«Lejos de ser una fiesta del deporte asturiano se va a convertir en un esperpento por obra y gracia de quienes dirigen el equipo de Gijón, hurtando a los aficionados del Real Oviedo la posibilidad de acudir con normalidad al Estadio de El Molinón el próximo sábado»
¡Qué ganas de salir a la calle! ¡Qué ganas de volver a ver las procesiones! ¡Qué ganas de viajar y ver a los amigos! Seguro que, como yo, han escuchado en estos días éstas y otras exclamaciones similares. Y es que después de dos larguísimos años y con permiso de la ómicron silenciosa, las pasiones que se “sufrirán” esta semana serán las derivadas de algún atasco, quizás alguna quemadura de soles primaverales en mar o montaña y las que genere en cada cual el fervor procesional. Las calles vuelven a estar llenas y, lo más importante, los hoteles también.
Con esta vuelta a la casi absoluta normalidad, esta Semana Santa de 2022, sin duda será recordada por muchos motivos. Cada uno y una tendrán los suyos, pero en mi caso no se me olvidará que este año asistimos una vez más al triste espectáculo del fútbol. O mejor dicho, el triste espectáculo de quienes convierten este deporte en un pugilato de estupideces y sinsentidos. Me da lo mismo que sean supuestos aficionados que emulan desde la grada el saludo nazi o directivas que son incapaces de apartar rencillas inexplicables y convierten a los seguidores del equipo rival en una especie de salvaje especie que debe ser encauzada como una manada y no como una afición.
Esta semana es de pasión procesional y también debería serlo de pasión deportiva este sábado en el Molinón donde se repetirá un clásico Sporting-Oviedo. Pero, desgraciadamente, el esfuerzo para superar la pandemia no llega acompañado por la superación de la estupidez. Y como en esta columna suelo contarles lo que escucho en mis paseos, me van a permitir que comparta con ustedes la opinión que nos regala el versado y muy estimado doctor Enrique González. No se me ocurren mejores palabras para calificar lo incalificable.
“El encuentro más esperado por los aficionados de los dos equipos más representativos de Asturias, lejos de ser una fiesta del deporte asturiano se va a convertir en un esperpento por obra y gracia de quienes dirigen el equipo de Gijón, hurtando a los aficionados del Real Oviedo la posibilidad de acudir con normalidad al Estadio de El Molinón el próximo sábado.
Resulta tan peregrino y bochornoso el argumentario utilizado por esos dirigentes que da vergüenza hasta comentarlo. Una vez más desaprovechan la oportunidad de demostrar elegancia y responsabilidad con la ciudad que les acoge y apoya. Prefieren entregarse a los más radicales en la idea de que así parecen tener más razones, olvidándose que la responsabilidad de garantizar la seguridad de todos los aficionados es de las Fuerzas de Seguridad que, acertadamente o no, establecen unas medidas estrictas para evitar enfrentamientos entre aficionados sobreexcitados de ambos equipos.
Se olvidan también de que cada aficionado cuenta entre sus familiares y amigos con simpatizantes del equipo rival, como no puede ser de otro modo en una comunidad pequeña en la que cada día miles de asturianos se desplazan a otra ciudad para trabajar o estudiar, rompiendo fronteras y localismos inútiles.
Flaco favor hace esta gente a su club, a su ciudad y a toda la comunidad. Seguirán teniendo la propiedad administrativa del club, pero nunca tendrán la propiedad moral ni la propiedad histórica, porque esas están en poder de personas alejadas de los desatinos de los dirigentes, personas que desde hace más de cien años forman parte de un proyecto deportivo representativo de la ciudad y de Asturias. Como decía Forrest Gump, tonto es el que hace tonterías. Pues eso”.
Amén.
que desilusion ,que usted señor NACHO PONCELA .. se haga eco de esas palabras …..