Cientos de gijoneses, con los miembros de las agrupaciones a la cabeza, han hecho cola ante las taquillas del teatro para obtener las invitaciones; el gesto divide a la sociedad entre quienes ven en ello una pasión, y los que lo entienden como un exceso que perjudica a los menos madrugadores
POR BORJA PINO Y PABLO R. GUARDADO
Juguemos un poco a la psicología de andar por casa. Sin complicarse demasiado, pero… ¡Vamos allá! ¿Qué lleva a una persona corriente, con sus responsabilidades académicas o laborales, sus compromisos familiares y su vida social, a coger una silla de camping y una manta, plantarse delante del Teatro Jovellanos de Gijón y esperar a la intemperie a que abran las taquillas… La friolera de 36 horas más tarde? Desde la noche del martes cientos de vecinos y visitantes se han hecho esa misma pregunta al pasar frente al anfiteatro local, y contemplar la cola formada ante sus puertas para hacerse con alguna de las localidades del XXVII Concurso de Charangas. Una ‘serpiente’ humana creciente, que a las nueve y media de esta mañana, momento del inicio del reparto de invitaciones, ya rebasaba la cafetería Starbucks situada en el cruce de las calles Covadonga y San Bernardo, y que ha obligado a aquellos de sus integrantes más madrugadores a tirar de ingenio y voluntad para soportar las largas horas de espera, plantando cara a la oscuridad, al frío y al aburrimiento. Toda una aventura cuya motivación no acaban de comprender los que son ajenos a la misma, pero que quienes forman parte de ella resumen con una sencilla conclusión: el Antroxu gijonés se lo merece todo.
«Estos días no hay nada más importante que esto; vivimos por y para el Carnaval«, comentaba hoy, entre risas, Yeray García, uno de los orgulloso integrantes de ‘La Última y Marchamos‘. Lo hacía, eso sí, sin apartar los ojos de un reloj que señalaba apenas veinte minutos hasta la apertura de las taquillas… Y mientras masticaba uno de los churros, convenientemente sumergidos en chocolate caliente, traídos como desayuno por una de sus compañeras. Porque sí… Yetay y los suyos han sido los primeros, los más madrugadores, la cabecera de la cola… Por cuarto año consecutivo. «Llevamos aquí desde las nueve y media de la noche del martes«, detallaba entre risas su camarada Lara Méndez, otra veterana en estas lides. Entre todos ellos, con edades comprendidas entre dieciocho y veinte años, han diseñado un sistema de relevos, sustituyéndose unos a otros para acudir a clase o al trabajo, para comprar provisiones o para acciones más pedestres, como ducharse o ir al baño. «Es ya una tradición; toda la gente que entra en la peña lo hace«, añadía Yara Álvarez, también churro en ristre. Junto a ella, Enol Benéitez se mostraba orgulloso de repetir la hazaña de ser los primeros, aunque sin olvidar que «en esto, como en todo el Antroxu, lo principal es disfrutarlo, pasarlo bien con los compañeros de otros grupos, y que salga lo mejor posible«.
«Hemos tenido buena noche; un poco de frío, pero sin lluvia. Eso ha ayudado»
Marcos González; charanga ‘Medusamba’
A poca distancia de los anteriores, degustando unos suculentos pedazos de empanada y con las cartas del Uno listas para una rápida última partida, los miembros de la charanga ‘Medusamba‘ vivían los instantes previos a la ‘hora H’ con una ilusión especial, cosa lógica si se considera que esta agrupación se estrena como tal este año. «La mayoría de los nuestros se van a ‘desvirgar’ ahora«, bromeaba Marcos González, mientras oteaba el horizonte del paseo de Begoña, tratando de localizar a aquellos de sus compañeros enviados a por café. Quizá por esa bisoñez él y los suyos llegaron un poco más tarde que sus homólogos de ‘La Última y Marchamos’, plantándose a las nueve de la mañana de ayer miércoles, pero eso no les impidió ocupar uno de los puestos de salida de la cola para obtener las entradas. Afortunadamente, añadía hundiendo las manos en los bolsillos de su abrigo, «hemos tenido buena noche; un poco de frío, pero sin lluvia«. Frío, por cierto, en ‘Medusamba’ se han asegurado de combatir no sólo a base de café, sino también recurriendo a zumo de maracuyá… «Mezclado con ‘algo’ que se acabó hace rato», se sonreía, pícaro, González.
