Las unidades de Salvamento Marítimo destacadas en Gijón tuvieron que acudir ayer al rescate de un yate sueco con cinco tripulantes que perdió la propulsión entre Cudillero y Avilés

Junto con el de irse a pique, pocas posible situaciones atenazan tanto el ánimo de los marinos como quedarse sin ninguna clase de propulsión para su embarcación en medio de la mar. Y eso es precisamente lo que, al final de la tarde de ayer, le sucedió a la dotación del yate de lujo ‘Emrys’, que navegaba bajo bandera sueca frente a la costa asturiana. Sin motor ni viento que le diese empuje, la nave hubo de ser remolcada por una lancha de Salvamento Marítimo hasta el puerto de Gijón.
Quiso la buena fortuna que, en el momento en que se produjo el suceso, las aguas estuviesen en relativa calma, sin riesgo para la seguridad de los cinco tripulantes del ‘Emrys’. El grupo de visitantes estaba disfrutando plácidamente de la navegación cuando, de pronto, un fallo mecánico dejó inoperativo su motor; al mismo tiempo, la ausencia de corrientes de aire de suficiente fuerza hizo inútil largar el trapo y tratar de ganar el fondeadero de Avilés con viento. Así las cosas, la única solución fue pedir auxilio por radio.
De inmediato, desde el puerto de Gijón zarpó la nave de rescate Salvamar ‘Rigel’, del servicio de Salvamento Marítimo. En cuanto alcanzaron el yate, los marinos de rescate tendieron estachas e iniciaron la labor de remolque, que se desarrolló sin incidentes. Así, el ‘Emrys’, de treinta metros de eslora, siete y medio de manga, y construido en el astillero británico Sunseeker, entraba, al fin, en la ciudad. De una forma distinta a la prevista en la travesía, cierto, pero a salvo.