El pianista gijonés Martín García vuelve a su ciudad natal para su primera actuación en ella desde que tenía 10 años

Martín García lleva la música en las venas. Comenzó a tocar el piano con cinco años, imitando a su hermano mayor. Veinte años después de aquellos primeros pasos luce con orgullo el primer premio del Cleveland International Piano Competition, logrado el pasado año. No es el único reconocimiento internacional de este gijonés por el mundo. La Orquesta Filarmónica Nacional de Varsovia le condecoró con su Premio Especial por la mejor interpretación de un concierto y en el Concurso Internacional de Piano Fryderyk Chopin – uno de los más importantes del mundo – se alzó con el tercer lugar. Toda una vida dedicada a darle a la tecla que hoy le lleva, a las 20:00 horas, al Teatro Jovellanos a través del Ciclo de Jóvenes Intérpretes de la Fundación Alvargonzález, con la organización de la Sociedad Filarmónica de Gijón como parte de su temporada anual.
¿Empiezas a tocar muy, muy pequeñito, verdad?
Si a los cinco años aquí en Gijón, mi ciudad natal. Empecé ahí con la Escuela de Música Viva Tchaikovsky, en la calle Marqués de San Esteban. Ahí estuve hasta los catorce y a los 15 me vine a Madrid. Nos mudamos aquí toda la familia.
Un salto grande…
Pues sí, grande.
¿Cómo tenéis el apoyo a los a los músicos aquí en Asturias?
Pues tengo un poco opiniones encontradas, como se dice. Porque sí que es verdad que hay pequeños grupos que tienen amor por la música y dan muchísimo apoyo, pero por lo general el público general no nos viene mucho, ni apreciación, ni ni apoyos, ni en términos de sociedades de apoyo a chavales que a lo mejor lo necesiten. No sé, con apoyo financiero, o con becas. Hoy no hay mucho, la verdad, especialmente en Asturias. Aunque a mí, por ejemplo, los Masaveu me ayudaron a mí en todos mis recorridos por Madrid. Y sí que es verdad que ellos ayudan muchísimo, también a nivel internacional.
¿Es un tema social, de educación? Porque cuando hay ciertos eventos o ciertas semanas especiales culturales, síí que suelen tener muy buena aceptación. ¿Echáis mucho menos en falta un poco más de apoyo público en ese sentido?
Pues si se echa de menos y yo hablo más de ir a conciertos de música, llamémoslo clásica abstracta. Por ejemplo, esta semana hubo un concierto de música internacional y estaba lleno. La ópera igual está siempre hasta los topes pero son más bien eventos con características muy particulares. Yo me refiero a eventos un poco más abstractos, no una serie de recitales de piano.
Has tocado por medio mundo, pero no tanto en tu tierra…
Pues no, la verdad. La última vez que toqué un recital en Gijón tendría 10 años. Sí que toqué con la OSPA enOviedo. En Gijón es un poco un concierto de vuelta a casa.
Y llegas con una trayectoria avalando tu talento, con el primer lugar en el Cleveland International Piano Competition del año pasado. Para para un artista como tú, estos premios dan un cierto cartel, ¿no?
Sí. Hoy en día más que nada sí que es verdad que se mira el nombre y se mira mucho. Esa etiqueta que con estos concursos te queda para toda la vida. Pero es casi como una herramienta, un tour de force. Haber pasado por ahí porque te abre un mundo nuevo de posibilidades, te abre muchísimas puertas en todo el mundo.
Me imagino que da mucha tranquilidad de cara a la mañana el ser un artista tan respetado y con tus premios a pesar de tener sólo 25 años.
En el futuro sí, la tranquilidad la da la verdad. Al final es una vida es una dedicación total y eso da un poco de respiro, digamos. Pero sí que es verdad que hoy en día no es como los los concursos antiguamente, en los años 60, 50 y 40. Eran concursos que daban esa etiqueta y te daban ya un seguro de vida artístico. Hoy en día no es tan así. También por la cantidad de gente, de concursos y eventos de este tipo que hay en todo el mundo. Y también en España hay una cantidad de recursos ingentes. Sí que es verdad que han perdido un poquito esa cualidad de seguro de vida.