No son más que amigos, pese a los esfuerzos de sus camaradas de ‘Xareu nel Ñeru‘ por convertirlos en «algo más», pero Bruno Álvarez y Sandra Carril han compartido mucho Antroxu tras Antroxu, hasta llegar a esta mañana. El quinto año de madrugón para él, el cuarto para ella, ambos, a la altura de la cafetería Dindurra, contaban los minutos finales hasta la apertura del Jovellanos envueltos en mantas y moviéndose sin cesar para disipar el frío matutino, después de una espera que, en su caso, empezó «a las tres y media de la madrugada de hoy; nuestra tradición es cenar juntos todo el grupo de juventud de la charanga, y aprovechar la coyuntura de esa fiesta para, luego, bajar aquí«. Una paciencia necesaria, amenizada con un bingo, con la baraja española y, sobre todo, con el apoyo de los compañeros, instalados en sillas y tumbonas plegables, y dando buena cuenta de viandas tan variadas como bocadillos o cuencos con cereales. Aunque, en el caso de Álvarez y Carril, el entusiasmo suscitado por este desafío horario es menor al de otras peñas. «La cosa se está yendo de madre; hace cinco o seis años lo normal era que el primero de la cola viniese a las once de la noche, y ya sorprendía, pero ahora hay quienes pasan dos noches, y nos parece una locura… Aparte de que crea un ambiente que no creemos que sea el más sano«, analizan.
«Es una vergüenza que esto esté organizado así; la fiesta está hecha para las charangas, no para que la disfruten los ciudadanos»
Marcelino Muñiz, vecino de Gijón
Dejando el Dindurra atrás y aproximándose a la intersección de San Bernardo con Covadonga, la cola pasaba a estar formada mayoritariamente no por los fieles a las peñas ‘antroxeras’, sino por ciudadanos corrientes llegados en las horas finales de la madrugada de hoy. Entre ellos, no escaseaban quienes consideran las opiniones vertidas por Álvarez y Carril totalmente acertadas. Un ejemplo es Marcelino Muñiz, apostado a pocos metros del Starbucks desde las cinco y media de la mañana «por mi familia, que, si no, no venía«. Y esa desgana no bebe de un posible desinterés hacia el Antroxu, sino de «lo vergonzoso que es que todo esté organizado así. La fiesta está hecha para las charangas, no para los ciudadanos; vienen veinte, lo tienen todo ocupado y, cuando nos llega el turno a los que no podemos madrugar tanto, lo que queda es poco, malo, arriba y atrás… Sí queda algo». Cerca de él, una mujer de nombre no revelado secundaba las palabras del anterior. «No es justo que sea así; todos deberíamos poder disfrutar del Carnaval», apuntaba, si bien, con afán constructivo, sugería que «se habiliten otras fórmulas: un ticket como el de la carnicería, un porcentaje de entradas reservadas, una obtención online… Algo que saque a las charangas de la cola y nos deje algo a los demás«.
Sin embargo, entre los vecinos de Gijón lo que más prima son las ganas de folixa, de disfrutar de las actuaciones que están por venir, y de empaparse del espíritu del Antroxu. Llegada desde Las Mestas a eso de las nueve y diez de esta mañana, Conchi Fernández reconocía que «lo de madrugar mucho, o esperar varios días, a mí no me compensa, pero nunca me he quedado sin entrada». Y es que, año tras año, Fernández hace todo lo posible por acudir al Concurso de Charangas «cuando puedo; es divertido y asequible, y tal como están los precios, eso se agradece». Unos pocos puestos por delante de la anterior, Bernardo Estévez reconocía tener «muchas ganas de ver a los grupos actuar; es algo muy nuestro, igual que en Avilés tienen el Descenso de Galiana, y no nos lo deberíamos perder». Eso sí, concede que «habría que optimizar lo de las entradas, para que haya más para la gente corriente… E insistir a las charangas que no abandonen el teatro cuando sus compañeros acaben de actuar; es una falta de respeto para las demás peñas, y para todo el público que ha estado haciendo cola«.
Y entre los últimos de esa ‘serpiente’ humana, cuando ya quedaban escasos segundos para el gran momento, se contaba a Luis Rodríguez, llegado desde Pola de Siero para gozar del acontecimiento con su padre por primera vez. «Lo de las soluciones tecnológicas para agilizar la cola puede estar bien, pero también hay que pensar en las personas mayores, a las que les cuesta más«, analizaba. En cualquier caso, para él se trata de un detalle menor. «Al final, de lo que se trata es de pasarlo bien y de disfrutar. De eso es de lo que va el Antroxu«.