidente la línea férrea quedó cortada, con los distintos trenes que cubrían la ruta forzados a detenerse en las estaciones más cercanas, y los viajeros, obligados a buscar rutas alternativas por carretera. En localidades como Oviedo o Avilés el impacto fue particularmente evidente; en esa última ciudad, de hecho, los empleados de RENFE colocaron carteles informativos en los tornos, y trataron de impedir el paso de los potenciales pasajeros a los andenes. Aun así, algunos llegaron a consumir billetes y a acceder, presas del despiste. Y tampoco faltaron las escenas de indignación ante la ausencia de soluciones aportadas por la empresa ferroviaria pública, un detalle que a muchos recordó la reciente avería en la línea de ancho métrico (la extinta FEVE) entre Gijón y Avilés, que dejó a decenas de usuarios abandonados en Candás sin que la compañía fletase autobuses o taxis para trasladarlos a sus domicilios o puestos de trabajo.