Es buena noticia, que existan tantos concursos, me refiero.
No te falta razón, y también hay ahí una parte negativa. La verdad que se masifica un poquito. Masificar una cosa como el arte es también un crimen. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Y yo creo que las cosas malas son demasiado o demasiado poderosas, pesan mucho.
¿Cómo empiezas tú en el piano con cinco añitos?
¿Cómo empiezo? Siempre cuento la misma historia aunque yo no recuerdo por la memoria de largo plazo que tengo, que siempre digo que es muy mala. Mi hermano tocaba el piano y sí que me cuentan que yo quise empezar porque la escuchaba en casa y me gustaba la vida del piano en casa.
¿Cómo lleva un chaval de 15 años dejar el terruño, la tierrina, para irse a Madrid a perseguir sus sueños? Porque es perseguir un sueño, ¿no?
Sí, la verdad es que es cierto. ¿Cómo se lleva? Pues se lleva bien, la verdad. Sí que es verdad que desde pequeño estuve muy, muy, muy dedicado a una cosa exclusivamente. Entonces es un poco un paso natural. Claro, es un cambio de aires, un cambio de forma de trabajo. Son pasos que que todo el mundo da para seguir con su vida. Aunque tuve la suerte grandísima de mudarme con mis padres a Madrid y tener a mi hermano también. Fue todo un poco más suave de lo que suena.
Son muchos años en un piano, echando muchas horas. ¿Una vida muy esclava?
Sí, especialmente cuando cuando se es pequeño, que tampoco uno tiene un control consciente de lo que se está haciendo. Se necesita una guía muy de mano, muy diestra valga la redundancia, y una rutina del día a día que puede llegar a ser dura. La verdad es que no admite caprichos. Al final esa fuerza de voluntad, o esa disciplina, incluso a veces pueden frustrar a los niños. Hay que saber gestionarla.
Y es una cosa tan particular siempre… Fíjate que me preguntan mucho “qué consejo le darías tú a un chaval que quiera seguir estos pasos”. Y digo yo, pues no tengo ni idea. Tendré que conocerle. Tendré que saber las ganas que tiene él. Se necesita un poco de psicología, porque a veces unas cosas que funcionan con unos chavales, no funcionan con otros. Es muy complejo. Decir una frase es soltar un órdago. Y además todos los todos los problemas, también los físicos – que son las herramientas que vas a usar toda tu vida- los empiezas a resolver algo los 11, 12, 13, 14, 15 años.
¿Cuántas horas te puedes pasar tu un día normal ante el piano?
Depende de muchos factores, depende de los repertorios que estoy haciendo, cuando tengo algún concierto, por ejemplo, o cuando estoy estudiando nuevo repertorio. Son muchos factores desencadenantes, pero me pongo esa marca de las de las seis horas por día. Por ejemplo, antes de estos eventos de Cleveland y otros concursos había días que trabajaba ocho o nueve al mes. A lo mejor no tocando las nueve horas, pero sí estudiando la partitura y pensando en ello, incluso caminando por la calle, porque el cerebro siempre está activo.

Evidentemente se echa mucho de menos la terrina…
Pues claro que se echa de menos, por esa sensación de dejar de respirar aire puro y me refiero metafóricamente también. Y de ir para allá y olvidarse un poco del del mundo en ella, solo con la comida y ver el paisaje… No sé por qué, pero es un alivio instantáneo. Esa es la idea que tengo yo cada vez que voy a casa de mis abuelos. Siempre me apetece ir a Gijón por eso. Si paso allí tres días vuelvo como si hubiera hecho un alto en el camino. Reinicio completo del sistema. Y no me pasa en muchos sitios del mundo. Sólo allí.
¿Eres de los que va con la boina de Gijón por el mundo?
Fíjate que a veces echaba de menos llevar algo simbólico. Algo más que más que la bandera,porque llama mucho la atención. No se puede llevar a ningún lugar, a ningún concierto. Pero sí algo simbólico, asturiano por el mundo.
Me encanta, como siempre