Las orugas procesionarias, habituales de esta época del año, pueden ocasionar graves problemas de salud, sobre todo a los más pequeños y a nuestras mascotas
Tienen forma alargada y se mueven en procesión. Se encuentran en áreas boscosas y cerca de pinos, en cuyas ramas y troncos forman nidos. Tienen pelos urticantes nocivos para la salud y pueden ocasionar más de un disgusto. Así son las orugas procesionarias, archienemigas de perros y bebés.
Estas larvas debe su nombre al comportamiento en grupo que las caracteriza, ya que se desenvuelven en fila o procesión, una detrás de otra, en busca de alimento. También forman procesiones cuando se desplazan desde sus nidos hasta el suelo, donde se entierran y pupan en la tierra. La época del año en la que se dejan ver es la primavera, momento en que nacen y comienzan a alimentarse de las hojas de los árboles. Tal y como explica Beatriz Vigil Viloria, directora del Centro Veterinario Vigil, en Viesques, «entre febrero y abril salen de unos bolsones de seda que se forman en los pinos». El calor que ha hecho en los últimos días en Gijón ha adelantado su aparición. En las últimas horas, se han avistado varios ejemplares en la plaza de La Habana, pero es frecuente encontrarlas en más zonas. Dimas, de la Clínica Veterinaria Cuatro Caminos, lo constata: «Allá donde haya pino, puede haber procesionaria».
Los niños, dados a curiosear y explorar el entorno, pueden tocar o jugar con las orugas sin saber que son peligrosas. Se exponen de esta forma a sus pelos urticantes, que pueden provocarles irritación en la piel, enrojecimiento, erupciones cutáneas, picazón y dolor. Incluso, la exposición puede causar reacciones más graves que pueden poner en peligro la vida, como shocks anafilácticos. Los adultos tampoco son inmunes. No obstante, el contacto con el suelo es más propio de niños pequeños y perros. Cuando estén en parques, cerca de árboles o en áreas boscosas, es importante que los padres supervisen a sus hijos con el fin de evitar el contacto con estas orugas. Si es demasiado tarde, lo que se aconseja es lavar la piel del niño con agua y jabón, quitarle la ropa y desinfectarla con agua caliente y aplicar frío en aquellas zonas en las que sienta picor. Además, si es necesario, habrá que buscar atención médica.
En el caso de los perros, el peligro es todavía mayor. Las orugas procesionarias pueden ser extremadamente dañinas para ellos. Los síntomas asociados son: inflamación de la boca, la lengua y los labios, babeo excesivo, dificultad para tragar, vómitos, diarrea, sangrado en la boca y el hocico y dificultad para respirar. «En casos graves, la lengua se inflama tremendamente… hasta el punto de que algunos llegan a perder una parte o la totalidad», comenta Beatriz Vigil, que afirma que los perros pueden sufrir también «reacciones anafilácticas» fatales. Dimas explica que las lesiones suelen depender de «la duración del contacto» entre las orugas y los perros. El veterinario prosigue: «En casos leves, existe irritación; la boca presenta zonas ennegrecidas en los moderados, mientras que pueden ser mortales en aquellos graves, sobre todo si los perros se las tragan»
Si se sospecha que un perro ha entrado en contacto con orugas procesionarias, es importante buscar atención veterinaria, pues lo primordial es prevenir complicaciones mayores. No obstante, los dos veterinarios coinciden en que lo primero es «lavar la zona afectada con abundante agua tibia«. Además, es importante no frotar. Según Beatriz Vigil, si queda algún pelo y se restriega, «la toxina que desprenden los pelos urticantes puede entrar más en contacto con el perro». También, la directora del Centro Veterinario Vigil avisa de que el vinagre en agua neutraliza la toxina. Mantener a los perros alejados de las áreas donde se sabe que las orugas son comunes también contribuye a minimizar el riesgo. Cualquier precaución es poca. Y es que «ellos las van a ver antes que nosotros«, tal y como confirma la veterinaria.